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viernes

Sobre la posible influencia de Mauricio de Nassau en las primeras reflexiones cartesianas sobre Dios y las verdades eternas

Comparto unas reflexiones que se basan en estudios bien documentados ( en la línea de mis investigaciones) y que pueden poner al descubierto el camino errado que siguió la modernidad que nos ha conformado. Descartes podría ser la pesadilla de las muchas variantes filosóficas modernas que se sucedieron en el discurrir de la historia hasta nuestros días. En la obra de Descartes se encuentra el horror del racionalismo para todos los racionalistas posteriores. 


Si mi hipótesis sobre Descartes ( la que expongo en "El caballo de Troya de Descartes" y que, al parecer, tuvo probablemente un precursor en la figura de Morpurgo Tagliabue) no es errada, puede suceder que la historia del pensamiento filosófico ( y la interpretación dominante que se ha estabecido convencionalmente sobre el curso de los sistemas ideológicos occidentales) esté viciada desde el origen, por incomprensión y olvido de los presupuestos prerracionalistas ( ¿ arracionales ?) de los que dependen las diversas escuelas o sistemas filosóficos que, en continuidad o por reacción, se han sucedido a partir del racionalismo cartesiano. En tal caso, será necesaria una revisión hermenéutica de lo que ha sido la historia del pensamiento occidental desde el S.XVII, es decir, desde Descartes.


Os voy a ahorrar las pruebas históricas documentales ( en las que se basan mis actuales investigaciones y que deberán figurar en la futura edición del libro que está en proyecto). Voy a compartir algunos fragmentos de un análisis más completo y sistemático que en estos momentos estoy ya redactando. Son como piezas de un puzzle, cuya imagen completa deberá encontrarse en el producto de estos costosos trabajos que ahora llevo a cabo y que, a modo de pinceladas y de regalo, voy a adelantaros.


1 ¿ Mauricio de Nassau o Descartes?.

"Dos años después de su llegada a la capital francesa, René Descartes decidió cambiar una vez más de domicilio. Siempre se había sentido atraído por un estilo de vida aventurero, y le gustaba practicar la esgrima e ir a caballo; y ahora estaba una vez más ansioso de acción. Descartes había oído decir que en Holanda, Mauricio de Nassau, el nuevo príncipe de Orange y el paladín protestante en las guerras de religión, estaba reclutando hombres en varios países - incluidos dos regimientos franceses- y entrenándolos en sus campamentos para entrar en guerra con las fuerzas católicas que se estaban concentrando en España y Austria.

"Aunque él era católico, Descartes estaba interesado en unirse al ejército del príncipe Mauricio. Sentía que podía aprender muchas cosas del príncipe y de sus generales sobre el arte de la guerra, y la religión no pesó nada en su decisión, probablemente porque él iba a alistarse como voluntario y no tendría la obligación de luchar si no quería hacerlo. Descartes mandó a sus criados de vuelta a casa de su padre y... viajó a Breda, en el sur de Holanda, para alistarse voluntario al servicio del príncipe de Nassau... Descartes utilizó al ejército como un vehículo para poder viajar y vivir muchas aventuras" (  El cuaderno secreto de Descartes. Amir D. Aczel. Biblioteca Buridán, 2005. pp.43-44)

Podríamos preguntarnos quién de estos dos personajes históricos encarna con más fidelidad al prototipo de hombre racionalista fijado por el decurso del tiempo a partir del S. XVII.


Ambos compartían una misma fe en la inteligibilidad de la naturaleza, ambos confiaban en la luz natural del hombre para desentrañar los misterios del mundo natural, así como en la evidencia e inmutabilidad de las verdades matemáticas y las leyes de la naturaleza. Pero... de diferente manera.


Mauricio de Nassau , bajo cuyo mando militar estuvo Descartes en los años en que vislumbró su "mathesis universalis" ( 1619-1620), murió en 1625 tras hacer su última y escandalosa profesión de fe, a requerimiento de un pastor calvinista. Mauricio murió confesando que sólo creía en las verdades matemáticas, es decir, en cuanto pudiese ser puramente evidenciable racionalmente.


Cito a Rodis-Lewis:

" ...oyó contar una historia para él perturbadora, sobre la muerte reciente ( el 23 de abril) del que había elegido como jefe en Breda, Maurice de Nassau. Probablemente ya conocía a Guez de Balzac, cuyas Cartas ( aparecidas en 1624) alabará en una gran epístola latina. Balzac se lo agradece el 30 de marzo de 1628 y le pregunta: " Recordad, por favor, la historia de vuestro entendimiento. Todos vuestros amigos la esperan..."Incluso aunque Descartes ya había desaparecido también cuando Balzac lo publicó sin nombrar a Nassau, este relato debía de correr entonces bajo cuerda. Un pastor rogó a Maurice de Nassau, próximo a la muerte, que " hiciera una especie de profesión de fe". Éste respondió: "Creo que 2 y 2 son 4, y que 4 y 4 son 8". Es la fórmula que repite el don Juan de Molière, como una contraseña de los ateos. En Tallemant des Réaux se convertirá en "Veo que lo único cierto son las matemáticas". Descartes decía lo mismo en la segunda de las Regulae que se disponía a retomar, después quizá de haber empezado a redactar las primeras antes del viaje a Italia. Había que ejercitarse bien en el método para construir  una ciencia cierta. Recorriendo todos esos países, Descartes había ampliado la duda a muchas costumbres. La fidelidad a la religión de su infancia la ponía aparte. Pero, ¿ cómo responder a los ateos?" ( Descartes: Biografía. G. Rodis-Lewis. Ediciones Península, 1996. p.88)


Descartes escribió en repetidas ocasiones que sin Dios nada podría sernos evidentemente cierto, ni siquiera las verdades eternas, inmutables, entre las que él incluía las leyes de la lógica, las leyes de la naturaleza y las verdades matemáticas ( de las cuales, en orden estrictamente deductivo, podría deducirse clara y distintamente el conocimiento de todas las cosas del que la razón humana fuese capaz). Así lo dejó dicho, por ejemplo, en "Discours de la methòde"


Interpretando a nuestro primer personaje, podríamos conjeturar muy razonablemente que su pensamiento postulaba a la razón humana como única instancia de validación de verdades absolutamente independientes de la existencia divina. Todo lo que nos viésemos forzados a afirmar como verdadero o correcto lo sería por depender de lo que exige la razón y no la voluntad de Dios. Mauricio de Nassau podría representar una posición muy típicamente racionalista...


Sin embargo, Descartes postuló la necesaria dependencia de todas las cosas respecto de Dios. Y como las verdades eternas, es decir, las leyes de la matemática, los principios de la metafísica y las leyes de la naturaleza eran verdades indudables y permanentes cuyo conocimiento era perfectamente alcanzable para la razón humana, igualmente debían depender absolutamente de la voluntad del Dios Perfecto y Veraz. En Él colocaba Descartes la absoluta garantía de la correspondencia entre el pensamiento racional y la inteligibilidad de todo lo real que dependiese de Dios, el infinito cognoscible pero incomprensible racionalmente.


Así que para el padre del racionalismo, el prócer de la modernidad, la racionalidad misma hundía sus raices en la profundidad de lo incomprensible y atematizable racionalmente. Lo chocante es que estas ideas de Descartes tienen su génesis en los años que siguieron a la muerte de aquel personaje a cuyo servicio estuvo: Mauricio de Nassau. Éste murió en 1625; pero Descartes elaboró sus ideas sobre las implicaciones de la omnipotencia divina entre 1628-1629, y encontramos estas reflexiones en la correspondencia con el P. Mersenne, a partir de la primavera de 1630. Nunca contradijo ni modificó un ápice las ideas que encontramos en las cartas de 1630 en las que participó a Mersenne sus pensamientos en torno al poder infinito de Dios y la teoría derivada de la creación de las verdades eternas. Dicen que es una teoría extrasistemática, pues nunca la incluyó en su obra publicada. Es cierto, pero hay que matizarlo: Nada hay en su obra publicada que no sea coherente con esta doctrina esotérica de Descartes y, en segundo lugar, se puede probar que cumple una evidentísima función contextualizadora e inspiradora para momentos capitales del desarrollo de todo su sistema filosófico ( la duda metódica, la hipótesis del Deus deceptor, la fundamentación criteriológica que desempeña la veracidad divina en relación con el criterio de certeza, así como el importante papel que juega el atributo de la inmutabilidad divina en el paradigma físico-matemático cartesiano).


Es, pues, curioso el hecho de que la teoría cartesiana de la creación de las inteligibilidades inmutables sea lógicamente una doctrina contraria y superadora del racionalismo ( "matematicista" o , también, "naturalista") que profesó el Príncipe de Orange. Y más todavía, el hecho de que Descartes afirmase un fundamento a-racional como condición trascendental de posibilidad de la luz que abre el campo de realidades inteligibles para la mente humana.


2 .Las reflexiones cartesianas sobre la omnipotencia divina que sirvieron de base a la formulación de la creación de las verdades eternas ( de 1630 en adelante)

Como he dicho, la doctrina de la creación de las verdades eternas no aparece en la obra exotérica cartesiana; es parte de su pensamiento esotérico, contenido en cartas y notas personales. Aunque recientemente se ha demostrado que esta teoría se encuentra claramente presente en la respuesta a las sextas objeciones a las "Meditaciones Metafísicas"

Descartes  se decía a sí mismo: si Dios me ha dado una mente determinada a conocer las cosas según el orden y conexión de las ideas que ha querido depositar en ella ( y esto es algo que encontramos tanto en el "Discurso" como en las "Meditaciones"
, puedo a priori negar como imposible lo que implique contradicción, pero no afirmar que el poder de Dios sea limitado por lo que PARA MÍ es imposible.

La doble negación cartesiana sobre Dios y la abstención agnóstica

Ahora bien, la insistencia de Descartes en que él no puede negarle nada a la omnipotencia divina, debe analizarse con cautela, pues esta doble negación  equivale a una afirmación, pero el problema estriba en determinar la significación de lo que se pretende afirmar.

Que no pueda negar que Dios pueda hasta lo imposible por absurdo, puede implicar dos aspectos claramente distinguibles e, incluso, opuestos:

(A) ¿ Puede implicar que se sabe ciertamente que Dios lo pueda hacer?

(B) ¿ O sólo significa que no se puede saber ni lo uno ni su contrario: En este caso, sólo me es posible pensar ( imaginar) que Dios puede hacer lo imposible porque yo no puedo negarlo. De manera análoga al caso del agnóstico que, diciendo que si bien no puede saber nada de Dios, admitiría que lo máximo que los creyentes pueden hacer es sólo pensar (imaginar, concebir) que Dios existe, puesto que es racionalmente tan imposible negarlo como afirmarlo.. Si se tratase de esto último, Descartes sólo trataría de fijar el límite a lo cognoscible racionalmente, dejando fuera de toda inteligibilidad a Dios mismo.

Ahora bien, la hipótesis ( B) es refutable a juicio de Descartes. Desconocemos las pruebas que habría pergeñado el padre del racionalismo antes de la redacción del "Discurso", pero en su correspondencia temprana con Mersenne, ya confesaba poder aducir pruebas evidentes de la existencia de Dios contra los libertinos. Supuesto que esto fuese así, ante la ausencia de toda evidencia documental, nosotros podemos aducir las ocasiones en que Descartes declara la necesidad de Dios como creador de lo lógicamente necesario, es decir, de todas aquellas verdades que se denominan "eternas", porque son inmutables e indudables para la razón humana, como las de las matemáticas, la metafísica y las de la física. Y si Dios, cuya necesaria existencia es admitida por Descartes, puede hacer lo lógicamente necesario, es porque, a la par, de Él también depende la determinación de lo lógicamente imposible. Con lo cual se llega a (A): No puedo negar que Dios pueda hacer lo imposible porque tengo que afirmar que de Él depende por igual lo necesario tanto como lo imposible. Descartes puede concluir que de afirmar la omnipotencia divina se sigue la certeza de que toda esencia y toda existencia dependen necesariamente de la más absoluta e incondicionada libertad divina.

Basándome en (B) ( en la interpretación agnóstica de no poderse negar que Dios pueda lo imposible o contradictorio), podría llegar a imaginar la hipótesis de que Dios pudiese haber creado la mente racional como una naturaleza frustrada, porque no puedo poner límites a la simplicísima unidad que se da en Dios entre su querer, su poder y su conocer. Dios podría hacer que yo me equivoque al razonar, incluso, cuidándome de no incluir en mis pensamientos nada que no fuese muy distintamente concebible y tratando de proceder en buena lógica. Porque no puedo negar que a Él le sea imposible nada, es decir, que lo que para mí es imposible sólo condiciona el poder de concepción de mi mente pero no el poder creador de Dios.

Ahora bien, si refutamos (B) demostrando que toda verdad inmutable, como todas las criaturas, depende absolutamente de Dios, y que la razón de las inteligibilidades inmutables se encuentra en el atributo de la perfecta inmutabilidad divina, entonces se abre el camino para cancelar el supuesto de que a Dios sea atribuible la falibilidad de la razón humana: de Dios pueda proceder nada que no sea verdadero y, por ende, real. Por lo que, procediendo de Él también nuestra luz natural para formarnos ideas claras y distintas sobre lo que depende de Dios, Éste garantiza la certeza del conocimiento basado en la razón.

Descartes asume el presupuesto de que el sujeto pensante no puede concebir la potencia infinita de Dios como sometida o determinada por ningún orden inteligible independiente de su omnímoda libertad. Dios es la infinita libertad del Absoluto. A partir de ello se podría fijar el límite de lo racionalmente evidenciable y cognoscible para un "cogito" finito, dejando fuera de toda inteligibilidad a Dios mismo. 



sábado

El comienzo del mundo y el principio de causalidad

Santo Tomás de Aquino vivió en el S. XIII, por lo cual no sabía nada del Big Bang. No obstante, es digno de ser tomado en cuenta su punto de vista sobre la creación del universo, incluso actualmente.

Él pensaba que podíamos demostrar racionalmente que el mundo era creado por Dios. Pero, en segundo lugar, que no se puede demostrar racionalmente que haya sido creado con un comienzo en el tiempo, pues sería posible concebir la posibilidad de una creación desde la eternidad. No obstante, decía él, si nosotros sabemos que Dios creó el mundo de la nada y que, por tanto, hubo un comienzo absoluto, es porque esto nos ha sido revelado por Dios en las Sagradas Escrituras. Por eso los cristianos creemos - sólo por fe- que la creación tuvo un comienzo.

( Ahora viene una parte muy metafísica , pues es algo que se plantea a un nivel de abstracción muy alto, así que comprendo que será difícil de seguir)


Digo esto para que seamos cautos. Los conocimientos científicos hoy, en buena medida, nos propocionan una imagen más adecuada de la realidad que la que se tuvo en el pasado, pero la historia muestra que ni las teorías científicas son inmutables: las ideas cambian, evolucionan, sufren correcciones o son sustituídas por otras. Si bien es verdad que hay personas a las que les gustaría utilizar la teoría del Big Bang como un apoyo para la creencia en la creación, los cristianos no debemos apoyar la fe en Dios creador en un hecho científico cuya explicación es tarea de la ciencia buscar.


Cuando decimos que el mundo es creado estamos diciendo que no existe nada en el mundo físico que no sea contingente. Cuando decimos que los seres de la naturaleza son contingentes estamos diciendo que no necesariamente son como ahora existen. No hay necesidad de que el mundo que conocemos sea siempre lo mismo que es ahora y, de hecho, el Big Bang muestra que alguna vez la materia se encontraba en un estado bien diferente al actual, y que las leyes de la realidad material eran otras que las leyes físicas que rigen el estado de cosas actual del universo en expansión.


Pues bien, independientemente de toda consideración temporal( es decir, da lo mismo que antes del Big Bang no hubiese nada o que la ciencia llegue a descubrir el día de mañana que ese Big Bang se produjo a partir de otro estado de la materia preexistente) , si el mundo material es contingente es esencialmente dependiente en su ser de otro, es decir, debe de tener una causa, como se deduce a partir del principio de razón suficiente, que dice: todo ser tiene su completa razón de ser en sí mismo o en otro.

Podríamos formalizar el razonamiento utilizando el siguiente esquema lógico para argumentar el tema que nos ocupa :

O es A o es no-A ( B)
Pero si es A, entonces se puede inferir C
Y del mismo modo, si es no-A (B), también se puede desprender C
Por tanto, es cierto que C


Este método dice que si de una proposición disyuntiva cierta ( pero cuyos casos sean inciertos ) se sigue deductivamente las mismas consecuencias, podemos concluir que son ciertas éstas últimas.

Queremos determinar si el universo es creado. Partiré de la disyunción de que el universo o bien existe con un principio temporal o bien existe sin principio temporal. Esta disyunción es del tipo A o no-A y, por tanto, conforme a la ley del tercio excluso, es una verdad lógica. Teniendo en cuenta que todo lo que se hace a través de una evolución ( es decir, todo sistema que pasa por una serie de estado evolutivos) es contingente y que, según la ciencia, el universo actual ha ido evolucionando, concluyo que ciertamente el universo es contingente( que no tiene necesidad de ser siempre como es actualmente) , tanto si es eterno ( por ejemplo, si el universo en expansión surgió a partir de una infinita serie de estados previos al hipotético Big Bang) como si este universo hubiese surgido de la nada. Y como todo lo que es contingente no tiene razón suficiente para existir sin una causa necesaria , puedo concluir que el universo es creado por alguna causa incausada,  incluso aunque su evolución fuese desde toda la eternidad.




En efecto, si el mundo físico evoluciona es porque no siempre ha sido así, por lo tanto no es necesario sino que es contingente. Y si es contingente debe su existencia a una causa, pues no tiene su completa razón de ser en sí mismo, sino en otro. Y ese otro del que depende lo que es contingente debe de ser necesario absolutamente, es decir, incausado. El pensamiento religioso tiende rápidamente a identificarlo con Dios, pero filosóficamente sólo puede concluirse que es el ser estrictamente necesario, incausado y "trascendente" en el sentido de "realmente distinguible de todo lo contingente".

Si a la trascendencia de esta dimensión autofundante de la totalidad del ser puede o no serle atribuidas (racionalmente) las perfecciones de la divinidad, esto es otro gran problema de la metafísica. Pues para concluir que lo necesario en el ser es Dios es preciso algún tipo de prueba de que no puede haber nada estrictamente necesario si no existe algo que sea infinitamente perfecto. Sólo podría hablarse de Dios como creador ( de la totalidad de lo existente) si  Dios es infinito, plenitud irrestricta de perfecciones; lo que los escolásticos determinan como el constitutivo formal de Dios: el "ipsum esse subsistens",  "el mismo ser subsistente" .

En efecto, y para explicar esto tan difícil de forma un poco más clara: alguien podría admitir que el supuesto universo del que estamos hablando ( el mismo del que somos una mota insignificante nosotros) no es el único existente, sino uno entre otros; nuestro universo sería contingente, pero la totalidad de los universos podría ser necesaria; otra persona podría sostener la hipótesis de que este universo nuestro es obra de algún dios particular, pero que es posible que existan distintos diseñadores y/programadores de otros mundos; otro, al estilo de la crítica del empirista Hume, podría objetar a todas las pruebas racionales de la existencia de Dios el que no lleguen a probar nunca que, tras la vaga o abstracta referencia a una causa necesaria, se llegue a conocimiento alguno sobre el Dios representado por ninguna religión. Finalmente ( aunque mi lista podría seguir), están aquellos que podrán alegar las leyes físico-matemáticas como lo único necesario de lo que dependen todas las cosas...

Pues, bien, para dirimir este conflicto de interpretaciones, creo yo, una de las cuestiones clave es si el Ser Necesario es o no el Ser Infinito.

¿ Todo lo que existe tiene una causa?

No obstante, me tomo la licencia de obviar la dificultad recién planteada. Para lo que voy a plantear a continuación, poco importa si el fondo necesario e incausado en el que se fundamenta este particular universo nuestro, es o no es infinitamente perfecto. El problema que sigue se va a presentar tanto si el ser necesario es llamado "Dios" como de otra manera.

De lo que se trata es de saber si se puede afirmar o no con certeza una causa primera y absolutamente necesaria de la existencia del universo.

No es raro encontrarse con intelectuales que dicen esto: " los creyentes piensan que se puede concluir la existencia de Dios porque es el creador del mundo, pero esto no es creíble para un científico, pues un científico debe seguir preguntándose: ¿ pero quién creó a Dios?".

Quien piense así pretende ser muy científico. Lo sepa o no, es un cientista o positivista. Y dice esto porque parte del presupuesto de que todo es explicable o demostrable científicamente, es decir, mediante el método experimental.

Como podéis entender, este presupuesto es una afirmación que incumple el principio positivista: es una afirmación cuya verdad no puede establecerse experimentalmente.

Quién piense que " todo lo que existe tiene una causa" o que " sólo se puede decir con sentido lo comprobable científicamente", lo hace desde un prejuicio antimetafísico que, contradictoriamente o paradójicamente, entraña una inconsciente metafísica. Veamos por qué.

La fórmula " todo lo que existe tiene una causa", como formulación del principio de causalidad es incorrecta, pues parte del concepto de la totalidad ( " todo lo que existe") dando por supuesto “que nada hay incausado”, es decir, en el punto de partida ya nos hemos formado una idea preconcebida sobre lo que es y lo que no es “ser”. Yo considero que debemos partir de aquellos seres que están a nuestro alcance, lo más accesible para nosotros, que es lo accesible por nuestros sentidos. Dentro de este horizonte que es el mundo no encontramos ningún otro tipo de ser que no sea contingente, es decir, con una existencia limitada en su duración, y, por tanto, sujeto a cambio, transformación, mudanza, evolución. Contingente es todo aquello que puede ser de un modo o de otro, que puede ser o no ser. Por eso, sería más correcto formular el principio así: “todo lo contingente es causado” o “todo lo que tiene un comienzo en su ser es causado”. Cuando se parte de aquí, si alguien llega a demostrar – y lo considero posible- que no todo es contingente, el paso siguiente será la conclusión de que existe algo “necesario” que es causa de todo lo contingente. Al llegar a este punto es absurdo preguntarle “¿pero quién creó a ese ser necesario?”, puesto que se está hablando del ser que no puede dejar de ser en absoluto.

Uno de los primeros principios del ser es el principio de razón suficiente, que no debemos confundir con el principio de causalidad. El principio de razón suficiente tiene una extensión mayor. Es un principio que tuvo en Leibniz a un brillante defensor y que viene a decir que todo lo que existe tiene una razón de su existencia (y de su modo de ser o acontecer). Este principio lo damos como algo evidente en nuestra vida ordinaria, pues, por ejemplo, cuando comprobamos que ha desaparecido dinero de nuestra cartera buscamos lógicamente una razón de ello (¿un descuido?, ¿alguien que nos lo ha robado o nosotros que lo hemos dejado olvidado en alguna parte?…), pero lo que no hacemos es creer que el dinero ha desaparecido porque sí, sin ninguna razón. A no ser que queramos jugar a ser escépticos, no nos atreveríamos a sugerir que el principio de razón suficiente es dudoso, subjetivo o que puede fallar. Estamos diciendo simplemente que todo ser es inteligible, comprensible desde algo que da razón de su ser.

Por cierto, que ahora no hay inconveniente de extender este principio a “todo lo que existe”. Y ello, porque no partimos del “todo” dando por supuesta la exclusión de lo incausado. En efecto, de acuerdo con el tercio excluso ( " A o no A"), podemos deducir de este principio los siguiente: “todo lo que existe tiene una razón de ser o en sí mismo o en otro (una causa)” y, por tanto, “que todo lo que no tiene en sí mismo su razón de ser, debe tenerla en otro distinto”