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viernes

La Estructura de la Causalidad en el Cosmos

 

"La Estructura de la Causalidad en el Cosmos: Un Análisis Filosófico y Científico de la Causa Necesaria" 

Primera parte


Basado en las conversaciones críticas tenidas con las IA



Introducción

La exploración de la causalidad se sitúa en el corazón mismo de la filosofía y la ciencia, sirviendo como un puente conceptual que une la indagación metafísica con la investigación empírica. Este estudio se propone adentrarse en la compleja trama de la causalidad, un concepto que, a lo largo de la historia, ha desempeñado un papel crucial tanto en el pensamiento filosófico como en el desarrollo científico. La causalidad, entendida como la relación entre causas y efectos, fundamenta nuestra comprensión del universo y nuestra capacidad para interactuar con él. Sin embargo, a pesar de su omnipresencia en nuestras explicaciones y modelos del mundo, la causalidad sigue planteando preguntas profundas acerca de la naturaleza de la realidad y nuestra capacidad para conocerla.

La motivación de este ensayo reside en la necesidad de esclarecer y defender la idea de una causa necesaria dentro del vasto marco de la causalidad, especialmente en el contexto de los avances contemporáneos en física teórica y cosmología. A medida que la ciencia amplía nuestro horizonte de comprensión, desde el intricado tejido del espacio-tiempo hasta las fuerzas fundamentales que moldean el cosmos, surge una oportunidad única para revisitar y profundizar en el concepto filosófico de la causa necesaria y su papel en el origen y la estructura del universo.

El objetivo de este ensayo es doble. En primer lugar, busca establecer una defensa sólida y convincente de la existencia y relevancia de una causa necesaria como fundamento de la trama causal del universo, apelando tanto a demostraciones lógicas y matemáticas como a la evidencia científica disponible. En segundo lugar, el estudio aspira a ilustrar cómo la intersección entre la filosofía de la causalidad y la ciencia física puede enriquecer nuestra comprensión del cosmos, proporcionando una perspectiva más coherente y unificada sobre los fundamentos de la realidad.

Para abordar estas ambiciones, el ensayo se sumerge en la relación entre la causalidad y las leyes de la física, con especial atención al Modelo Estándar de la física de partículas y las teorías del Big Bang, explorando cómo estos marcos científicos se alinean o desafían las nociones filosóficas tradicionales de causalidad. Mediante la integración de perspectivas filosóficas y científicas, este estudio no solo busca arrojar luz sobre la estructura causal subyacente del universo sino también reflexionar sobre las implicaciones de este entendimiento para la filosofía de la ciencia.

Así, este ensayo se adentra en la fascinante encrucijada de la filosofía y la ciencia, con la esperanza de contribuir al diálogo continuo entre estas disciplinas y ofrecer una visión renovada sobre uno de los conceptos más fundamentales y persistentes en el esfuerzo humano por comprender el mundo en el que vivimos.







Capítulo 1: Fundamentos de la Causalidad

Definición de Conceptos Clave

Causalidad: En su esencia, la causalidad describe la relación entre eventos o estados donde uno, la causa, induce la ocurrencia de otro, el efecto. Este vínculo fundamental es piedra angular en la construcción de nuestro entendimiento del universo, permitiéndonos predecir y explicar fenómenos dentro de un marco lógico y empírico.

Causa Necesaria: Una causa necesaria se refiere a aquella sin la cual su efecto no podría ser. Este concepto introduce una jerarquía en la cadena de eventos, señalando ciertos eslabones como indispensables para la manifestación de determinados estados o procesos en el universo.

Esencialidad y Actualidad: Estos atributos complementan nuestra comprensión de la causalidad. La esencialidad sugiere que la relación entre causa y efecto es intrínseca y no meramente accidental, mientras que la actualidad se refiere a la operatividad efectiva de dicha relación en el momento de producirse el efecto.

Revisión Histórica de la Causalidad en la Filosofía y la Ciencia

Desde Aristóteles, quien clasificó las causas en cuatro tipos (material, formal, eficiente y final), hasta David Hume, que cuestionó nuestra capacidad para percibir la causalidad directamente, la noción de causalidad ha sido central en la filosofía. Kant más tarde intentaría resolver el escepticismo de Hume proponiendo la causalidad como una categoría a priori necesaria para la experiencia.

En la ciencia, la visión newtoniana del universo como un sistema mecánico gobernado por leyes causales universales dominó hasta el siglo XX. La emergencia de la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica introdujo complejidades en esta visión, sugiriendo que las relaciones causales en el nivel fundamental podrían no ajustarse a nuestras intuiciones clásicas.




La visión newtoniana del universo, establecida por Isaac Newton en el siglo XVII, propuso un universo regido por leyes matemáticas universales, donde cada evento tiene una causa clara y predecible, y donde la causalidad opera de manera lineal y determinista. Esta perspectiva permitió explicaciones mecánicas de fenómenos naturales, desde el movimiento de los planetas hasta la caída de una manzana, fundamentando la idea de un cosmos como un reloj gigante, cuyas partes interactúan en armonía predecible según principios causales fijos.

Sin embargo, a principios del siglo XX, esta visión comenzó a ser desafiada profundamente por dos revoluciones científicas: la teoría de la relatividad, formulada por Albert Einstein, y la mecánica cuántica, desarrollada por científicos como Max Planck, Niels Bohr, Werner Heisenberg, y Erwin Schrödinger. Ambas teorías transformaron radicalmente nuestro entendimiento de la causalidad en el universo.

La teoría de la relatividad, especialmente la relatividad general, replantea la naturaleza del espacio y el tiempo, fusionándolos en una entidad única: el espacio-tiempo. La gravitación se entiende no como una "fuerza" en el sentido newtoniano, sino como el efecto de la curvatura del espacio-tiempo causada por la masa y la energía. Esta concepción introduce una causalidad más compleja, donde la geometría del universo mismo responde a su contenido de masa-energía, y viceversa. La causalidad, bajo esta luz, ya no se limita a relaciones lineales entre eventos discretos, sino que implica la estructura dinámica del espacio-tiempo.

Por otro lado, la mecánica cuántica reveló un mundo subatómico donde la incertidumbre y la probabilidad juegan roles fundamentales. El principio de indeterminación de Heisenberg, por ejemplo, establece límites intrínsecos a nuestra capacidad de conocer simultáneamente ciertas propiedades de las partículas, como su posición y velocidad. Esto sugiere que en el nivel más fundamental, los eventos no son deterministas, sino probabilísticos. La causalidad, en este contexto, no puede entenderse en términos de cadenas lineales y unívocas de causa y efecto, sino que debe incorporar nociones de superposición, entrelazamiento y colapso de la función de onda, donde las "causas" y "efectos" entran en un tejido más intrincado y menos intuitivo.

Estas teorías no solo amplían nuestra comprensión del universo, sino que también desafían nuestra intuición sobre cómo funciona la causalidad. La idea de un universo determinista y predecible da paso a una realidad donde la causalidad se manifiesta de maneras que trascienden la simple secuencialidad y donde la certeza absoluta es reemplazada por probabilidades inherentes. Este cambio de paradigma nos obliga a reconsiderar no solo cómo entendemos los eventos y procesos en el universo, sino también cómo conceptualizamos la noción misma de causalidad.

En resumen, la evolución de la ciencia desde la física newtoniana hasta la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica ilustra un profundo cambio en nuestra comprensión de la causalidad. Nos enfrentamos al desafío de integrar estas complejidades en nuestro marco conceptual, un desafío que no solo es científico, sino también profundamente filosófico. Este diálogo entre ciencia y filosofía es crucial para desarrollar una comprensión más rica y matizada de la causalidad en el universo.

La Causalidad en la Física Contemporánea: el Modelo Estándar y la Cosmología del Big Bang

El Modelo Estándar de la física de partículas ha logrado unificar tres de las cuatro fuerzas fundamentales conocidas bajo un marco teórico coherente que describe las partículas elementales y sus interacciones. A pesar de su éxito, el modelo no incluye la gravedad y deja preguntas sin respuesta sobre la materia oscura, la energía oscura y la asimetría materia-antimateria, lo que sugiere que nuestra comprensión de la causalidad en este nivel todavía está incompleta.

La cosmología del Big Bang, por otro lado, proporciona una narrativa sobre el origen y la evolución del universo. La noción de una singularidad inicial, aunque desafiante desde el punto de vista de la causalidad clásica, sugiere un punto de partida definido para el cosmos. Esta teoría, junto con la inflación cósmica y la estructura a gran escala del universo, plantea preguntas fundamentales sobre la causa inicial y las condiciones iniciales del universo.

Estas áreas de la física contemporánea, mientras avanzan en nuestro entendimiento del universo, también nos invitan a reflexionar profundamente sobre la naturaleza de la causalidad.




Me propongo en este trabajo demostrar que la visión no newtoniana de la física, representada principalmente por la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, no es necesariamente incompatible con las tesis sobre la causalidad que se van a defender. En cambio, puede ofrecer una perspectiva más amplia y profunda sobre cómo se manifiesta la causalidad en el universo.




La interacción entre estas teorías científicas y la filosofía de la causalidad es rica en implicaciones tanto para la metafísica como para la epistemología, ofreciendo un fértil terreno para explorar la estructura fundamental de la realidad y nuestro lugar en ella. En el siguiente capitulo trataré no solo de revisar estos fundamentos sino también preparar el terreno para una discusión más detallada sobre cómo las teorías contemporáneas de la física pueden ser reconciliadas con, o desafían, la posición que defiendo sobre una forma de causalidad especialmente importante para explicar señalados aspectos del mundo real observable.





































Capítulo 2: El Modelo Estándar, el Big Bang y la Causalidad



Exploración de las Fuerzas Fundamentales y su Papel en el Modelo Causal

El Modelo Estándar se erige como una columna vertebral en la física de partículas, proporcionando un marco teórico que describe con gran precisión las partículas fundamentales y las fuerzas que median entre ellas. Este modelo engloba tres de las cuatro fuerzas conocidas: la electromagnética, la nuclear fuerte y la nuclear débil, cada una gobernada por su respectivo conjunto de partículas mediadoras, conocidas como bosones gauge. Aunque la gravitación, descrita por la relatividad general, permanece fuera de este marco, los intentos de integrarla en una teoría de todo representan uno de los frentes más activos de la investigación física.

Las fuerzas fundamentales delinean el esqueleto sobre el cual se articula la dinámica del cosmos. Desde el confín de partículas elementales hasta la vastedad de las galaxias, estas fuerzas no solo dictan la estructura del universo sino que también dirigen su evolución temporal. La causalidad, en este contexto, se manifiesta a través de la interacción de estas fuerzas, estableciendo un nexo ineludible entre causa y efecto a lo largo de la trama del cosmos.

Análisis del Big Bang como Punto de Origen y su Implicación para la Causalidad

La teoría del Big Bang se presenta como el relato dominante sobre el origen del universo, proponiendo un comienzo extremadamente denso y caliente que marca el nacimiento del espacio-tiempo. Este instante inicial, a menudo conceptualizado como una singularidad, establece las condiciones iniciales desde las cuales el universo ha seguido un curso de expansión y enfriamiento, dando lugar a la formación de estructuras complejas.

Este punto de partida ofrece una base sobre la cual reflexionar acerca de la causalidad universal. Al concebir el Big Bang como el evento fundacional, se sugiere que todas las cadenas causales encuentran su raíz en este momento, subrayando la idea de un universo cuya complejidad y orden emergen de condiciones iniciales precisas. Este enfoque, sin embargo, también plantea preguntas fundamentales: ¿Cuál es la naturaleza de la causalidad en un punto donde las leyes físicas convencionales colapsan? ¿Cómo se articulan las fuerzas fundamentales en este contexto inicial para dar forma al universo?

Discusión sobre la Singularidad y las Limitaciones actuales de la comprensión científica

La singularidad asociada al Big Bang representa uno de los mayores enigmas de la cosmología y la física teórica. En este punto, las densidades de energía y curvatura del espacio-tiempo se vuelven teóricamente infinitas, y el marco conceptual de la física tal como la conocemos se ve desafiado. Este límite en nuestra comprensión señala hacia la necesidad de nuevas teorías que puedan describir de manera coherente el universo en estos extremos.

Los esfuerzos por superar estas limitaciones han llevado a la exploración de teorías como la gravedad cuántica de bucles y la teoría de cuerdas, las cuales buscan reconciliar la relatividad general con los principios de la mecánica cuántica. Estas aproximaciones no solo aspiran a proporcionar una descripción más completa del universo en su estado primigenio sino también a ofrecer una nueva visión sobre la causalidad, una donde el tejido mismo del espacio-tiempo y las interacciones fundamentales se entrelazan de maneras aún por descubrir.

En conclusión, el Modelo Estándar y la teoría del Big Bang delinean un panorama donde la causalidad se manifiesta en el corazón mismo de la existencia, desde las interacciones subatómicas hasta la expansión del cosmos. Sin embargo, la singularidad del Big Bang y las preguntas sin responder sobre la integración de la gravitación en el Modelo Estándar destacan las fronteras actuales de nuestro entendimiento, invitando a una continua reflexión filosófica y científica sobre la naturaleza de la causalidad en el tejido del universo. Este capítulo, al profundizar en estas cuestiones, no solo pretende arrojar luz sobre los fundamentos de la física contemporánea sino también inspirar una indagación más profunda sobre el marco causal que sostiene la realidad misma.







Capítulo 3: Demostraciones Lógicas y Matemáticas sobre la finitud de las causas



Causalidad y Patrones Causales




En la búsqueda de entender la trama que teje el universo, nos encontramos con un modelo teórico de causalidad definible por patrones de causas esencial y actualmente subordinadas en la causación del efecto. Este modelo no solo proporciona un esquema para interpretar fenómenos bien estudiados en el cosmos sino que también nos invita a considerar cada ocurrencia como parte de una serie causal finita y deliberadamente estructurada. Una serie causal necesaria, según este marco, es aquella sin la cual el efecto no podría manifestarse; es el hilo que, de no estar presente, desharía el tejido mismo de la realidad. Esta necesidad se acompaña de la esencialidad, un principio que afirma que la relación entre causa y efecto es tan intrínseca que uno no puede concebirse sin el otro, como si estuviesen unidos por un lazo indisoluble.

La actualidad de esta relación refuerza la idea de que estas causas no son meras posibilidades o potencialidades esperando ser activadas, sino realidades efectivas que actúan aquí y ahora. Tal es la causalidad que funciona cuando el pincel crea una pintura gobernado o dirigido por la acción esquelético-muscular de las extremidades del pintor, que a su vez está gobernada por la actividad nerviosa y cerebral, la cual estaría ejecutando ciertos procesos mentales superiores.

Adentrándonos en el análisis conceptual, comprendemos que una causa es cualquier elemento o evento capaz de producir otro. Esta definición abarca una vasta gama de relaciones, desde la simple interacción entre moléculas hasta los complejos procesos que rigen la formación de galaxias. La cadena causal, o serie, se revela como una secuencia ordenada de tales eventos, donde cada paso es consecuencia del anterior, dibujando una línea continua desde el inicio hasta el efecto presente. Este concepto encuentra resonancia en la evolución estelar, donde una nube de gas interestelar, a través de una serie de pasos cuidadosamente orquestados por las leyes de la física, puede dar origen a una estrella.

El patrón causal emerge como la estructura recurrente dentro de estas relaciones, un esquema que se repite y que puede ser discernido a través de la observación y el análisis. Un ejemplo emblemático de un patrón causal puede ser observado en la fotosíntesis, un proceso que, siguiendo una secuencia precisa de pasos, transforma la luz solar, el agua y el dióxido de carbono en oxígeno y glucosa, sustentando la vida en la Tierra.

Finalmente, la clasificación de patrones causales nos permite distinguir entre aquellos que son no esenciales, posiblemente marcados por el azar o la contingencia, y los esencialmente subordinados, donde la conexión entre causa y efecto es directa y necesaria. Mientras que el clima puede ser un ejemplo del primer tipo, donde la variabilidad y el azar juegan roles significativos, la ley de la conservación de la energía ejemplifica el segundo, presentando una relación causa-efecto fundamental y predecible en todos los procesos físicos.

Este modelo teórico, al enfocarse en la necesidad, esencialidad y actualidad de la causalidad, ofrece una lente a través de la cual podemos examinar el cosmos en su complejidad. Desde la física que describe las partículas elementales hasta la biología que explora los mecanismos de la vida, este marco nos provee de una base para desentrañar los misterios más profundos del universo, recordándonos que, en cada esquina de la realidad, se encuentra una historia de causalidad esperando ser contada.




Este modelo teórico nos abre las puertas a un universo donde la causalidad es la protagonista detrás del telón de cada fenómeno, desde las partículas subatómicas hasta las complejidades de la conciencia. En la física, observamos esta causalidad en la relación entre materia y energía, encapsulada en la famosa ecuación de Einstein, E=mc², que nos habla de cómo la masa puede convertirse en energía y viceversa, bajo condiciones precisas. En el vasto escenario de la astrofísica, la formación de agujeros negros a partir de estrellas moribundas es un testimonio de las causas esenciales y actuales, donde la gravedad desempeña un papel ineludible en su nacimiento.

Explorando la Tierra bajo nuestros pies, la geología nos muestra cómo la tectónica de placas, moviéndose lentamente pero inexorablemente, modela la superficie de nuestro planeta, causando terremotos y formando montañas en un proceso milenario. En el reino de la biología, el mecanismo de la evolución por selección natural ilustra cómo cambios genéticos, aparentemente aleatorios, pueden, bajo la presión del entorno, dar lugar a la diversidad de vida que adorna nuestro mundo, uniendo a todas las especies en un árbol genealógico común que se extiende hacia atrás hasta los orígenes de la vida misma.

Adentrándonos en la complejidad de la mente humana, la neurología revela cómo las neuronas, mediante patrones precisos de activación y conexión, dan lugar a pensamientos, emociones y conciencia. Este intrincado baile de señales eléctricas y químicas, regido por las leyes de la biología y la física, muestra la causalidad esencial y actual en su forma más sofisticada, conectando el funcionamiento de diminutas células nerviosas con la experiencia subjetiva de la realidad.

Cada uno de estos ejemplos, extraídos de distintos campos del saber científico, resalta inductivamente la generalidad del modelo teórico de causalidad propuesto. Sin embargo, el objetivo de este ensayo trasciende el simple estudio inductivo de estas manifestaciones. Ciertamente serviría para justificar su aplicabilidad práctica en el estudio y explicación de los fenómenos naturales, pero no buscamos simplemente catalogar ejemplos que se ajusten a nuestro modelo; más bien, nos proponemos deducir, a partir del concepto mismo de un patrón de causas necesarias, esenciales y actuales, las implicaciones profundas que este tiene para nuestra comprensión del cosmos. A través de un riguroso análisis deductivo, aspiramos a demostrar que este modelo no solo encaja con los hechos reales y sus explicaciones científicas, sino que provee una base sólida sobre la cual se puede construir una comprensión más cohesiva y profunda de la realidad que nos rodea.




Clarificación analítica




Al adentrarnos en un análisis analítico-deductivo de la causalidad y sus manifestaciones en el universo, resulta imperativo clarificar y definir explícitamente los conceptos centrales que fundamentan nuestro modelo teórico: causa, serie causal, patrón causal y sus clasificaciones. Esta precisión conceptual es esencial, pues nos permite construir y seguir una línea argumentativa rigurosa sin caer en ambigüedades o malentendidos sobre el significado y alcance de los términos utilizados. Al hacerlo, nos aseguramos de que nuestras deducciones y conclusiones se sostengan sobre una base sólida y coherente, permitiendo una exploración profunda y sistemática de la estructura causal que subyace a los fenómenos del cosmos.

La causa se entiende como aquel elemento o evento que, al presentarse, precipita la ocurrencia de otro. Este vínculo causa-efecto es la piedra angular de nuestras explicaciones y comprensiones científicas y cotidianas del mundo. Por ejemplo, el impacto de un meteorito en la Tierra puede causar un cráter, o la presión aplicada a un interruptor puede encender una luz. En cada caso, la causa precede y precipita un efecto observable, ilustrando una relación directa y verificable entre dos eventos.

Esta relación se extiende en lo que denominamos cadena o serie causal , una secuencia de eventos en la cual cada suceso es el resultado directo del anterior. Estas cadenas son fundamentales para entender procesos complejos como el desarrollo de un organismo desde una célula única o la secuencia de reacciones químicas que alimentan la vida en nuestro planeta. La cadena causal, al ser finita, sugiere un principio y, posiblemente, un fin, marcando un recorrido que puede ser rastreado y comprendido.

Dentro de este marco, emerge el concepto de patrón causal, que se refiere a la estructura recurrente observada en las relaciones causales. Estos patrones pueden ser identificados en fenómenos naturales, como los ciclos del agua o las estaciones, donde un conjunto determinado de condiciones y eventos produce resultados predecibles y repetitivos. Estos patrones no solo nos permiten prever eventos futuros con base en condiciones presentes o pasadas sino también, en muchos casos, intervenir en estos ciclos de manera que podamos alterar sus resultados.

La clasificación de patrones causales nos brinda una herramienta esencial para navegar la complejidad del universo, distinguiendo entre aquellos patrones donde el azar y la contingencia juegan roles cruciales y aquellos donde la conexión causa-efecto es tan intrínseca que se torna ineludible. En el ámbito de los patrones no esenciales, el azar interviene de manera significativa, como lo demuestra el papel de las mutaciones genéticas aleatorias en la evolución de nuevas especies, introduciendo variabilidad y diversidad en el tejido de la vida. Por contraste, los patrones esencialmente subordinados se manifiestan en aquellos fenómenos regidos por leyes físicas implacables, donde la relación entre causa y efecto se presenta como una constante universal, ejemplificado en la fuerza gravitacional que actúa entre dos cuerpos. Este enfoque no solo ilumina la rica diversidad y la intrincada complejidad de la naturaleza sino que también destaca la predictibilidad y la regularidad que fundamentan muchos fenómenos del universo.

Más allá de esta distinción, resulta imperativo considerar series causales caracterizadas por una cooperación causal en su expresión más robusta. En estos contextos, la causalidad trasciende la mera secuencia lineal de eventos, requiriendo que la serie actúe como un conjunto integrado y cohesivo en la generación de un hecho. Este enfoque reconoce que el resultado final emerge de la sinergia simultánea y coordinada de múltiples factores, en un entramado de dependencia mutua que es fundamental para la manifestación del fenómeno. Este entendimiento de la causalidad, congruente con la ciencia empírica, arroja luz sobre situaciones donde la causalidad distribuida se vuelve central.




Un ejemplo paradigmático de esta dinámica se observa en los procesos ecológicos implicados en la polinización. Aquí, la fecundación y producción de frutos no dependen exclusivamente de la intervención de un único tipo de polinizador, sino de la compleja y dinámica interacción entre diversas especies de polinizadores, plantas y elementos ambientales. Esta red de causalidad, activa en su conjunto, asegura que la polinización y la producción subsiguiente de frutos se lleven a cabo, demostrando cómo cada componente cumple un rol vital dentro de un equilibrio precario. La serie causal que subyace a este fenómeno abarca, por lo tanto, no solo secuencias lineales de causas y efectos, sino también una interacción cooperativa entre múltiples actores y procesos, evidenciando que la causalidad, en muchos casos, constituye un fenómeno distribuido y colaborativo.




Presentación de Demostraciones Lógicas sobre la Finitud de las Series Causales







Al abordar la cuestión de la finitud de las series causales desde un enfoque analítico-deductivo, es fundamental clarificar y desplegar las demostraciones lógicas que sostienen nuestra comprensión de esta temática. Partiendo de la base de que operamos dentro de un modelo teórico definido por patrones de causas esencialmente y actualmente subordinadas, de forma que cooperan estrechamente en la causación y efectuación de un aspecto o hecho del mundo, las demostraciones que siguen tratan de establecer de manera irrefutable la finitud de estas series.




a) Demostración Directa (Inductivo-Matemática)




Para abordar la finitud de las series causales, recurrimos inicialmente a una demostración directa apoyada en el principio de inducción matemática.

Consideremos una serie causal compuesta por eventos E1,E2,E3,…,En, donde cada evento Ei es esencial y actualmente subordinado a la causación del evento subsiguiente en la serie. Esta estructura nos permite modelar la serie causal como una cadena de relaciones causales C(E1)→C(E2)→C(E3)→…→C(En), donde C(Ei)C representa la causa esencialmente subordinada ii en la serie.




El principio de inducción matemática se aplica de la siguiente manera:




Paso Base : Para i=1 , la existencia de C(E1) es indispensable para la ocurrencia de C(E2). La relación esencial y actual entre C(E1 y C(E2) demuestra que sin la primera causa, el efecto subsiguiente no podría manifestarse.

Hipótesis Inductiva : Asumimos que para un ii arbitrario, la existencia de C(Ei)es necesaria para la ocurrencia de C(Ei+1)C .

Paso Inductivo : Demostramos que esta propiedad se sostiene para i+1. Es decir, la existencia de C(Ei+1)es necesaria para C(Ei+2). Dado que C(Ei+1) es esencial y actualmente subordinado en la causación de C(Ei+2) , se confirma que C(Ei+1)es necesaria para la ocurrencia de C(Ei+2).




Esta demostración, al seguir los pasos de la inducción matemática, confirma que la serie causal debe ser finita, dado que cada evento depende esencialmente de su predecesor, y esta dependencia se mantiene a través de la serie.




b) Demostración Indirecta (Por Reducción al Absurdo)







Complementariamente, exploramos una demostración indirecta que asume la posibilidad de una serie causal infinita, E1→E2→E3→…E1​→E2​→E3​→… donde cada evento EiEi​ es esencial y actualmente subordinado en la causación eficiente del evento siguiente en la serie.

Dado que estamos considerando una serie causal infinita, podríamos tener un número infinito de causas subordinadas C(E1),C(E2),C(E3),…C(E1​),C(E2​),C(E3​),….

Sin embargo, si la serie causal funciona como un todo de manera actual y eficiente, esto implicaría que en cualquier momento dado, todos los eventos de la serie deberían estar presentes y activos simultáneamente para causar el siguiente evento en la secuencia.

Esto significa que en un instante dado, tendríamos un número infinito de eventos actuando simultáneamente para producir el siguiente evento en la serie, lo que contradice la noción de que la serie pueda funcionar como un todo de manera actual y eficiente. En la realidad, la causalidad en una cadena de eventos está limitada por el tiempo y el espacio, lo que hace imposible que un número infinito de eventos actúen simultáneamente.

Por lo tanto, hemos llegado a una contradicción al suponer que existe una serie causal infinita bajo la definición dada de una serie causal esencial y actualmente subordinada en la causación eficiente. Por lo tanto, es imposible que una serie causal de este tipo contenga un número infinito de eventos.




En conclusión, estas demostraciones, tanto la directa como la indirecta, no solo fortalecen el argumento de la finitud de las series causales dentro del modelo teórico establecido sino que también subrayan la necesidad de una primera causa. Esta causa primera, al no tener precedentes, emerge como un fundamento necesario para la existencia de la serie misma y, por extensión, de todo el universo observable. Este enfoque deductivo nos permite no solo defender la coherencia de nuestro modelo teórico sino también proporcionar una base sólida para la comprensión profunda de la causalidad como un principio organizador del cosmos.







Modelización matemática y evidencia científica: Desde la singularidad a la complejidad emergente



Dentro del marco de nuestro análisis, la transición de la singularidad primordial a la complejidad emergente que caracteriza al universo actual representa un tema fascinante que se presta a una exploración profunda mediante el análisis matemático y la evidencia científica. Este viaje desde el punto de infinita densidad y temperatura que definimos como la singularidad del Big Bang, hasta la intrincada trama del cosmos lleno de galaxias, estrellas, planetas y la vida misma, ofrece una ventana única hacia la comprensión de la causalidad esencial y actual que subyace a la existencia.

La modelización matemática ha demostrado ser una herramienta invaluable en este empeño, proporcionando un lenguaje mediante el cual podemos describir y predecir el comportamiento del universo desde sus condiciones más primitivas. Las ecuaciones de la relatividad general de Einstein, junto con los principios de la mecánica cuántica, nos permiten vislumbrar cómo las fuerzas fundamentales y las constantes universales, que emergen de este punto de origen aparentemente simple, dan lugar a una complejidad y una diversidad inconmensurables. Este proceso, regido por leyes físicas precisas, respalda firmemente el concepto de causalidad que hemos delineado, en el cual cada fenómeno en el universo se encuentra encadenado a sus precursores de una manera esencial y actual.

Sin embargo, al sumergirnos en este análisis, nos encontramos también con los límites de nuestro entendimiento actual y las preguntas sin respuesta que permanecen como desafíos para la ciencia contemporánea. La singularidad del Big Bang, ese punto donde nuestras leyes físicas conocidas cesan de aplicarse, plantea preguntas fundamentales sobre el origen del universo y la naturaleza misma de la causalidad en condiciones extremas. Del mismo modo, la búsqueda de una teoría unificada que armonice la relatividad general con la mecánica cuántica, y que pueda explicar la unificación de las fuerzas fundamentales, continúa siendo uno de los objetivos más esquivos y, a su vez, más intrigantes de la física teórica.

Esta reflexión crítica nos lleva a reconocer tanto la potencia como las limitaciones de nuestro marco teórico y metodológico actual. Aunque hemos logrado describir y entender una vasta gama de fenómenos naturales, desde la mecánica de las partículas subatómicas hasta la dinámica de las galaxias, aún nos enfrentamos a la tarea de profundizar nuestra comprensión de los principios fundamentales que rigen el universo. La singularidad del Big Bang y la esperada unificación de las fuerzas fundamentales no son solo desafíos técnicos para la física; son también invitaciones a reflexionar sobre la naturaleza de la causalidad y la estructura última de la realidad.

Así, mientras continuamos explorando y ampliando las fronteras de nuestro conocimiento, estos temas siguen estimulando no solo la investigación científica sino también la indagación filosófica. Nos recuerdan que nuestro viaje hacia la comprensión del cosmos está lejos de completarse y que cada respuesta que encontramos nos lleva a nuevas preguntas, cada vez más profundas y fundamentales, sobre el origen, la evolución y el destino final del universo.




Capítulo 4: Demostrando la necesidad de la primera causa necesaria.




Precisiones terminológicas sobre lo necesario.




La exploración de la causalidad, un pilar que sostiene nuestra comprensión del universo, nos lleva a distinguir con precisión entre dos conceptos fundamentales: la causalidad necesaria y la causa necesaria. Aunque ambos comparten la denominación de "necesarios", iluminan aspectos diferentes y cruciales de la estructura causal que subyace a todo lo existente. Esta distinción es esencial para avanzar en nuestra indagación con claridad conceptual y metodológica.

- Causalidad necesaria hace referencia a la relación ineludible entre causa y efecto. En este tipo de conexión, la presencia de una causa específica garantiza invariablemente la ocurrencia de su efecto correspondiente. La característica distintiva de esta relación es su inevitabilidad: si se da la causa, el efecto no puede dejar de manifestarse. Esto subraya un orden subyacente en el universo, donde determinadas condiciones desencadenan consecuencias predecibles y obligatorias.

- Causa Necesaria, por otro lado, se concentra en la cualidad de la causa misma, señalando a aquellas sin las cuales un efecto determinado, o incluso la existencia de ciertos estados de cosas, sería imposible. Este concepto va más allá de asegurar la producción inevitable de un efecto (como lo hace la causalidad necesaria) para enfatizar que sin la existencia de tal causa, el efecto o la realidad que depende de ella simplemente no podrían ser.

Al contemplar la idea de una primera causa necesaria, nos encontramos en un territorio donde estos dos conceptos se entrelazan de manera singular:

- La primera causa necesaria es aquella que no solo da inicio a la serie causal sino que también fundamenta la existencia de todo cuanto sigue. Desde la óptica de la causalidad necesaria, esta causa establece una relación ineludible con el primer efecto, y consecuentemente, con todos los acontecimientos subsecuentes en la cadena. Esto implica que la ocurrencia de estos efectos es una consecuencia directa e inevitable de la primera causa.

- Mirado desde el ángulo de la causa necesaria, este principio inicial se erige como el fundamento sin el cual ni el primer efecto ni ninguno de los que le siguen podrían existir. La primera causa necesaria, entonces, es indispensable no solo para el desencadenamiento de la serie causal sino para la existencia misma del cosmos.




Características deducibles del concepto de causa necesaria




Una vez que se demuestre la necesidad de una primera causa necesaria, su existencia y acción son fundamentales e incondicionales para el inicio y la continuación de una serie causal finita, dentro del marco de causalidad definido. Esta causa se caracteriza por las siguientes propiedades esenciales:




Primacía : Es la primera en la serie causal, no precedida por ninguna otra causa, evitando así una regresión infinita de causas y asegurando la finitud de la serie.




Incondicionalidad : Su existencia y capacidad causal no dependen de ninguna condición, factor o causa externa, siendo por tanto absolutamente necesaria dentro del contexto del sistema causal definido.




Suficiencia : Posee, por sí misma, la capacidad de iniciar la serie causal sin requerir la actuación o presencia de ninguna otra entidad o proceso adicional.




Unicidad : Dada su naturaleza incondicional y primacía, es única en el sentido de que no puede haber múltiples entidades o procesos que cumplan todas las condiciones y propiedades necesarias para ser consideradas como la primera causa necesaria dentro del sistema causal estudiado.




Causalidad no derivada : Actúa como la fuente original de causalidad, de la cual todas las causas y efectos subsiguientes derivan, pero cuya propia causalidad no es derivada de ninguna otra fuente.




Independencia : Mientras que todas las causas y efectos subsiguientes dependen de ella para su existencia y propiedades, ella es autónoma e independiente de ellos en su existencia y operación.

En conclusión, la precedente clarificación nos permite no solo comprender más profundamente cómo se manifiesta la causalidad en el universo, sino también reconocer el papel crucial que juegan ciertas causas en el tejido mismo de la realidad. La primera causa necesaria, como punto de convergencia de estos conceptos, se revela como el cimiento sobre el cual se construye toda la estructura del cosmos, estableciendo no solo el inicio de la serie causal sino también garantizando su continuidad y coherencia. En la contemplación de esta primera causa, encontramos una síntesis de inevitabilidad y esencialidad que subraya su papel como el fundamento último de todo lo que existe, invitándonos a reflexionar sobre la naturaleza última de la causalidad y la estructura fundamental de nuestro universo.



Capítulo 5: La Necesidad de una Causa Primera: Argumentos Deductivos y Evidencia Científica







A continuación veremos si se puede utilizar la lógica matemática para expresar y validar los argumentos lógicos que sostienen la necesidad de una primera causa necesaria.




1. Primera formalización




Para formalizar y exponer la demostración de la necesidad de una primera causa necesaria dentro de un marco de lógica de predicados de primer orden, podemos emplear un enfoque que articule los principios fundamentales que hemos establecido, en términos formales. Aunque la lógica matemática puede expresarse de muchas maneras, aquí usaré un enfoque basado en premisas y conclusiones para estructurar la argumentación de forma clara y concisa.




Premisas




(P1) Toda serie causal finita y esencial requiere al menos una causa que no sea efecto de otra causa precedente.




(P2) Una causa necesaria es aquella cuya existencia es incondicional, es decir, no depende de ninguna otra causa.




(P3) Sin una primera causa necesaria, se incurre en una regresión infinita de causas, lo cual contradice la definición de una serie causal finita y esencial.




(P4) La coherencia del sistema causal (definido como un conjunto ordenado y finito de eventos causales que interactúan de manera esencial y actual) depende de la existencia de una base incondicional y no derivada que inicie y sustente la serie.




(P5) Una primera causa necesaria, por definición, no puede tener causas precedentes ni depender intrínsecamente de otras causas para su existencia y capacidad causal.




Lógica Formal




Podemos representar estas premisas en una forma que permita derivar la necesidad de la primera causa necesaria:




De (P1) y (P3) : Se establece la necesidad de una causa que inicie la serie sin ser el efecto de una causa precedente, para evitar la contradicción de una regresión infinita y asegurar una serie finita.




De (P2) y (P5) : Esta causa inicial debe ser incondicional e independiente, es decir, su existencia y capacidad de causar no dependen de ninguna otra causa.




De (P4) : La coherencia y existencia del sistema causal dependen intrínsecamente de esta causa incondicional e independiente.




Conclusión




Por lo tanto, se concluye que (C) debe existir una primera causa necesaria que es incondicional e independiente para asegurar la coherencia y finitud de cualquier sistema causal finito y esencial. Esta causa necesaria no tiene precedentes ni dependencias intrínsecas, lo cual la valida como el fundamento ineludible del sistema causal.




Para formalizar las premisas y derivar la conclusión en el marco de la lógica matemática, podemos optar por un nivel de lógica de primer orden, ya que permite la cuantificación de variables y puede manejar adecuadamente las relaciones y propiedades implicadas en las premisas y conclusiones que hemos discutido. La lógica de primer orden nos brinda la precisión necesaria para tratar con conceptos como causalidad, independencia y finitud de series, además de permitir la expresión de generalizaciones, como "toda serie causal finita y esencial".

Para ilustrar cómo podríamos formalizar estas premisas y llegar a la conclusión deseada, emplearemos una combinación de cuantificación y operadores lógicos. Adaptaremos los símbolos y la notación para seguir las especificaciones proporcionadas. Se usarán variables ligadas x, y, o z para las entidades en nuestro universo de discurso (principalmente series causales y causas), y se utilizarán letras mayúsculas o expresiones encabezadas con mayúsculas para los predicados u operadores que denotan propiedades o relaciones.




Formalización completa y demostración de la inferencia:





Símbolos lógicos:




∀: cuantificador universal

∃: cuantificador existencial

→: condicional

↔: bicondicional

∧: conjunción

¬: negación




Predicados:




SF(x): x es una serie causal finita y esencial

C(y): y es una causa

ED(y,z): y es efecto de z

BN(y): y es una causa necesaria y una base incondicional

RI: hay una regresión infinita de causas

CO: el sistema causal es coherente




Reglas de inferencia:




Modus ponens

Simplificación

Generalización

Existential instantiation

Universal instantiation

Reductio ad absurdum




Premisas:




1 ∀x (SF(x) → ∃y (C(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z))))

2 ∀y (BN(y) ↔ ∀z (C(z) → ¬ED(y,z)))

3 ¬∃y (BN(y)) → RI

4 CO ↔ ∃y (BN(y))

5 ∀y (BN(y) → ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))




Conclusión:




CO → ∃y (BN(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))




Demostración:




Paso 1: Demostración de
 ∀y(C(y) → ¬ED(y,y))




Usamos la Premisa 2 (∀y (BN(y) ↔ ∀z (C(z) → ¬ED(y,z))))

Instanciamos el cuantificador universal ∀y con la variable y

Obtenemos BN(y) ↔ ∀z (C(z) → ¬ED(y,z))

Usamos la Premisa 5 (∀y (BN(y) → ¬∃z (C(z) ∧ EF(y,z))))

Instanciamos el cuantificador universal ∀y con la variable y

Obtenemos BN(y) → ¬∃z (C(z) ∧ EF(y,z))

Usamos la lógica proposicional para obtener BN(y) → ¬ED(y,y)




Paso 2: Demostración de ¬∃y(BN(y)) → ∃y(C(y) ∧ ED(y,y))




Usamos la Premisa 3 (¬∃y (BN(y)) → RI)

Suponemos ¬∃y(BN(y))

Usamos el Modus Ponens para obtener RI

Usamos la Premisa 1 (∀x (SF(x) → ∃y (C(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))))

Instanciamos el cuantificador universal ∀x con la variable x

Obtenemos SF(x) → ∃y (C(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))

Instanciamos la variable x con la constante "RI"

Obtenemos SF (RI) → ∃y (C(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))

Usamos el Modus Ponens para obtener ∃y (C(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))

Usamos la lógica proposicional para obtener ∃y(C(y) ∧ ED(y,y))




Paso 3: Demostración de 
CO → ∃y (BN(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))




Usamos la Premisa 4 (CO ↔ ∃y (BN(y)))

Instanciamos el cuantificador existencial ∃y con una nueva variable, por ejemplo, y'

Obtenemos CO → (CO ≡ ∃y' (BaseNecesaria(y')))

Usamos la Simplificación (la definición de CO):

Obtenemos (CO ≡ ∃y' (BN(y'))) → ∃y (BN(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))

Usamos el Modus Ponens del paso 2 (¬∃y(BN(y)) → ∃y(C(y) ∧ ED(y,y))):

Obtenemos (CO ≡ ∃y' (BN(y'))) → ¬∃y(BN(y)) ∨ ∃y (BN(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))

Usamos la Ley de De Morgan (de la lógica proposicional):

Obtenemos (CO ≡ ∃y' (BN(y'))) → ¬(∃y(BN(y))) ∨ ∃y (BN(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))

Usamos la equivalencia introducida en el paso 3:

Obtenemos ¬CO ∨ ∃y (BN(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))

Usamos la lógica proposicional (ley del tercio excluido):

Obtenemos CO → ∃y (BN(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))

Conclusión: ∃y (BN(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))




2. Segunda formalización


Para formalizar la argumentación sobre la necesidad de una primera causa necesaria en lógica de predicados, definiremos algunos términos y luego formularemos las premisas y conclusiones correspondientes.



Símbolos lógicos:


∀: cuantificador universal

∃: cuantificador existencial

→: condicional

∧: conjunción

¬: negación



Predicados:




C(x): x es una causa

E(x): x es un efecto

N(x): x es una causa necesaria

D(x,y): x depende de y (x es el efecto e y la causa)

P(x): x es la primera causa




Premisas:




1 ∀x (C(x) ∧ ¬E(x) → N(x))

  2∀x (N(x) → ¬∃y (C(y) ∧ D(x,y)))

3 ∃x (P(x) ∧ N(x))

4 P(x) → (C(x) ∧ ∀y (C(y) → (D(y,x) ∨ y = x)))




Conclusión:



∃x (P(x) ∧ ∀y (C(y) → (D(y,x) ∨ y = x)) ∧ N(x))


Reglas de inferencia:


Modus ponens

Simplificación

Generalización

Existential instantiation

Universal instantiation

Reductio ad absurdum


Validez:


Paso 1: Demostración de ∀y (C(y) → ¬D(y,y))


Usamos la Premisa 2 (∀x (N(x) → ¬∃y (C(y) ∧ D(x,y))))

Instanciamos el cuantificador universal ∀x con la variable y

Obtenemos N(y) → ¬∃z (C(z) ∧ D(y,z))

Usamos la lógica proposicional para obtener N(y) → ¬D(y,y)



Paso 2: Demostración de P(x) → N(x)


Usamos la Premisa 3 (∃x (P(x) ∧ N(x)))

Instanciamos el cuantificador existencial ∃x con la variable x

Obtenemos P(x) ∧ N(x)

Usamos la lógica proposicional para obtener P(x) → N(x)

Paso 3: Demostración de ∃x (P(x) ∧ ∀y (C(y) → (D(y,x) ∨ y = x)) ∧ N(x))


Usamos la Premisa 4 (P(x) → (C(x) ∧ ∀y (C(y) → (D(y,x) ∨ y = x))))

Usamos el Modus Ponens del paso 2 (P(x) → N(x)):

Obtenemos P(x) → (C(x) ∧ ∀y (C(y) → (D(y,x) ∨ y = x)) ∧ N(x))

Usamos la Simplificación:

Obtenemos ∃x (P(x) ∧ ∀y (C(y) → (D(y,x) ∨ y = x)) ∧ N(x))


Conclusión:

∃x (P(x) ∧ ∀y (C(y) → (D(y,x) ∨ y = x)) ∧ N(x))




Esta formalización representa lógicamente la estructura de nuestro argumento acerca de la necesidad de una primera causa necesaria. Indica que si existe una entidad única (la primera causa), entonces es necesaria y de ella todas las demás causas dependen o son idénticas a ella. La dependencia se interpreta como la relación causal en la que la existencia o la manifestación de cualquier otra causa o efecto dentro del sistema es condicionada por la existencia de esta primera causa. La lógica de predicados nos permite expresar estas relaciones y dependencias de una manera clara y estructurada, facilitando el entendimiento y la validación formal de nuestros argumentos.




3. Prueba por reducción al absurdo:




Para desarrollar una estrategia contundente que combine y desarrolle dos líneas argumentativas, fortaleciendo la defensa de la independencia y necesidad absoluta de la primera causa necesaria, vamos a estructurar una demostración lógico-formal que incorpore ambos enfoques, utilizando elementos de lógica de predicados para una mayor precisión.



Definiciones y Premisas

1. Definamos C como la primera causa necesaria dentro de una serie causal finita.
2. Asumamos que la serie causal no puede ser infinita, basándonos en la premisa de finitud y coherencia del sistema causal.
3. Aceptamos que para que C sea considerada la primera causa, debe ser independiente de cualquier otra causa (no puede depender de causas precedentes o intrínsecas).

Deducción Combinada

1. Supongamos, para la contradicción, que C depende de otras causas C1,C2,…,Cn o que tiene una causa C'

2. Si C depende de C 1 , C 2 , … , C n
- Dado que la serie debe ser finita, seguir esta cadena de dependencias conduciría eventualmente a una "última" causa en la serie, contradiciendo la definición de C como la primera.
- Esto implicaría que C no es la primera causa, lo cual contradice nuestra definición inicial y el propósito de C .

3. Si C tiene una causa C'
- C' se convertiría en la verdadera primera causa necesaria, desplazando a C de su posición, lo cual es una contradicción.
- Si seguimos este razonamiento ad infinitum, nunca llegaríamos a una verdadera primera causa, contradiciendo la premisa de finitud del sistema causal.

4. En ambos casos, llegamos a una contradicción con la definición y las propiedades requeridas para C . Por lo tanto, nuestra suposición inicial de que C depende de otras causas o tiene una causa C' debe ser falsa.

Conclusión

5. Concluimos que C debe ser independiente de cualquier otra entidad y absolutamente necesaria:
- Independiente, ya que no puede depender de ninguna otra causa sin incurrir en una contradicción.
- Absolutamente necesaria, porque no puede tener una causa precedente, asegurando su posición como la incausada y la fuente de la serie causal.

Esta demostración, al integrar y desarrollar las deducciones previas en una estructura lógico-formal coherente, proporciona una defensa sólida de C como la primera causa necesaria. Al recurrir a la reducción al absurdo, demostramos que cualquier suposición de dependencia o causación previa de C lleva a contradicciones con las premisas de finitud y coherencia del sistema causal, reafirmando así la independencia y necesidad absoluta de C dentro de nuestro modelo teórico causal.
 
4. Corolario de la primera deducción:

Podemos explorar otras conclusiones deducibles de las premisas dadas en los argumentos anteriores examinando las implicaciones lógicas y aplicando las reglas de inferencia. Una de esas consecuencias sumamente interesante es que si no hay una regresión infinita de causas, entonces el sistema causal es coherente, por lo que deducimos para un sistema causal dado que, la imposibilidad de una regresión infinita implica coherencia en el sistema. Veamos cómo se deduce de la primera demostración presentada en este capítulo.

Premisas:

 1   ∀x (SF(x) → ∃y (C(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z))))
 2   ∀y (BN(y) ↔ ∀z (C(z) → ¬ED(y,z)))
 3 ¬∃y (BN(y)) → RI
 4  CO ↔ ∃y (BN(y))
 5  ∀y (BN(y) → ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z)))

Conclusión:
¬RI → CO

Demostración:

1. ¬∃y (BN(y)) (Premisa 3)

2. ¬BN(a) (Instanciación universal de la 1 sobre a)

3. BN(a) ↔ ∀z (C(z) → ¬ED(a,z)) (Premisa 2)

4. ∀z (C(z) → ¬ED(a,z)) (Modus ponens de 2 y 3)

5. C(b) → ¬ED(a,b) (Instanciación universal de la 4 sobre b)

6. ¬ED(a,b) (Modus ponens de 5 y la suposición de C(b))

7. ¬∃z (C(z) ∧ ED(a,z)) (Existencia negativa con b)

8. SF(a) → ∃y (C(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z))) (Premisa 1)

9. ∃y (C(y) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(y,z))) (Modus ponens de 8 y la suposición de SF(a))

10. C(c) ∧ ¬∃z (C(z) ∧ ED(c,z)) (Existencia con c)

11. ¬∃z (C(z) ∧ ED(c,z)) (Existencia negativa con z)

12. ¬ED(c,c) (Existencia negativa con c)

13. BN(c) (Modus ponens de 12 y la definición de BN(y))

14. ∃y (BN(y)) (Existencia con c)

15. CO (Modus ponens de 14 y la definición de CO)

16. ¬RI → CO (Modus ponens de 3 y 15)




Explicación de la Conclusión:

Queda demostrado que la coherencia de un sistema causal está directamente relacionada con la ausencia e imposibilidad de regresión infinita. La conclusión 
¬RI → CO establece que si no hay una regresión infinita de causas en el sistema causal, entonces el sistema causal es coherente. En otras palabras, la coherencia del sistema causal se sigue de la inexistencia de una regresión infinita de causas. Esto sugiere que la presencia de una regresión infinita de causas podría indicar una falta de coherencia en el sistema causal.






lunes

DESCARTES Y LA MÁSCARA DE UN ESTRATEGA. UNA INVESTIGACIÓN A PARTIR DE IDEAS DE ÉDUARD MEHL

DESCARTES, LAS MÁSCARAS DE UN ESTRATEGA

Intento mostrar que Descartes era, además de un gran filósofo, un estratega muy adaptativo, que fue cambiando sus planes de campaña según las circunstancias como parece haber manifestado en algunas ocasiones en su correspondencia, sobre todo a su amigo Marin Mersenne, como cuando, desde 1638, solicitó su apoyo para ganarse el favor eclesiástico.

Veremos cómo sin cambiar sustancialmente su física sí lo hizo con el modo de interpretar ciertos fenómenos. Nos preguntaremos sobre las motivaciones que provocaron esos cambios formales o relativos dentro de su sistema físico, tratando de ver si obedecían a la lógica de la razón pura o bien, por el contrario, a factores extraepistémicos o, en todo caso, pertenecientes a otro tipo de racionalidad no estrictamente científica.

En segundo lugar, y en relación con lo anterior, me gustaría examinar qué pudo pasar para que, desde el Tratado del Mundo a los Principios de la Filosofía, Descartes cambiase de la posición de defensa de la movilidad de la tierra ( como es evidente en los escritos no publicados de la tercera década del S.XVII) hacia declaraciones en la década de los cuarenta en las que manifiesta que la tierra no se mueve.

EL PULSO ENTRE DESCARTES Y LA POSICIÓN PAPAL

En diciembre de 2016 el Prof. Édouard Mehl publicó en la revista "Archives Internationales d'histoire des Sciences, vol. 66, nº 177" un ensayo titulado " Les états de la matière solaire dans les Principia Philosophiae de Descartes ". En este estudio aborda, entre otros asuntos, la reacción de Descartes al enterarse de la condena de Galileo, y explica cómo del "Tratado del Mundo" al "Discurso del método" se produce un cambio de estrategia al pensar Descartes que su sistema físico del mundo no podría ser bien recibido sin una sólida fundamentación metafísica. Recordemos que desde el momento en que el filósofo francés retira de imprenta su "Tratado del Mundo" hasta la publicación del "Discurso"( 1637) pasan aproximadamente cuatro años, y que en 1630 había mantenido una interesantísima correspondencia con el P. Mersenne sobre la creación de las verdades eternas, cosa que ha sido muy estudiada y sobre la que el Prof. Mehl también ha publicado estudios interesantísimos.

En el artículo anteriormente referido nos encontramos una cita a pie de página, como comentario a un texto sobre el interés cartesiano por comprender físicamente la génesis del sol (1). En esta cita, el Prof. Mehl reconoce abiertamente algo que refrenda lo que ya intuyó Morpurgo Tagliabue y que desarrollé en mis estudios desde 2014, a saber:

" Se sabe que las hipótesis cosmogónicas de Descartes se presentan como hipótesis sin fundamento ( prefiero traducir así "fausses", preferiblemente a falsas, pues el sentido más coherente sería el de explicaciones para intentar salvar las apariencias),y que Descartes no pretende sino explicar, "en relación a las cosas no percibidas por nuestros sentidos", de qué forma "pueden ser" conforme a las (apariencias) que se ven (PP 4, 204). Es cierto que Descartes expone su "Tratado del Mundo" al modo de una "fable", es decir, una fábula. Este reclamo se apoya en el mismo Aristóteles, citado en el texto ...como lo hizo antes que Descartes el astrónomo Longomontanus... Pero la razón de ello no es sino porque aún no había puesto los fundamentos metafísicos de los que se podían deducir los principios o leyes científicas del mundo natural. Mientras tanto parecía preferir mantener un perfil bajo, pensando en la publicación de un tratado que sólo saldrá a luz póstumamente. Aunque, como confirma a Mersenne en la década de los años treinta, estaba completamente convencido de que su física se seguía necesariamente de los primeros principios metafísicos que él creía haber encontrado.

Como bien dice Mehl: Esta posición "aristotélica"responde al argumento autoritario empleado por Urbano VIII contra las pretensiones de Copérnico o Galileo de otorgar al objeto de la Física una necesidad física. Descartes comparte las premisas del razonamiento, tal y como se exponen, por ejemplo, en "De Deo uno", de Agostino Oreggi ( Tractatus Primus, Roma, 1629, p. 194-195) (2)...De este argumento, que Descartes conoce perfectamente y que parece respetar casi literalmente en las cartas a Mersenne de 1630 ( 15 de abril de 1630, AT I): " Podemos estar ciertos de que Dios puede hacer todo lo que podamos comprender, pero no que no pueda hacer lo que no podamos comprender, pues sería temerario pensar que nuestra imaginación tiene tanta extensión como su poder. Espero poder escribir sobre esto, incluso antes de que pasen quince días, en mi física..." ( AT I, 146) Pero tanto las cartas de 1630 como toda la última sección de los "Principios de la Filosofía ( PP)" toman de hecho posición contra las conclusiones escépticas, que parecerían seguirse del argumento de Urbano VIII" ( op cit. 409)

Como podrá comprobar el lector, el Profesor Dr. Mehl ratifica con su argumento que, como yo lo expresaba en 2014, Descartes proyectaba darle la vuelta a las razones del Papa partiendo del consabido principio de la Omnipotencia Divina. Hay matices diferenciales insignificantes, pero lo importante es la coincidencia de fondo.

Se puede decir muy bien que no sólo este señalado aspecto está presente en la correspondencia cartesiana del año treinta, sino también en su obra publicada. En efecto, por ejemplo, en los "Principia Philosophiae" ( 1644):

" Hemos subrayado anteriormente que todos los cuerpos que componen el universo están hechos de una misma materia que es divisible en toda clase de partes y que ya está dividida en muchas que se mueven diversamente y cuyos movimientos son, de algún modo, circulares y que hay siempre una cantidad igual de estos movimientos en el mundo; pero no hemos podido determinar del mismo modo el tamaño de las partes en que esta materia está dividida ni cuál es la velocidad con que se mueven ni qué círculos describen. Pues estas cosas, al poder Dios haberlas ordenado de una infinidad de maneras, no es sino por la experiencia y no por la fuerza del razonamiento como podemos saber cuál de todas eligió. Es por ello que estamos en libertad  de suponer lo que queramos ( aquí está el eco del argumento del Papa) con tal de que todas las cosas que se deduzccan estén totalmente de acuerdo con la experiencia" ( Oeuvres de Descartes Vol. VIII, PP. Tercera parte, párr 46. AT, Vrin, París

Ahora bien, creo que las investigaciones del Dr. Mehl abren una perspectiva muy interesante a escudriñar o ( quizás todavía no más que ) a conjeturar. Habrá que esperar a la publicación de los próximos resultados de sus recientes investigaciones para ver el horizonte que abren sus conclusiones y encajar todas las piezas de lo que fue la modernidad dentro del contexto histórico-cultural a partir del cual se generó y configuró. A su vez, si ha quedado en el olvido algo que permita arrojar más luz para vislumbrar los hilos conductores que de manera transversal recorren el pensamiento desde Descartes a Hegel, podría ayudar rescatarlo del olvido histórico para seguir repensando el camino seguido por las reflexiones sobre la razón y sus constructos epistémicos que, a través de la historia de la filosofía, aquélla irá autolimitando y fragmentando cuanto más anhela su autonomía e independencia, a la vez que liberando y ampliando cada vez más su poder de transformación y dominación sobre lo real : primero, reivindicando su libertad frente a la tradición religiosa, más tarde buscando la tierra firme en la cual fuese posible la ciencia libre de metafísica y artífice del progreso de la humanidad, en un proceso histórico que la destinaba a periódicas crisis manifiestas en las múltiples formas que irían apareciendo desde el S.XIX hasta nuestro tiempo.

El pensamiento medieval complicó las distinciones platónicas ( doxa y episteme) y aristotélicas ( experiencia, ciencia, arte) en los modos del conocimiento humano introduciendo una forma superior de sabiduría a aquella que los griegos llamaban "episteme" y los latinos "scientia", a saber: la sobrenatural de la "Theologia". Para aquéllos la "philosophia" era lo sumo en la búsqueda del saber y la verdad accesible al hombre por posibilitar gozar lúcidamente de una vida temporal que, en su temporalidad y lucidez, les acercara en la fugacidad de la vida humana a lo más parecido a la eterna divina en la que se daba la identidad perfecta del inteligir con lo inteligible.Pero la perspectiva introducida por el cristianismo dió lugar a la primera forma de fragmentación de los saberes, al aparecer la Teología como ruptura de nivel y consumación sapiencial eminente de la que eran subordinadas todas las otras y, especialmente, subsidiaria la filosofía. Desde mi punto de vista, esta era la idea que articuló las manifestaciones concretas de lo que se comprende como teocentrismo medieval.

Ya sabemos que hubo hitos importantes en el camino que llevó hasta Descartes en la labor de reconquistar su independencia o autonomía propia para la razón científica. Pero no deja de ser gran verdad que Descartes dió el gran paso de iniciar el proceso emancipativo de la razón y precisamente siendo llamada a someterse al examen crítico por ella misma como facultad de conocer y no bajo ninguna otra instancia judicial. Por ello resulta extraño, por no decir paradójico, que, en lo personal, Descartes se moviese con cierto interés por complacer a los teólogos. Y más sorprendente sería si el filósofo racionalista por excelencia hubiese dicho cosas distintas en lo privado que en lo público por motivaciones adaptativas no del todo claras a la luz de una racionalidad pura 


EL AMBIENTE CRISPADO DE LAS MEDITACIONES

En otro de sus ensayos de 2013 titulado " La philosophie au tribunal de la théologie? Sur la dédicace des Méditations de Descartes à la Faculté de Théologie de la Sorbonne"( 3) el Prof. Dr. Mehl puede habernos puesto sobre la pista de un aspecto sumamente interesante en esta historia que comenzó con la angélica doctrina que sólo por Galileo y Oreggi atribuimos a la mente del Papa Urbano VIII, aun cuando está por examinar si sobre éste pudieron influir otros inductores próximos a él.

Édouard Mehl desarrolla su estudio en cinco partes:

Un contexto intelectual difícil ( pp. 428-431)
La censura de las tesis cartesianas ( pp. 432-434)
Descartes y el estatus de la metafísica ( pp.434-439)
La dedicación de las Meditaciones (pp.439-444)
Filosofía y conocimiento de Dios ( pp. 444-449)

Me interesa de su ensayo la pregunta que plantea Mehl de esta forma: " ¿ Por qué somete las "Meditaciones" a los teólogos si pensó que teología y filosofía no comparten ni el objeto (formal) ni los mismos métodos?...¿ Por qué sometió su obra en 1641a la aprobación de una instituición a la que no reconocía competencia en el ámbito filosófico?" (op.cit., p. 438)

Es bien sabido que Descartes dedica sus "Meditaciones metafísicas" ( 1641) al juicio de los teólogos de la Sorbona. Como el Prof. Mehl comenta en su estudio esto parece algo bastante inexplicable en la obra de un filósofo que reclama la separación entre el pensamiento filosófico y la teología y, sobre todo, cuando, por el famoso " caso Galileo" se cuestionaba la competencia de la teología para juzgar sobre nada que entrase dentro del campo de la filosofía, es decir, de todo lo que puede ser conocido mediante la luz natural de la razón.

La pregunta es pertinente sobre un autor como Descartes, primer representante del racionalismo moderno que declara que " el conocimiento humano reposa sobre sus propios fundamentos y, liberado de toda autoridad, no procede más que con sus propias armas, es decir, "la razón pura", lo cual nadie enunció mejor que Descartes con la afirmación del "Cogito" como primer principio de todo conocimiento" (op.cit., p.428)

Mehl piensa que la dedicatoria habría que situarla en un contexto polémico, conflictivo, definido inicialmente por el famoso caso Galileo y, más tarde y posterior a las Meditaciones, por el choque entre la teología ( calvinista, primero, pero después también la católica) y el cartesianismo. El caso Galileo abre dos frentes – o como hubiese dicho Morpurgo-Tagliabue, un doble "campo de batalla-: el primero, entre la verdad científica y la verdad revelada, que "suppose une espèce de confusion des deux plans" y cuya separación es afirmada claramente a partir de Descartes, "ce que signifie que l'Écriture ne contient aucunne vérité scientifique, et n'intéresse que la sotériologie", es decir, que en las Sagradas Escrituras no se contiene ninguna enseñanza con pretensión de ser verdad científica sino sólo lo preciso en lo moral para la salvación. El segundo frente o dificultad es el cuestionamiento de la autoridad de la teología sobre el pensamiento racional: dado que la teología se limita a la exégesis y a la doctrina de salvación contenida en las Escrituras, " ¿cómo puede juzgar de lo que sea contrario a la fe" en el ámbito de las ciencias de la naturaleza?. O como lo enuncia Mehl de forma muy precisa: " La cuestión puede formularse de forma más general así: ¿ Qué otra autoridad (distinta a ) la experiencia, qué otro tribunal ( distinto a) las matemáticas pueden servir de árbitro en torno a las cuestiones científicas?"(op.cit., p. 429)

Por ende, todo ello puede dar pie a pensar que la Teología se había entrometido en algo que no le incumbía al condenar a Galileo, faltando a su competencia esencial que era velar por la salvación de las almas ( op.cit., 429).

Al abordar estos aspectos el Prof. Mehl, en un pie de página ( op.cit.,pp.429-430), hace una cita en la que reconoce que Descartes no sólo estaba bien enterado del problema relacionado con Galileo sino también se preocupaba sobre " la question de l'autorité des Cardinaux" o, para hacerme entender: se interesó por la opinión de los cardenales sobre el caso Galileo. Dice Mehl que en torno a 1634 "demandait si le Pape et le Concile avaient ratifié la décisión des cardinaux et de la congrégation de l'Index ( instituée depuis seulement 1571) de déclarer l'héliocentrisme "erroné en la foi"(Descartes à Mersenne, février 1634,AT I, 281,18-25). Obviamente después, en 2016,Mehl había hallado la clave que aclaraba esto mismo (3) pues, como ya hemos indicado al respecto, Mehl acredita que Descartes ya estaba bien informado sobre los reparos del Papa frente al heliocentrismo expuestos en una doctrina que los historiadores atribuyen a él sólo porque Galileo la alude y un jesuita, Oreggi, la expone en 1629 como consejo prudente dado por Maffeo Barberini ( Urbano VIII después) a su amigo Galileo (4). Pero a continuación Mehl desvela un temor que Descartes confesó a Mersenne, a saber: "el presunto papel jugado por los jesuitas en la condenación de Galileo, un papel que Descartes supone que es esencialmente político"( op.cit., p.430). Esto se explica bien más allá de lo que sabía Descartes sobre la famosa disputa entre el P. Scheiner y Galileo en torno a la prioridad del descubrimiento de las manchas solares. Sólo hay que seguir la correspondencia de Descartes y, en especial, sus desencuentros con Bourdin ( no sólo sobre la Dióptrica sino sobre los primeros principios contenidos en sus Meditaciones) , para saber que Descartes temía que detrás de un enemigo particular de la Compañía estaba toda la institución.

LA MAL LLAMADA "METAFÍSICA" DE DESCARTES

En este ambiente conflictivo, como señala Mehl, Descartes desarrolla una "reflexión filosófica indisociable de la elaboración de una física". Y continúa diciéndonos: " en esa física el heliocentrismo y el movimiento de la tierra no son las premisas obligadas del razonamiento sino que son una consecuencia necesaria de principios demostrativos tan evidentes que si sus implicaciones fuesen falsas, "todos los fundamentos de mi filosofía lo son también" ( Descartes à Mersenne, novembre 1633, AT I, 271, 10-11)"( op.cit, p.430)

Encontramos aquí una razón por la que Mehl advierte un giro en la concepción de la metafísica que se inaugura con Descartes para la Modernidad. Él se remite al " primer texto donde Descartes expresa su visión de la metafísica" (op.cit., 434), en el que expone su teoría de las verdades eternas y donde explicita implicaciones teológicas. En la muy conocida correspondencia entre Descartes y Mersenne de 1630 encuentra Mehl base para su tesis:

"La metafísica, claramente definida aquí ( carta del 15 de abril de 1630) como conocimiento racional de Dios y del alma, merece mal su nombre: en cualquier caso no se entiende como en Aristóteles ni mucho menos Averroes, que la metafísica comienza allí donde concluye la física, a saber, con el descubrimiento de un Primer Motor Inmóvil. La ciencia del movimiento no conduce a una teología sobre el Primer Motor...la via motus que conducía a la inteligencia de la concepción del movimiento a la de su primera causa" ( op.cit., 436)

Y es cierto, pues las vías que abre Descartes para llevarnos hasta la demostrativa evidencia de la existencia de Dios no parten de ninguna de las verdades evidentes "quoad nos" según la filosofía escolástica, en definitiva, aspectos esenciales de los entes cognoscibles a posteriori, por la experiencia sensible. Fue éste uno de los asuntos, junto con la teoría cartesiana sobre el innatismo de la la idea de Dios, que llevó a la cautelar inclusión de la obra cartesiana en el index librorum prohibitorum ( 1663) (5)

Édouard Mehl profundiza para hacernos ver que ese giro también creó una distinción absoluta entre filosofía y teología " en el seno de la unidad".Y lo explica así:

La distinción entre filosofía y teología " se hace menos por el objeto que, para decirlo según el argot escolástico, por la razón formal: la metafísica y la teología pueden hablar sobre el mismo objeto pero la metafísica no dice sobre ello más que lo que se puede saber por la razón humana y "no llega nunca a lo que depende de la revelación que es lo que llamo propiamente teología"( AT I, 144, 1-3)"( op.cit., p.435)

Aunque la separación entre teología y metafísica sea absoluta y ésta ya no puede ofrecerse como "ancilla theologiae", sin embargo, se supeditará a establecer los fundamentos de la física desde la idea de Dios que es connatural en el seno íntimo del sujeto pensante. Mehl se ocupa también en este ensayo de demostrar que en ello radica la dificultad de la recepción de su obra por parte de las autoridades eclesiásticas católicas. Pero tengo que pasar por alto este tema de tanto interés para volver a la cuestión que me ocupa desde el principio, es decir, aclarar en la medida de lo posible las razones por las que Descartes solicita de teólogos el " placet" para sus Meditaciones.

DESCARTES, ¿UN FILÓSOFO COMPLACIENTE CON LOS TEÓLOGOS?

Por fin llegamos al tema que me interesaba tratar en relación con la cuestión que planteaba Mehl sobre los motivos por los que Descartes se atrevió a dar el paso de presentar sus Meditaciones al juicio de los teólogos de la Sorbona.

En " La dédicace des Méditations" Mehl profundiza en la estrategia cartesiana que él claramente dice que era "política". Sigue un análisis muy interesante del texto de la dedicatoria. Aunque el autor lo reseña como una observación casi de pasada, diciendo:

"Descartes traza con precisión los límites de la autoridad, y las razones para las cuales busca un aval: esta competencia es la que "todo el mundo" le atribuye, es decir, aquellos a los que no se tiene ni por sabios ni filósofos. Pues aunque el "mundo" no sigue el principio de la razón, sin embargo es más proclive a la autoridad, y todo cuanto queda fijado en el "nombre de la Sorbona" causa más efecto que cualquier argumento racional.
"Las palabras de Descartes se podrían tomar como una ironía que rozaría la irreverencia ( dont l'ironie frôle l'irrévérence)" ( Édouard Mehl, op.cit, p. 439)

Según Mehl la intención expresa de Descartes podría significar cuestionar en la práctica la autoridad de la Sorbona " en el mismo momento en que reclama el placet ( aval) y la protección" (op.cit. 439)

El texto de la dedicatoria de las Meditaciones al que hace referencia fue traducido por Morente así:

" Por todo lo cual, señores, a pesar de la fuerza que puedan tener mis razones, como pertenecen a la filosofía, no espero que produzcan gran efecto en los espíritus si vosotros no les concedéis vuestra protección. Pero siendo tanta la estimación que todo el mundo siente por vuestra sociedad y gozando el nombre de la Sorbona de tan gran autoridad, que en lo tocante a la fe ninguna otra compañía, después de los sagrados concilios, ha visto nunca tan respetados sus fallos, y no sólo en cosas de fe, sino también en lo que se refiere a la humana filosofía, pues nadie cree que sea posible hallar mayor solidez y más conocimientos que los que vosotros tenéis" ( 6)


La conjetura de Mehl parece muy sugerente, pero requiere ser contrastada con las manifestaciones que Descartes hiciera a su confidente en privado para descartar posibles inconsistencias interpretativas de las palabras manifiestas y publicadas en las Meditaciones y los diversos momentos en que Descartes expresó sus propósitos por correspondencia privada. 

 
Y quizás, qué mejor que empezar por la carta enviada a un Doctor de la Facultad de Teología, el P. Dr. G. Gibieuf, un miembro destacado también del Oratorio y conocido de antes por Descartes. Una carta escrita aparentemente con mucha naturalidad, pues Descartes se salta todo respeto protocolario para dirigirse a su destinatario. Posiblemente Descartes quería que llegara a manos del teólogo cuando recibiese una copia del manuscrito de las Meditaciones que Descartes enviara a Mersenne para dar a conocer a celebridades esta nueva filosofía a fin de recabar opiniones y objeciones a las que poder responder. De hecho, más adelante, Descartes solicitará a Mersenne que le haga el favor de ocuparse de encabezar decorosamente la susodicha carta – también retocarla- haciendo los honores al P. Gibieuf. En esta misiva del 11 de noviembre de 1640, creo que merece la pena destacar dos cosas: en primer lugar, que le comunica a Gibieuf que ha seguido en sus Meditaciones Metafísicas el camino de dar a conocer la naturaleza del alma y la existencia de Dios, lo cual sin duda era algo que el destinatario recibiría con gran complacencia dado que, como se sabe, era adepto a la espiritualidad agustiniana frente a las posiciones adoptadas por los jesuitas. En segundo lugar, le suplica que sea su intermediario para dar a conocer sus escritos, pues " no puedo hacer que todos los espíritus agudos sean capaces de entenderlos ni que incluso se tomen la molestia de leerlos con atención si no les son recomendados por otros más que yo. Y puesto que no conozco a nadie en el "mundo" que pueda más en esto que los Srs. de la Sorbona ni de quienes esperar juicios más sinceros, me he propuesto buscar particularmente su protección" ( Descartes, AT III, à (Gibieuf), 11 novembre 1640, pp. 237-238, 20-25; 1-3)

El texto de esta misiva parece muy natural, muy espontáneo, apela a sentimientos y sinceridad como lo haría un amigo a otro. No olvidemos que Descartes debió de conocer anteriormente a Gibieuf a través de la mutua relación con Bérulle. Y si no estoy equivocado, Gibieuf se prestó verdaderamente a servir como intermediario para los intereses de Descartes. Pero aunque a un amigo no se le deba mentir, ello no significa que se le haya de contar todo lo que se sepa o piense. Y por tanto, parece que de esta carta no se desprende que Descartes ironizara sobre el papel de autoridad representado por los teólogos parisinos en la dedicatoria posteriormente elaborada para la impresión de las Meditaciones; y , más aún, nos fijamos en que tanto en la carta como en la dedicatoria publicada, "monde" puede hacer referencia a lo que en español llamamos " la gente" y que en la carta, muy claramente, está quizás contemporizando para grangearse simpatía, poniendo por encima y en lugar aparte a los doctores de la Sorbona. Si situamos al autor, como personaje concreto, en las coordenadas de su tiempo, se puede entender que está tratando de conseguir lo que en ese tiempo era muy normal para alcanzar un objetivo más allá de la propia capacidad: mecenazgos.

Contrastemos esta hipótesis. Es muy curioso que en el mismo día Descartes escribe a Mersenne para informarle. Bueno, quizás no sólo para eso, pues Descartes solía servirse de Mersenne no exclusivamente para mantenerse informado sino, probablemente, para obrar de acuerdo con sus proyectos e intereses. Le pide a Mersenne que " para la carta a los señores de la Sorbona, si omití el título, o hace falta alguna firma o cualquier otra ceremonia, le ruego que haga el favor de suplirlos, y creo que estará tan bien siendo escrita por la mano de otro como de la mía. Os la enviaré ( la dedicatoria) separada del Tratado, pues si las cosas van como deben, me parece que será mejor, después de que todo haya sido visto por el P. G(ibieuf) , y, si os place, por otro amigo suyo, que se imprima el Tratado sin la carta, pues la copia está muy mal escrita para ser publicada, y que se presente así a la Sorbona, con la carta escrita a mano" . ( Descartes, AT III, pp.239, 12-25) Y un poco más adelante informa a Mersenne que se ha adelantado enviando también una carta a Gibieuf dándole a conocer que Mersenne voluntariamente quiere encargarse del tema ( es significativo que a Gibieuf se lo dice como dando a entender que Mersenne se presta a ser no tanto de intermediario de Descartes sino más bien como totalmente dispuesto a ser instrumento a disposición de Gibieuf en lo tocante al tema ) ( p.240, 8-11) Como podemos vislumbrar, Descartes es un estratega que parece actuar programando ordenadamente sus tácticas en vistas a un objetivo. Pero, ¿ cuál?

El Profesor Mehl propone dos hipótesis muy interesantes, precisamente cuando plantea la cuestión sobre la intención con que Descartes sometió a los teólogos de la Sorbona sus Meditaciones. Afirma que es preciso ir más allá de la lectura de la misiva al Deán y a los teólogos de la universidad y que puede valer remitirse a otros elementos extrínsecos.

En primer lugar el precedente de la Metafísica de Campanella. Sólo después de la aprobación por la Sorbona pudo ser imprimida la obra en 1638. Mehl sugiere que pudo haber sido Mersenne quien sugirió a Descartes la misma estrategia. No me consta tal cosa pero, obviamente, lo reconozco, es por imposibilidad para acceder a la correspondencia del religioso francés. Sí puede verificarse que Descartes escribió referencias a obras de Campanella ( à Huygens, 1638. AT II,p.48, sobre De sensu rerum; y en 1638, se publicó " Philosophiae rationalis et realis partes V" entre 1636 y 1638. AT III, p. 436). No consta que la hiciese a "Universalis philosophiae seu metaphisicarum rerum". En la recopilación de AT lo que dice Descartes sobre Campanella es muy crítico en relación con la "Philosophiae rationalis": " Lo que yo ví ...no me permite esperar nada bueno de su libro..."

En segundo lugar explica que pudo deberse a una intención más importante: tratar de someter conjuntamente ante la Sorbona las Meditaciones y los comentarios sobre el Génesis (7) ( Édouard Mehl, op cit.,p. 438). Ahora, bien, si leemos con atención el texto citado por Mehl y que el lector encontrará a pie de página, se ve que Descartes hace expresa mención a su "fisica" y no a sus "Meditaciones metafísicas".

Ciertamente Descartes no es claro, contra su regla metodológica, al menos en su correspondencia. Pues a Gibieuf manifiesta que en sus Meditaciones trata de dar a conocer la naturaleza del alma y la existencia de Dios, pero a Mersenne, al mismo tiempo, le dice más que a Gibieuf, es decir, algo que no coincide exactamente con lo que ha querido manifestarle a Gibieuf para su complacencia, a saber: " pues no trato ahí( Meditaciones) solamente de Dios y del alma, sino en general de todas las cosas que pueden conocerse filosofando ordenadamente" ( mi traducción de AT III, 11 novembre 1640 p.239, 5-7)

Creo que se puede referir a algo que vendrá después de las Meditaciones en su proyecto a medio plazo. Se trata de que, al mismo tiempo que las Meditaciones , Descartes ya está preparando sus Principia Philosophiae. Y mientras tramita la deseada aprobación de la Sorbona, él ya tiene el pensamiento puesto en otra cosa. Y comparte el secreto con Mersenne pidíendole la mayor reserva:

" Y mi propósito es escribir por orden todo un Curso de mi filosofía en forma de tesis, en el que sin discursos superfluos, yo establezca solamente todas mis conclusiones con las verdaderas razones de las que se siguen... Pero le ruego que no diga nada a nadie de este plan, sobre todo antes de que mi Metafísica sea impresa" ( Descartes, à Mersenne, 11 noviembre 1640, p.233, 4-7; 15-17)

DESCARTES, DISPUESTO A CORREGIRSE SIN CONVICCIÓN

Descartes sintió que se le presentaba como otro enemigo toda la Compañía de Jesús a través de las críticas del P. Bourdoin. En 1644 dirigirá una carta al P. Charlet, S.J, profesor en La Flèche, en la que le expresa algo que, si se lee con atención toda la carta, se observará que no lo dice tanto desde la convicción filosófica como desde su interés de buscar concordia o ganarse el favor de los jesuítas. Y le dice:

" Al haber publicado por fin los Principios de esta Filosofía...usted es uno de aquéllos a quienes deseo más ofrecer el libro...No temo que mis escritos sean culpados o despreciados por quienes los examinarán; pues yo estaré siempre muy dispuesto a reconocer mis errores y corregirlos, cuando se me haga el favor de enseñármelos; pero yo deseo, en la medida que me sea posible, evitar los falsos prejuicios de aquellos a los que basta saber que yo escribí algo en lo concerniente a la filosofía...para concebir una mala opinión" ( AT IV, p.140)

Descartes sigue manifestándole que lo importante es que sean muchos los que aprueban sus ideas. Lo significativo aquí es la manifestación expresa por Descartes de su disposición a reconocer y corregir aspectos de su sistema, en este caso en concreto, tal y como se encuentra contenido en los Principia Philosophiae. No sólo porque parece someter esta vez esta obra a un jesuita  de La Flèche, no a la élite de la Sorbona, sino porque, de hecho, esta disposición a corregir aspectos de su filosofía, aunque sólo fuese para facilitar su recepción y difusión, la demostró consumadamente y de forma intelectualmente muy astuta. Y fue en un aspecto muy concreto de su física, dentro del marco teórico de su teoría de los vórtices o torbellinos. Otro asunto es si tuvo éxito en su nuevo plan una vez decaída su expectativa de obtener aprobaciones expresas de la curia o de la Sorbona. Ese aspecto era el movimiento de la Tierra.

Tengamos en cuenta lo que suponía lógicamente la manifestación expresada por el muy racionalista Descartes al jesuita: admitir que estaría dispuesto a cambiar aspectos de su sistema físico implicaba uno de estos dos casos en su cadena de razones: que tuviese que cambiarlos por haber razonado mal o bien, si razonó bien formalmente por haber tomado como principios indudables los que no eran enteramente evidentes, es decir, ni claros ni distintos. Lo primero hubiese sido una humillación al reconocerse como mal razonador; lo segundo, más grave, cuestionaría también la capacidad intuitiva de la razón para encontrar cualquier verdad "in se" y "quoad nos" evidente, es decir, la frustrante aptitud de la razón para concordar con la realidad.

¿ Qué se sigue de aquí? Pues que Descartes no podía creer que aquello de lo que estaba convencido racionalmente pudiese ser distinto de lo que pudiese formular de una forma apta, aparentemente opuesta a sus íntimas ideas, para empatizar con personas de relieve cuya aprobación o protección procurase en su estrategia.

Pero no olvidemos la pregunta que dejé sin responder: ¿ Qué objetivo perseguía Descartes para buscar apoyos entre instituciones y autoridades de su tiempo? Creo que podremos dilucidarlo

SOBRE CÓMO DE LO QUE SE MUEVE SE PUEDE DECIR QUE NO SE MUEVE SIN FALTAR A LA VERDAD

Llama la atención cómo en sólo diez años Descartes, desde 1634 a 1644, cambia su forma de referirse a una misma cuestión, a saber: si la Tierra se mueve. Creo que si se lee toda su correspondencia relativa al asunto el lector llegará a la misma conclusión que yo: Descartes tiene en cuenta el modo en que tratar el tema según las personas a las que se dirige y la meta que quiere conseguir a través de ellas.

En una de las cartas que escribe en 1634 a Mersenne, Descartes le expresa su deseo de retirar de imprenta su tratado sobre "Le Monde" como consecuencia de la condena eclesiástica de Galileo. ( à Mersenne, février 1634. AT II, p. 281) Pero unos meses antes Descartes le declaró que su física estaba comprometida sistemáticamente con la afirmación del movimiento de la Tierra:

" Pues yo no me pude imaginar que él ( Galileo) que es italiano e incluso amigo del Papa, por lo que he oído, haya podido ser condenado sino por haber querido sin duda afirmar el movimiento de la Tierra, que yo bien sé que ha sido anteriormente censurado por algunos cardenales; pero creo haber oído decir que después no se le dejaba enseñarlo públicamente ni siquiera en Roma; y considero que si ello ( el movimiento de la Tierra) es falso, todos los fundamentos de mi Filosofía lo son también, pues se demuestra por ellos evidentemente. Y está tan unido con todas las partes de mi Tratado ( Le Monde) que no lo podría quitar sin dejar lo demás completamente defectuoso" ( à Mersenne, novembre 1633. AT I, p. 271)

Como vemos en estos momentos Descartes no dudaba del movimiento terrestre, sin duda porque concebía el movimiento como un cambio de lugar y de localización con respecto al Sol, por ejemplo. Descartes no desconocía la relatividad del movimiento y debía de haber tomado un punto de referencia como si fuera fijo para hablar de un movimiento del que todo cuerpo dentro de la Tierra participa sin poder percibir estar siendo movido con el planeta. La crítica que los newtonianos pudieran hacerle al sistema cartesiano no se concentraría tanto en la ausencia de referencias para medir el movimiento cuanto en dos aspecto lógicamente independientes, a saber: que en el universo "indefinido" en extensión cartesiano era imposible una referencia inmutable como la daba en la mecánica de Newton el espacio absoluto y, en segundo lugar, que la identificación cartesiana de lo material con la espacialidad no dejaba lugar al vacío, de modo que allí donde había espacio había materia en movimiento, permaneciendo constante la cantidad total del movimiento universal de la materia.

En 1643 aún encontramos en Descartes la clarísima convicción sobre el movimiento terrestre, cuando escribe a alguien que desconocemos lo siguiente:

" Quantum autem ad illas controversias, quae ex falsa Philosophia in Theologiam adscitae sunt, non quidem ipsis me immiscebo; sed ,ni fallor, sponte concident, si meae opiniones recipiantur. Restat tantum unus scrupulus, de motu terrae, de quo curavi pro me consuli quendam Cardinalem, qui se mihi amicum a multis annis prositetur, et unus est ex ea congregatione, quae Galileaum condemnavit; audiam ab ipso quid liceat vel non liceat, et modo Romam et Sorbonam pro me habeam, vel saltem non contra me, spero me aliorum invidiae sustinendae parem fore" ( AT V, p. 544)

De acuerdo con la traducción francesa hecha por Armogathe ( véase https://filosofiabetica.blogspot.com.es/2015/02/descartes-et-les-cardinaux-de-rome.html ):

"Y por lo que respecta a esas controversias que se producen hoy dentro de la teología, a causa de los falsos principios de la filosofía sobre los cuales se fundan, no intervendría para quererlas aclarar, por temer pasar los límites de mi profesión. Pero si ocurriese que mis opiniones fuesen aceptadas, yo me atrevo a creer que todas esas controversias cesarán, y que ellas caerán por sí mismas. Sólo me queda hasta hoy un sólo escrúpulo, que es sobre el movimiento de la Tierra. Y por eso, hace varios años, pedí que se consultase por mí a un cardenal que hiciera el honor de admitirme como uno de sus amigos y que pertenece a la Congregación que condenó a Galileo (Francesco Barberini, sobrino de Urbano VIII). Yo aprenderé de él de buen grado cómo me debo comportar en esto; y siempre y cuando tenga de mi parte a Roma y la Sorbona, o por lo menos que no las tenga contra mí, espero ser capaz de soportar solo todos los esfuerzos de mis enemigos."

Pero ya en 1644, una vez redactados pero probablemente antes de ser publicados los Principia Philosophiae Descartes nos sorprende con una toma de postura aparentemente contradictoria con su pensamiento anterior:

" Respecto a la censura de Roma en lo tocante al movimiento de la Tierra, no veo ninguna apariencia; pues niego muy expresamente este movimiento. Creo que  en primer lugar se podrá decir que es sólo de palabra lo que niego para evitar la censura puesto que mantengo el sistema copernicano; pero cuando se examinen mis razones estoy seguro de que son serias y sólidas ..." ( AT V, p. 550) 

El lector puede salir de su asombro si toma en consideración que realmente Descartes no ha cambiado su pensamiento. Pero para ello sería necesario profundizar más en la física cartesiana, que no es nuestro objeto aquí. Baste con decir que ahora está tomando como referencia no al sol sino al "plenum" material, es decir, al espacio lleno de materia fluida compuesta de partículas que de suyo tienden al movimiento rectilíneo uniforme pero que, por interacciones necesarias de unas con otras, se mueven circularmente formando un remolino o vórtice en cuyo centro siempre permanece la Tierra. Si no miramos ya al Sol sino al torbellino mismo en movimiento se puede decir que la Tierra no se mueve de forma análoga a como un pasajero puede decir que no se mueve en un tren en marcha por la sencilla razón de que permanece sentado en su asiento. Así de fácil

Ahora bien, más allá de esta descripción a medias que permite decir de lo que está en movimiento que, en cierto respecto, es inmóvil, hay que preguntarse el por qué, o lo que en este caso es lo mismo: ¿ con qué objetivo'

Y creo que la correspondencia cartesiana lo deja claro: todo lo que llevamos visto lo declara Descartes cuando se dirije a personas de Iglesia, por lo que probablemente Descartes ambicionaba ganarse adeptos en su seno no sólo por el hecho de que fuese la Iglesia la que tuviese el control sobre las instituciones universitarias sino, como alguna vez confesó, para cambiar la mentalidad eclesiástica a fin de conseguir dejar libre el camino a la nueva ciencia fisicomatemática. 
 





 
(1) La relación entre los cometas y los astros, de los que el sol forma parte, explica, a su vez, que Descartes podría estar interesado en la formación del sol, ya que estaba interesado primero sobre la de los cometas. Esta cuestión (sobre la producción del sol y las estrellas) adquiere un matiz específico: se coloca solamente en el campo de la física y las leyes del movimiento, y se basa en una hipótesis de vórtice que no pretende describir la génesis Universo real, obviamente es inaccesible para una comprensión finita... ( op.cit, p. 409)

(2) Omito la cita contenida de Oreggi, pues el lector puede encontrarla en otra de mis entradas sobre la difusión de la angélica doctrina

(3) Les états de la matière solaire dans les Principia Philosophiae de Descartes

(4) Personalmente creo que la información que tuviese Descartes sobre la angélica doctrina papal le hubiese comprometido tanto de haberla divulgado o dado a conocer por escrito que la mejor forma de rastrearla es una ardua tarea de leer sus escritos privados en coordinación con su obra editada, y siempre dentro de las concretas coordenadas de sus relaciones personales y sus circunstancias históricas. Como ya he dicho en más de una ocasión, quienes podían repetir el argumento papal abiertamente eran aquellos que, convencidos o simulando, objetaban el copernicanismo con el expreso interés ( demostrable documentalmente) de agradar a Roma y a los teólogos de la Sorbona. Así que es comprensible que el precavido Descartes recelase de que la posición del Papa fuese extendiéndose en ese ambiente crispado del que habla Mehl y, más aún, si se sumaban los jesuitas, para convertir el geocentrismo que nunca había podido ser demostrado en "artículo de fe". Véase lo que publiqué en mi blog acerca de la opinión de Descartes sobre Jean Baptiste Morin.

( 5) Sobre este tema Francesco Baretta tiene un estudio muy interesante: "Inquisición romana y atomismo desde el caso Galileo hasta comienzos del Siglo XVIII: ¿ Qué ortodoxia?", en Ciencia y Religión en la Edad Moderna. Fundación Canaria Orotava de Historia de la ciencia, La Orotava, 2007. Según Francesco Baretta la ocasión para ello fue una obra de Silvestro Mauri, filósofo y teólogo jesuita, quien en una parte de sus "Quaestiones philosophicae"presentó y refutó el atomismo objetando, entre otras razones, que todos los intentos de los atomistas cristianos por explicar el misterio eucarístico eran contrarios a la doctrina tridentina. El autor incluiía en la lista de estos atomistas, junto a Galileo, a quien en rigor no lo fuese: Descartes ( Baretta, op.cit., p.46)
Bareta afirma que las ideas cartesianas eran conocidas en Roma " desde los años cuarenta" tras el viaje de Mersenne, que llevó algunas obras de Descartes. Aunque , humildemente pienso que puede probarse que la recepción del "Discurso" fue anterior y que en su correspondencia declara a Mersenne que le interesaba que antes de ser remitido su libro a los cardenales di Bagne y Francesco Barberini,sería muy bueno para despertarles interés que se hablase de él, por lo que un compás de espera en el envío podía ser muy útil. De esto he tratado en mi blog, en las entradas "Descartes et les cardinaux de Rome..."
Afirma Beretta que fueron los debates en Lovaina en 1662 y el envío de una censura de proposiciones a Roma el detonante de la intervención del Sto. Oficio. " Un año después se presentan dos peritajes a los cardenales inquisidores ...habiendo sido redactado por el carmelita descalzo Giovanni Agostino Tartaglia el referido a las Meditaciones. La carta de acompañamiento testimonia una apreciable empatía con la obra de Descartes, lo que explica la contención del censor... Sobre esa base, el 10 de octubre de 1663, los cardenales inquisidores proscriben las Meditaciones y otras obras cartesianas censuradas a la vez con la cláusula "donec corrigatur"( Baretta, op. Cit., 47)

(6) Meditaciones. Espasa. Colección Austral, Barcelona, 2016. Trad. García Morente. pp. 108-109

(7) " Me parece que no habrá dificultad alguna de acomodar la teología a mi modo de filosofar...tendré que explicarlo en mi física, con el primer capítulo del Génesis, lo cual me propongo enviarlo también a la Sorbona, para que sea examinado antes de que se imprima"( Descartes, à Mersenne, 28 janvier 1641, AT III, pp. 295-296. 28-30; 2-5)