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lunes

BARBARIES CONTRA PHILOSOPHIAM, DEMOCRATIAE CULTURAEQUE MATREM. EN DEFENSA DEL "ISTITUTO DI STUDI FILOSOFICI "( NAPOLI)

BARBARIES CONTRA PHILOSOPHIAM, DEMOCRATIAE CULTURAEQUE MATREM

Siempre permanecerá en nuestra memoria la destrucción de la Biblioteca de Alejandría como un atentado de la sinrazón contra el conocimiento, las ciencias, la cultura, las humanidades, pues supuso un lamentable episodio histórico que se saldó con un alto precio: la aniquilación de pensamientos, de ideas y de descubrimientos que podrían haber seguido impulsando y sosteniendo un avance acumulativo y continuo de la civilización que, sin embargo,  se vio frenado por el azote de la barbarie destructora durante los ss. IV y VII d.c. Los secretos develados por la reflexión científica posibilitada por la aparición del pensamiento filosófico en Grecia y cuyo acervo auguraba progresos y beneficios crecientes para la humanidad venidera, fueron reducidos al olvido por las ambiciones políticas o los fanatismo ideológicos.

Igualmente, el S. XX, un tiempo de auge para la ciencia y el desarrollo tecnológico, también pudo ser testigo de la sinrazón de la barbarie anticultural más desaforada. El 10 de mayo de 1933, por iniciativa de las asociaciones estudiantiles nacionalsocialistas alemanas, estudiantes, profesores y adeptos del totalitarismo organizaron una macabra celebración de quema pública de libros. Aquel simbólico crimen contra la razón y la cultura se materializó inevitablemente en otras muchas formas de tortura y de criminalidad contra la humanidad.

Creo que no me equivoco si confieso que el preludio de aquél capítulo tristísimo de la historia europea fue el odio hacia el pensamiento filosófico y que serían filosóficas gran parte de aquellas víctimas que con más inquina fueron consumidas en las hogueras de los bárbaros. Y, como digo, con los esfuerzos totalitarios de acallar la voz de la filosofía pudo imponerse el discurso ideológico para legitimar la barbarie que llevó al genocidio. Porque sólo la tentación totalitaria de la dominación se encapricha con acosar, amordazar y despreciar la filosofía como inútil o peligrosa para el programa de sociedad que sea de su interés.

La historia puede enseñarnos sobradamente que los enemigos de la cultura ( de la ciencia, la filosofía) suelen ser también enemigos de la humanidad: Se empieza matando la cultura y se acaba destruyendo y matando todo lo humano. Descuidar la cultura, las humanidades, la ciencia y la filosofía aboca inexorablemente a una civilización al precipicio de la barbarie o de la destrucción. Porque es condenar al sujeto social ( un pueblo, una sociedad, una generación) a la amnesia de la tradición y al raquitismo intelectual;  y, por ende, indefenso, impotente y manipulable.

La mentalidad utilitarista que impone un general desprecio hacia todo aquello que, como la filosofía o el arte, no proporciona directamente un beneficio económico ¿ servirá para defender mejor el futuro de las sociedades democráticas, el sistema de derechos y de libertades conquistado en larga y dura lucha histórica?. ¿ Qué precio tendrá que pagar aquella sociedad que descuida la educación, las humanidades, las artes, la filosofía? Con gran claridad lo ha visto Emilio Lledó, al afirmar que " hay políticos que creen en la ignorancia como una manera de hacernos manipulables". En algunos casos, probablemente sólo se trate de un utilitarismo economicista, no obstante, lo sepan o no, despreciar en la cultura los saberes aparentemente inútiles es a la larga algo tan mortífero para una sociedad  como la censura, la quema o la demolición de las creaciones culturales.

Sin embargo, afortunadamente, la historia nos demuestra que, finalmente, la razón también se toma su venganza contra todos sus verdugos. Recordemos, por ejemplo, el merecido oprobio con que universalmente son recordados aquellos que propiciaron la condena a muerte de Sócrates, simplemente porque éste era una conciencia crítica molesta para cuantos, en lugar de preocuparse por mejorar la democracia, contribuían al deterioro y corrupción crecientes de la vida pública.

¿ El S. XXI será el siglo de la civilización de la democracia y de los derechos humanos?. No dicen nada a favor de esto las primeras décadas de este nuevo siglo, pues parece que el desprecio a la cultura y al pensamiento que, como hemos dicho, ha sido causa de dolorosas manifestaciones de crueldad contra la vida humana sobre la tierra, sigue coleando todavía en nuestro tiempo. Ahora a través de un sucedáneo solapado, edulcorado, disfrazado para disimular su totalitarismo o sus toxinas antidemocráticas: las políticas de los gobiernos tecnocráticos que actualmente convierten el proyecto político de construcción europea en una celada para las generaciones futuras. Una clase de tecnocracia economicista que sólo tiene visión para lo que valga por su utilidad o rentabilidad económicas pero que, sin embargo, padece una flagrante y bárbara cegera sobre los fines que fueron el alma del gran proyecto ético de sociedad por el que lucharon los maestros que nos precedieron y enseñaron a ponernos en el mundo de pie.

Esta tecnocracia que domina Europa como si nunca hubiese tenido Europa una historia de pensamiento animado por el universal interés emancipativo de la razón crítica, ha comenzado dando el mal paso de una agresiva política en recortes en ámbitos tan vitales para la sociedad del bienestar como la educación, la sanidad, la asistencia social y la cultura. Y lo ha hecho desde la lógica ( más bien, ideología) economicista liberal que ve en la cultura un parasitismo improductivo y concluye que una gestión política utilitarista implica necesariamente prescindir de las inversiones en el sostenimiento de gran parte de las estructuras institucionales que laboran en la conservación, transmisión y animación de la vida cultural e intelectual de un pueblo. Así, a la postre, se terminará extenuando por inanición el pensamiento sin el cual se debilitan la conciencia cívica, los derechos humanos e, ineluctablemente, la salud de la democracia.

Y creo que para luchar contra este reciente ataque de la barbarie anticultural que amenaza el porvenir de nuestra democracia, todos los ciudadanos debemos unirnos para poner freno a las hordas de la barbarie, mostrándonos solidarios ante cada una de sus víctimas. Una de ellas es el "Instituto de Estudios Filosóficos ( Istituto di Studi Filosofici)", de Nápoles, que con un depósito que supera los trescientos mil libros, ha convertido a esta ciudad italiana en una de las emblemáticas capitales de la filosofía, tal como reconoce la UNESCO. Pero desde 2009 las autoridades políticas han ido recortando las ayudas a esta institución hasta ponerla al borde del colapso. En esto, los políticos parecen haber sido inmisericordes, demostrando una miopía que les incapacitara para apreciar la importante actividad cultural desarrollada por el Instituto, por el que han pasado personajes de la talla de Popper y Gadamer y que ha organizado multitud de cursos y coloquios por muchos países europeos, convirtiéndose así en un importante estímulo para el resurgimiento y dinamización de la vida intelectual en esa región del sur de nuestra hermana, Italia. Revitalización tan precisa y necesaria para esta región, como para cualquier otra; pero si se conocen las circunstancias de Nápoles, se entenderá por qué puede ser tan valiosa la preservación de una institución filosófica como la del "Istituto". Supongo que si hay políticos que amen la democracia y luchen con inteligencia contra la corrupción se harán cargo de esta grave circunstancia y no dejarán que desaparezca el "Istituto di Studi Filosofici".

Por mi parte, quiero expresar mi solidaridad con esta institución filosófica, así como también mi gratitud al compañero Stefano Ulliana, profesor de filosofía, de quien he recibido la información.

Más información en:




miércoles

ÁFRICA, LOS ÚLTIMOS QUE FUERON LOS PRIMEROS:


" ¿ Por qué África, que fue la cuna de los primeros seres humanos, ha llegado a ser el continente de los últimos y más empobrecidos?". Cuando escuché esta pregunta de una persona entrañable, no pude menos que, pese a la aparente falta de conexión entre dos extremos tan dispares como lo son el origen de nuestra especie y, por otro lado, el mar de injusticias, miserias y abandono que sufre ese gran continente, reconocer que la pregunta tenía un profundo sentido. En primer lugar, la pregunta cobraba sentido si era expresión del desarraigo, del olvido y la falta de gratitud y solidaridad de cada generación con sus predecesoras, con las que inevitablemente contrae el débito de la existencia. Pues si esto es así, ¿ qué decir de los vínculos morales que nos deberían acercar a nuestras raíces, solidarizándonos y colaborando con el desarrollo humano en justicia de aquellos pueblos que habitan el continente africano?. Es lamentable que sólo nos preocupe su suerte cuando sus desgracias y sufrimientos hacen zozobrar las comodidades o seguridades con las que una parte del mundo enriquecido goza del mundo a costa de las fatigas y quebrantos de la otra parte inmensamente mayor. El hombre, pese a su memoria, como especie, tiene una memoria lamentablemente muy selectiva, fragmentada y, verdaderamente, bastante sesgada por lo útil y beneficioso para los intereses particulares o inmediatos. No es raro ver hermanos que disputan por bienes materiales; ¿ cómo, entonces, puede extrañar que el mundo occidental, el mundo enriquecido, vea como "ajenos" los problemas de África?. Si le son ajenos es porque también percibe como tales a quienes los padecen. Pero estas cosas pasan de igual forma que devienen "extraños" los propios hermanos: el desafecto y el olvido de sus raíces, la pérdida de comunicación con lo que se guarda en las entrañas del ser más íntimo y que nos pone en relación con nuestros primeros vínculos y afectos vitales: nuestros orígenes, nuestros padres, nuestra infancia. Así mismo, la humanidad ha ido desarrollándose dispersándose por el mundo y olvidando los vínculos y orígenes que constituyen su filiación y que pueden ofrecer un sentido de unidad, de pertenencia y solidaridad transculturales. Algo muy necesario para impulsar el proyecto de una nueva forma de socialidad dignificante de la condición humana.
Pero hay un segundo aspecto o punto de reflexión que me suscitó la pregunta planteada por esta persona amiga. Me siento tentado a pensar que si África está así, la última siempre, es porque, antes, "nosotros" ( entiéndase, los civilizados occidentales) nos moríamos en aquellas tierras continentales. Durante muchos siglos, dos límites difícilmente suparables, se oponían al desarrollo del programa de conquistas territoriales y explotación de recursos naturales que iba asociado con el modelo de generación de riqueza propio de las grandes potencias europeas. El primer límite se encontraba al norte del continente africano: por un lado el Islam, pero, por otro, el infranqueable Sáhara. El segundo era no menos temible: las adversidad de una naturaleza salvaje que oponía infinidad de obstáculos a todo intento de adaptación y dominación por parte del hombre blanco y que terminaba enfermándole y matándole. Los europeos ( portugueses, ingleses y holandeses) preferían establecer sus asentamientos en las zonas costeras o en las islas, más que nada como meros emplazamientos comerciales; pero hasta la segunda mitad del S.XIX no se producirá la plena incursión europea en el interior de África. Hasta entonces, las localizaciones europeas eran puntos de comercio para la trata de esclavos. Ya que el hombre blanco moría sin poder explotar las tierras africanas, al menos podía convertir a otros semejantes en mercancías exportables y explotables.
Pero con el progreso tecno-científico que estuvo unido a la gran revolución industrial decimonónica, muchas cosas cambiaron. Ciencia y técnica, contra todos los optimismos iluministas, se convirtieron en instrumentos impulsores de la expansión no sólo de la industria y del comercio, sino del poderío occidental y la completa colonización del continente africano. El hombre blanco pudo triunfar sobre la naturaleza, sometiéndola a sus intereses de dominación, de apropiación y explotación de la naturaleza y de lo humano. La ciencia permitía no sólo reducir la fiereza y hostilidad del medio natural, sino también ayudaba a mitigar los efectos debilitantes o malsanos que podían tener los climas o las enfermedades endémicas del continente. Así, África llegó a ser el último bastión del colonialismo, a la vez que una tierra en la que los débiles ( los recién llegados y no bien acondicionados todavía a la dureza del entorno natural) podían servirse de los mejor adaptados ( los nativos) utilizándolos como recursos explotables para arrancar sus riquezas a la tierra.
Dicho esto, creo que el último puesto que tiene África en el orden de intereses del mundo occidental puede tener algo que ver con lo anterior - Y,por supuesto, con otras variables y circunstancias históricas ...

domingo

¿ NIETZSCHE Y ÁFRICA?


África, en el olvido y el prejuicio culturales:

Imaginemos una clase de filosofía. Podría ser una clase de Historia de la Filosofía, en 2º de Bachillerato. Imaginemos que se propone correlacionar los autores y los sistemas filosóficos con sus localizaciones geográficas. Al concluir la actividad el profesor anima a formar conclusiones sobre lo aprendido. ¿ No será obvia, al menos, una de ellas?. Rápidamente la podemos identificar con bastante precisión: la filosofía parece una forma cultural que se identifica con el mundo occidental y, dentro del mundo occidental, mayormente con Europa. La filosofía es una creación de Occidente; grandes áreas continentales como África y Asia podrían quedar ignoradas, olvidadas, sin colorear o marcar en el mapa utilizado en la clase de filosofía. ¿ Pero qué hay de verdad en esto?, ¿ por qué se torna en "verdadadera" la idea a la que se llega ese día en una clase corriente de filosofía?, ¿ por qué y para qué hay que creer en tal idea ?...Si cierto es que los libros están llenos de mención a lugares, autores y sistemas de pensamiento que rarísimamente traspasan el viejo continente europeo, "cuna civilizatoria", esto no es exclusivo de la Historia de la Filosofía: En los discursos de las demás "ciencias sociales", por ejemplo, también se afirma como "verdadero" lo que entra en el campo visual e intelectual que nos abre la perspectiva occidental, quedando fuera aquello para lo que tal perspectiva tiene una particular ceguera, todo lo que se le resiste o escapa... Así, todo lo que no se acomoda dentro de la parcela de realidad que nos es accesible, manejable y explicable por nuestros parámetros interpretativos, puede muy bien quedar excluido, "devaluado" o, simplemente, "olvidado". Y, así también, olvidando las tradiciones culturales milenarias de Extremo Oriente, los filósofos olvidan para poder decir que Grecia ( cuna de la civilización europea) fue la cuna de la filosofía; pero los historiadores hacen relatos históricos que convierten a naciones europeas en cuasi personajes que, con sus decisiones, van cambiando las circunstancias del mundo y el curso de la vida de los pueblos de la Tierra... En fin, parece que la sugestión que produce tal papel protagónico de Occidente en el teatro del mundo es la de una cierta superioridad cultural, espiritual, civilizatoria. Aunque esto, que es un caso de etnocentrismo, no es posible sin los prejuicios culturales ni operaciones como las de negación ( para identificar lo propio se separa y opone a lo ajeno), generalización ( extender lo que es particular a una totalidad) , abstracción (identificar lo esencial), precisión ( prescindiendo de lo superfluo, lo diferente) y economia ( reduciendo lo complejo, resistente y costoso para la racionalización de los medios para los fines). Así se crean grandes identidades culturales en contraposición ( y negación, incluso) de otras identidades, tanto dentro ( subculturas, culturas minoritarias) como fuera de ellas. El concepto de unidad es posible porque hay multiplicidades.

Bueno, pero en esa imaginaria clase de filosofía todavía podría quedar en el aire una pregunta que, quizás, podría no llegarse a formular, a saber: ¿ Qué lugar tienen los pueblos y culturas africanas, árabes, orientales, amerindias, etc., en los temas más "puros" o "metafísicos" de la filosofía?. ¿ Cómo se incluye África, por ejemplo, en una historia de la filosofía o en un tema de la metafísica o la epistemología?. El hecho normal de que este problema no suela plantearse no significa que no sea un problema ( de hecho, creo que es un problema profundamente filosófico porque es uno de los problemas pendientes que debemos pensar para construir un proyecto común de convivencia que busque el bien común sin exclusión de nadie en este planeta; es la asignatura pendiente de aprender a convivir entre la diversidad cultural)


Todos deberíamos tratar de salir de esa particular ceguera o incomprensión en la que dejamos a "los otros", "los diferentes", "los apartados". Como sociedad, deberíamos tratar de tornar visible lo que ha quedado fuera del campo de nuestra visión cultural, para dignificar el ser de eso otro que alguna vez quedó en nuestro olvido o incomprensión, como consecuencia de nuestros prejuicios o ideologías. Hemos conseguido cosas muy grandes ya, como por ejemplo, sensibilizarnos ante la igualdad de sexo, las discriminaciones raciales, económicas, legales, etc. Pero todavía hay mucho para lo que mantenemos cierta ceguera. Es, por ejemplo, el caso de la invisibilidad del continente africano desde la óptica de los grandes intereses que movilizan al mundo de la cultura y de los saberes actuales: a la economía, la educación, las ciencias, la política, etc. África, cuna de la humanidad, es el gran continente olvidado, que sólo es noticia por guerras, epidemías, hambrunas, corrupción, la expropiación de sus riquezas naturales,etc.; África siempre aparece vinculada a la historia del colonialismo y la descolonización para dejar en el olvido tanto su diversidad antropológica, cultural y espiritual, así como el empobrecimiento y el estado de dependencia y subdesarrollo en que fue dejada tras la descolonización. Yo uniría todo esto a una reflexión metafísica sobre la modernidad occidental, bajo la guía hermenéutica del segundo Heidegger: Si el proyecto cultural europeo moderno surgió como un proyecto de la razón puesta al servicio de la conquista de los entes, dejando en el olvido al ser, bajo esta forma cultural, se forjó un discurso racionalista para legitimar el derecho de las naciones desarrolladas y civilizadas al dominio y explotación de los recursos de la tierra, reduciendo el ser ( múltiple) de la africanidad a lo que la perspectiva etnocentrista europea ha querido interpretar interesadamente. Los pueblos y las culturas africanas quedan, pues, reducidos a exóticos objetos de estudio etnológico o a medios de producción económica, o bien a meros destinatarios o receptores de la solidaridad.



Un poco de crítica del prejucio:


Ahora, bien, y con esto paso al siguiente punto: la forma más lacerante de olvido, incomprensión y marginación del "otro" es cierta manera de juzgarlo: el prejuicio.

No es difícil, sino imposible, que por algún medio el ser humano pueda llegar a deshacerse de toda forma de prejuicio cultural. Desde la hermenéutica y la filosofía de la ciencia sabemos hoy que hay predisposiciones (motivaciones, conocimientos previos, por ejemplo) que condicionan lo que un sujeto puede observar en una situación determinada. Por tanto, por más que intentemos " quitarnos ideas de la cabeza" para alcanzar un nivel de completa imparcialidad objetiva, nunca podremos prescindir de todas. Las ideas previas orientan y direccionan en el conocimiento y en la acción.

Pero hay algunas formas de prejuicio que pueden llegar a obstaculizar nuestra relación con la realidad, sobre todo, impidiendo las buenas relaciones interculturales. Esta causa de incomprensión puede darse en todas las culturas y, de hecho, se da. Los contactos interculturales son oportunidades para que en todos los campos de una cultura, así como en el entramado institucional de la sociedad, se impulsen procesos de reflexión para poner bajo la luz del pensamiento crítico-racional ese tipo de determinantes ideológicos, prejudiciales. Esta autorreflexión racional (1) es una condición necesaria para tender puentes de acercamiento y diálogo abiertos a la participación plural de todos, desde su identidad propia, y con los mimbres de tal diversidad ir construyendo una comprensión compartida del proyecto de sociedad y de mundo por el que debemos trabajar. Sí, no es fácil, pero en nuestra encrucijada histórica podemos mirar atrás para dar esperanza e impulso en la buena dirección, recordando las conquistas históricas ya ganadas y los errores cometidos. Y sin ser la panacea al problema, un principio de solución se encuentra en la educación, pero una educación no orientada meramente a fabricar "sujetos competentes técnica y económicamente ", sino ciudadanos bien formados, competentes democráticamente, capaces de reflexionar sobre el sentido de los hechos sociales y de comprender y empatizar con los otros.

Tiendo a pensar que la diferencia entre juzgar y prejuzgar depende de la apertura de miras y, por tanto, de la comprensión:

Un juicio entraña una relación de conceptos para decir algo sobre las cosas. Cuando formamos un juicio tratamos de comprender siendo flexibles y capaces de adaptarnos a la realidad con la que entramos en diálogo o relación vital y tratamos de basarnos en buenas razones que cualquier otro en nuestro lugar ( o nosotros en lugar de otros) aceptaría como válidas. Los conceptos serían herramientas con las que intentamos acercarnos a las cosas o a las personas. 


Cuando prejuzgamos no se busca principalmente comprender, siendo flexibles y adaptativos, sino reducir y acomodar las cosas a nuestros esquemas ideológicos y cuanto no se apreste a ser encuadrado dentro de nuestra visión del mundo, será negado, desvalorizado o violentado de alguna manera que permita reducirlo o eliminarlo en su incomprensibilidad. Las ideas, en este caso, ocuparían el lugar de las cosas...

Los prejuicios pueden servir de excusa para nuestra carencia o incapacidad de empatía, cuando se trata de grupos distintos del mío. Otro peligro de los prejuicios es cuando pueden convertirse en la excusa ideológica para justificar posiciones privilegiadas y, por tanto, relaciones sociales que entrañan una asimetría injusta. Por ejemplo, ¿ cómo podría justificarse que no más del 20% de la población mundial tenga el control de la mayor parte de los recursos o riquezas del planeta?.

¿ Cómo justificar ante el mundo que lo que más interesa a los medios de masas de los países enriquecidos sean, por ejemplo, los programas que proyectan nuestros sueños narcisistas y tentaciones de evasión : como los que nos dejan entrar en casas maravillosas, desear ser emprendedores emulando el éxito de unos poquísimos que lograron sacar a flote su idea en medio de dificultades enormes, sentirnos enganchados por programas y concursos de cocina que estimulan los apetitos hedónicos y consumistas, programas sensacionalistas y de cotilleo que distraen...? . ¿ Y qué pasa con el inmenso mar de injusticias y vidas olvidadas que observan nuestros montajes propagandísticos y distractivos?

¿ Cuáles son los tópicos, las asociaciones de ideas y lugares comunes omnipresentes en lo visible y contado por los medios, sobre países empobrecidos o sobre los enriquecidos?. ¿  Por qué sólo interesa África cuando nos acechan las epidemias, la inmigración, algunos conflictos...?. ¿ Por qué no se habla de los conflictos salvo en casos puntuales que afectan a organizaciones o intereses europeos: no hay tales conflictos o no tienen interés mediático?. ¿ Cómo se ve al mundo rico desde fuera, ahora, cuando es más difícil el control absoluto de los medios de información y expresión?

¿ Se seguirá justificando mañana de igual manera determinados eslóganes e imágenes mediáticos que inicialmente fueron confeccionadas para aquel "nuevo orden mundial" ( dirigido por la racionalidad técnocrática) del que ya apenas nos acordamos y que desencadenó reacciones y acontecimientos imprevisibles ( ejemplo, libre circulación de bienes, movimientos migratorios, escefinifcación medíatica de la guerra de Irak y el poderío tecnológico de países enriquecidos, campañas propagandísticas de miedo e inseguridad en la ciudadanía, terrorismo islamista, sospechosos encarcelados y encadenados preventivamente antes incluso de un juicio justo, etc.?. 


Verdaderamente, ninguna sociedad, pueblo o grupo humano está absolutamente libre de prejuicios culturales. Ni Occidente ni Oriente, ni extremeños ni valencianos...El problema es tratable, desde la educación y la existencia de espacios educativos para pensar con sentido crítico, empático y perspectivístico . 


Pero el problema del prejuicio cultural es cuando va unido al poder y lleve a establecer relaciones que convierten a los sujetos en "objetos", "medios" o "receptores" de lo que decidan otros. La desfasada división entre un "Primer Mundo" y un "Tercer Mundo" era sintomática del prejuicio occidental que asocia el grado de civilización o progreso en función de la producción tecnológica. Y, posiblemente, esa supuesta superioridad cultural, podía valer como patente de corzo para infinidad de otras cosas oportunamente justificables según a quién beneficiase o fuese perjudicado. Por ejemplo, en algunos países asiáticos fueron realizadas a mediados del S.XX campañas de vacunación de niñas con el secreto objetivo de esterilización. ¿ Por qué razón se convierten con más facilidades en "objetos de experimentación" a ciertos grupos humanos que a otros?: Si se piensa en la ignorancia, las carencias democráticas, educativas, etc., no basta, porque todo eso describe la sociedad de los receptores de ayuda, pero no a los responsables de la campaña ( probablemente entidades del Primer Mundo) , que planificaron experimentar en el "Tercer" Mundo lo que no habrían podido en el "Primero". Se convierte, pues, a un sujeto en "objeto" cuando se le trata como una "idea", con el resultado de convertir al otro en algo controlable para nuestro pensamiento o nuestra acción.


Nietzsche y África

Bueno, parecen dos cosas difíciles de unir. No se trata de saber si Nietzsche se interesó alguna vez por lo que pasaba con África en la segunda mitad del S.XIX. Pero creo que es posible sacar alguna lección del siguiente fragmento de "Así habló Zaratustra", contenido en el capítulo " El más feo de los hombres". Zaratustra se dirige al que experimenta el sentimiento de ser "asesino de Dios", y le dice:

«Te conozco bien, dijo con voz de bronce: ¡tú eres el asesino de Dios! Déjame irme.
No soportabas a Aquél que te veía, -que te veía siempre y de parte a parte, ¡tú el más feo de los hombres! ¡Te vengaste de ese testigo!»

Puesto este párrafo en su adecuado contexto, es obvio que nos presenta el conocido tema de la muerte de Dios. Ciertamente, se suele interpretar el mensaje nietzscheano de "la muerte de Dios" de acuerdo con el tópico de la antítesis entre Dios y el hombre; idea, por otra parte, tan característica de importantes pensadores de su tiempo como Feuerbach y Marx. Bajo la sugestión de esta idea, "Dios", para Nietzsche, representaría la personificación y concentración de todos los valores antivitales creados por el resentimiento de los débiles e incapaces de arriesgar y aventurarse ante lo problemático y terrible, pero también fascinante, de esta vida.

Pero si como Nietzsche decía, "no hay hechos, sino interpretaciones", entonces también podríamos tomar distancia respecto de la interpretación habitual del mensaje nietzscheano de la muerte de Dios. Podríamos leerlo desde otras claves hermenéuticas. Nietzsche no puede llegar a liquidar el Misterio del Ser, porque, sencillamente, lo que le preocupa es vigilar que el espacio dejado por una representación religiosa culturalmente determinada no sea ocupado por ninguna otra construcción cultural empequeñecedora o constrictiva de la voluntad de poder o, para entendernos, del inagotable poder de crear y proyectar nuevas posibilidades de comprender el misterio de la existencia.

Pues, bien, supuesto esto, creo que se podría interpretar también el pasaje de Nietzsche del siguiente modo: No se trata de que el hombre ( que "mata a Dios") deba ponerse en lugar del Misterio del Ser ni que haya de perder el sentido del misterio mismo, sino que su acto aniquilador se dirige contra "una figura cultural", una construcción de la imaginación o del pensamiento humanos: una representación determinada culturalmente (podríamos decir, lo que dentro de la cultura occidental se define como absoluto, universal, supracultural) . Y es una representación bajo cuya luz ( mirada o visión) ese hombre llega a sentirse "el más feo" y - ¿ por qué no?- el más despreciable de los seres. La vida se le hace insoportable al quedar "cosificada", prejuzgada y limitada y disminuida en sus posibilidades vitales, bajo la mirada de ese "Otro" que se halla siempre por encima. No puede vivir mientras hay otro que le inferioriza cuando le mira y le juzga. Por eso, dice Nietzsche, que ese hombre-hecho-cosa,no soportaba más a Aquél que le veía ( y hacía verse) "el más feo"... y se vengó de ese testigo.

Las palabras de Nietzsche deben verse como un caso más de su radical crítica de la cultura europea occidental, de los prejuicios con los que la cultura va dando forma a lo humano.

Y esas mismas palabras de Nietzschen pueden ayudarnos a caer en la cuenta de esta cuestión: pararnos a reflexionar si la forma como miramos a África ( o cualquier otra región empobrecida del mundo) es una mirada desde la empatía, la cercanía, el respeto de la dignidad y los derechos humanos, o si bien es una mirada que prejuzga, ofende y arrincona las posibilidades de entendimiento, colaboración, crecimiento y desarrollo de verdaderos bienes comunes.

Pero creo que todavía incomoda en muchos lugares del mundo la forma en que desde el mundo occidental se les ha mirado: en primer lugar, que todavía se sigue asociando a países occidentales con formas de imperialismo, si no ya en lo político, sí todavía en otros posibles aspectos (económico, cultural); en segundo lugar, que persiste en muchas partes del mundo algo así como un sentimiento de asimetría en el trato que reciben por parte de Occidente. Entre muchos todavía hay la creencia de que los valores occidentales representan un peligro para la supervivencia de su propia identidad cultural y que su propio ser, como pueblo y como cultura, queda sujeto a las proyecciones occidentales. Posiblemente, responsabilizarán a aquel poderío ( occidente) que le ha reducido a la "fealdad" ( limitando las posibilidades de desarrollo humano que hay en la infinita diversidad de África)

Un reto pendiente, una esperanza de cambio:


(1) Creo, en línea con la perspectiva de la teoría crítica de la sociedad habermasiana, que esa autorreflexión  ( a la que hice referencia más arriba - véase el segundo epígrafe) debe comenzarse desde dentro de las ciencias mismas; no sólo las ciencias humanas, sino los saberes científicos en general, y desde la perspectiva teórica que puede dar una teoría crítica de los intereses del conocimiento. Recordemos que Habermas había distinguido tres formas de interés: el técnico, el comunicativo y el emancipativo. Este último es el que caracteriza a los saberes crítico-reflexivos ( como la filosofía) y lleva a remover las distintas formas de opresión e instrumentalización de lo humano, a fin de impulsar un desarrollo de la libertad, la justicia y la felicidad. Es un interés de la especie humana que no debería caer en el olvido: debería ser el conductor de la necesaria autorreflexión a la que hago referencia y que, recordando a Kant, podría reformularse como una reflexión sobre la relación de nuestros saberes con los fines esenciales de la razón ( que, como dije en otra entrada, convergían en la afirmación de la dignidad de la vida humana). 


Esta necesaria autorreflexión requiere respetar y promover ciertas condiciones necesarias de posibilidad como el fomento de la autonomía del pensamiento crítico, la interdisciplinariedad científica, los espacios de discusión para la libre participación  de toda la comunidad científica ,en condiciones de igualdad, ausencia de coacciones y posibilidad de autocrítica en cuestiones que afecten al conjunto de la sociedad, así como reflexión sobre las relaciones entre ciencia y poder. Tal posibilidad de pasar al plano del discurso crítico-racional las relaciones entre ciencia, tecnología y sociedad es también la posibilidad de superar, desde dentro de los saberes actuales, los problemas de su fuerte especialización, potenciar la autonomía de los mismos y liberarlos de los intentos de opresión o manipulación realizados desde el intervencionismo coactivo de los sistemas de la acción técnica ( el político-administrativo y el económico). Así, podría cambiar el modelo de relaciones ( de exceso de intervencionismo desde los mercados y los Estados) entre la ciencia y la sociedad...Uno de esos cambios podría afectar al concepto de I+D, que podría implicar cambios de orientación en las políticas actuales de inversiones en este campo tan importante.

Frente a las voces de los que piensan que es un proyecto utópico e inviable el proyecto de una ciencia más libre respecto del opresivo determinismo ejercido desde los sistemas de acción técnica en las sociedades postmodernas, quisiera dejar sólo una razón para la esperanza: un discurso público y en libertad, abierto en condiciones de igualdad participativa a toda la comunidad científica, no sólo posibilitaría cambios de mentalidades culturales, sino que debería inevitablemente ser tomado muy en serio por los Estados y los mercados, puesto que se encontrarían con problemas  muy graves si no pueden encontrar en el discurso y la praxis científicos un medio de legitimación... De hecho, creo que el verdadero problema por el que pasan las sociedades occidentales no es la crisis económica, sino que el gran problema al que están expuestas y no parecen saber hacer frente es la crisis de legitimación, que, hoy por hoy, comienza a mostrarnos su verdadero rostro y dimensión global; sobre todo, porque los frentes abiertos no están ya sólo dentro del sistema, sino que acometen también desde la periferia ( como debería ser patente para cualquier ciudadano despierto y bien informado sobre lo que está pasando en el mundo, por ejemplo, África y Oriente Medio)

Pero esta autorreflexión no urge más en las disciplinas científicas que en el campo educativo, que debe tener su legítima autonomía frente a los excesivos controles e intervenciones político-administrativas y económico-financieras. Es precisa una seria autorreflexión que permita discutir los cambios que de verdad importan en los modelos educativos: en lugar de una educación orientada hacia competencias técnicas útiles para producir beneficios y " sujetos robotizados", las sociedades democráticas necesitan educar para formar a ciudadanos críticos, participativos, imaginativos, responsables y comprometidos con un desarrollo humano más justo y solidario. Esta es una de las reivindicaciones para la mejora del desarrollo humano , de la filósofa norteamericana, Premio Príncipe de Asturias 2012, Martha Nussbaum. 

Supongo que este primer paso debería poder tener consecuencias  sobre otros ámbitos de la sociedad: el político-administrativo, el económico-financiero y el mundo de la vida y de la sociedad civil...

He aquí un vídeo que resume en muy pocos minutos una de las ideas centrales por las que alza su voz Martha Nussbaum:



Y este fue su discurso sobre el desarrollo humano y la esencial importancia de la filosofía para ello  cuando se le concedió el Premio Príncipe de Asturias. Es un discurso inolvidable: "El florecimiento humano- dijo- requiere el florecimiento de las humanidades"