Mi muro y opiniones de autoridades

Mostrando entradas con la etiqueta Morpurgo-Tagliabue. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Morpurgo-Tagliabue. Mostrar todas las entradas

jueves

Jean-Luc Marion y Morpurgo-Tagliabue III. Del Dios obrero matemático al Dios del Absolutismo.

" C'est en effet parler de Dieu comme d'un Jupiter ou Saturne, et l'assujettir au Styx et aux Destinées, que de dire que ces vérités sont indépendantes de lui" " ...Que le monde s'accoutume à entendre parler de Dieu plus dignement" ( René Descartes. Lettre à Mersenne, 15 avril 1630. Oeuvres complètes VIII. Correspondence 1. Gallimard,2013. p.73)

"Du moins, la coïncidence mérite l'attention, qui réunit en trois ans la parution du "Dialogo", les Lettres de Descartes à Mersenne sur la création des vérités éternelles, la mort de Kepler, celle de Bérulle, et la condamnation de Galilée pour avoir voulu "soumettre Dieu à une nécessité" ( Sur la théologie blanche de Descartes. Jean-Luc Marion. PUF,1981. p.221)

Marcados inevitablemente por las circunstancias político-religiosas de su siglo, todos estos grandes pensadores constructores de la nueva imagen científica del mundo, vivieron en una sociedad estamental políticamente caracterizada por el absolutismo monárquico. El mundo podría parangonarse con una monumental representación teatral donde a cada vida lanzada para deslizarse por la escena le era asignado por adelantado un papel a ejecutar ineluctablemente; es decir, cada vida humana se desenvolvía dentro de los márgenes y las rigideces limitativas que imponía la estructura jerárquica y estamental de las sociedades europeas. En la cima de la escala social se encontraba el gobernante, el monarca absoluto, con su derecho divino al máximo y omnímodo poder sobre naciones y pueblos y, por tanto también, sobre los destinos de todos sus súbditos sometidos a su inobjetable autoridad y ley. ¿ Es posible que un hecho histórico tan determinante del S.XVII no hubiese tenido algún reflejo en quien fuese el gran precursor de la Modernidad, René Descartes? Creo que sería asombrosa una negativa a esta cuestión, sobre todo cuando hay pasajes en la obra cartesiana publicada ( podríamos remitir a la segunda parte del "Discours de la méthode" para confirmarlo), lo mismo que en la correspondencia del filósofo francés con Mersenne (1), donde en alguna ocasión equipara metafóricamente la Potentia Dei con la absoluta autoridad de los reyes para hacer y cambiar las leyes de su reino.

Con Descartes se opera un desplazamiento de valencias en la representación de ese Dios al que él tantas veces denomina "l'infini" para destacar su incomprensibilidad al pertencer a un nivel  radicalmente inconmensurable con el status óntico de todo lo finito: Al Dios cartesiano no le vale la representación metafórica del " Dios matemático" ampliamente extendida por una corriente del pensamiento científico y filosófico que culminará, de acuerdo con Marion, en Galileo, precisamente porque éste también lo presenta como un Dios sometido a las inteligibilidades matemáticas , un obrero eficaz " d'une rationalité qui reste indépendente( Suarez, Mersenne, Kepler, etc.)" (2). Por el contrario, su condición de fundamento absoluto de la verdad y la racionalidad convertirá en más idónea la equiparación metafórica con la majestad de un monarca absoluto de quien emanan los decretos cuyos súbditos están universalmente obligados a acatar, quedando, no obstante, él mismo muy por encima de ellos.

Curiosamente en este desplazamiento metafórico de la concepción del fundamento absoluto de la totalidad de lo real juega un papel destacable el mismísimo Papa Urbano VIII, como también Jean-Luc Marion reconoce. Podríamos decir que Urbano VIII, sin ser para nada un prototipo de iniciador de la modernidad, planteó a la corriente de pensamiento representada por Galileo una cuestión a la que prestó máxima consideración Descartes. Urbano VIII, sin que se pretenda atribuirle toda responsabilidad, fue un hito en la construcción simbólica o ideológica de un Dios hecho a la medida de los tiempos del absolutismo, al menos en la medida en que trató de utilizar su concepción del Dios omnipotente y libre de toda necesidad para contradecir la imagen de un Dios sometido a una legalidad lógico-matemática independiente. Urbano VIII sospechaba que el " Dios pensado como un Dios matemático" introducía la necesidad determinista no sólo en la obra de Dios sino, lo que le parecía peor, en el mismísimo Ser Creador.  El Papa se temía que las implicaciones teológicas que se seguían de la nueva imagen científica del mundo perfilaban la imagen de un Dios excesivamente sometido a la forzosidad de un destino, de una legalidad o inteligibilidad con validez independiente y liberada de la infinitud de su entendimiento, poder y voluntad. En palabras de Jean-Luc Marion, la cuestión podría formularse así: " puisque Dieu est tout-puissant, il ne faut pas le soumettre à une nécessité; mais, en quoi Galilée aurait-il soumis Dieu à une quelconque nécessité, qui eût contredit sa toute-puissance?"(3) Es decir: " puesto que Dios es todopoderoso ( pensaría el Papa), no hay que someterlo a una necesidad ( concebir la mente divina como sometida a la inteligibilidad de verdades matemáticas que ¿ se le impusiesen sin haberlas Él creado?); ¿ pero a qué clase de necesidad habría sometido Galileo a Dios para haber contradicho su omnipotencia?"

Como se ha dicho Descartes también reflexionó sobre estas cosas, desde 1630, antes incluso de haber leído el "Diálogo" de Galileo. Pero entiéndase esto bien: no puede afirmarse que Descartes hubiese sido influido por las ideas del Papa, por lo menos con anterioridad a la composición del  "Discours". Pero sí que puede declararse exactamente lo que afirma Jean-Luc Marion: " Porque así se descubren los indicios de un encuentro que no tuvo lugar, de una cuestión sin respuesta que no se planteó, de una decisión siempre a la espera de ser tomada. Que no podamos ver en ello una coincidencia, sin reconocer una apuesta teórica clara, esto incluso confirma lo impensado del debate"(4) 

No obstante, si no de modo explícito y directo, el despliegue del sistema filosófico cartesiano, a partir de la publicación del "Discurso" y las "Meditaciones" no podrá entenderse adecuadamente sin contextualizarlo en este debate muy difícil de abordar abiertamente en la época, dado que coincidía con los puntos de vista sostenidos por el Papa Urbano, difundidos ya desde 1629 en el libro de Oreggi, " De Deo Uno" y que de forma difusa encontramos en obras de intelectuales desde 1632 en adelante ( por ejemplo, en Morin, en Mersenne, etc., como hemos demostrado). Me atrevo a afirmar que fue precisamente Urbano VIII quien, con su actitud contra el copernicanismo, estableció ese terreno común en el que ( se puede decir así) debían encontrarse sus ideas y las de Descartes, pero lo estableció - en palabras de Morpurgo-Tagliabue- para convertirlo en un " terreno di scontro", puesto que, aunque ambos denieguen la sumisión de Dios a una necesidad independiente, de la posición cartesiana se seguirán desarrollos críticos y científicos totalmente opuestos al pensamiento medieval en el que aún seguía anclado el Papa Urbano VIII. Este espacio de confrontación, en el que nunca llegó a darse abierta o explícitamente un debate teórico claro, es uno de los factores más importantes, aunque también muy olvidadado, en el  nacimiento de la Modernidad que ha dado forma a nuestra humanidad presente.

Urbano VIII, entre el Dios obrero de las matemáticas y el Rey Absoluto.

Como hemos dicho, el Dios geómetra, para toda la corriente del pensamiento científico que culmina con Galileo es un Dios que no es creador de las verdades matemáticas, sino que está sometido a ellas. Jean-Luc Marion se remite al famoso proceso de 1633 contra Galileo para confirmarlo. Junto con la acusación oficial concerniente a " l' exégèse et le rapport des Ecritures au Livre de la nature" hubo otra oficiosa que no debe ser " négligée". Marion aporta dos textos como prueba:


  1. En primer lugar una denuncia formalizada el 21 de mayo de 1631 en la que se acusa a Galileo " que perniciosamente él afirma y aventura una cierta igualdad  entre el entendimiento humano y el entendimiento divino en la comprensión de las cosas (verdades) geométricas". Como indicamos en el capítulo anterior, efectivamente, Galileo sostenía que " el conocimiento humano iguala al divino en la certeza objetiva" ( Primera parte del " Diálogo") (5)
  2. En segundo lugar, las noticias que tenemos a través de la correspondencia de F. Niccolini sobre la opinión del Papa de que Galileo habría sometido a Dios a un tipo de necesidad que contradiría su omnipotencia. Marion cita parte de esa correspondencia que ha sido objeto también de estudio por parte del P. Mariano Artigas (6): " Me respondió ( el Papa) - cuenta Niccolini- ...que había un punto sobre el cual él ( Galileo) no había podido hasta entonces responder, a saber, que Dios es omnipotente y puede hacer todas las cosas; si es todopoderoso, ¿ por qué querríamos someterle a una necesidad?. Yo dije que no tenía el saber requerido para hablar sobre estas materias, pero que me parecía haber oído que él no tenía por verdadera la opinión del movimiento de la tierra, pero que, si Dios pudo hacer el mundo de mil maneras, tampoco se podría negar nunca que por lo menos Él lo pudiese haber hecho también de ésta. Pero, acalorándose, me respondió que no puede imponerse ninguna necesidad al bendito Dios; y yo, viendo que se acaloraba, no quise seguir disputando sobre lo que yo no conocía ni suscitar una nueva hostilidad que hubiese perjudicado al Sr. Galileo" ( 7) .
Se justifica perfectamente la importancia de la pregunta que plantea Marion: "¿ a qué clase de necesidad habría sometido Galileo a Dios para haber contradicho su omnipotencia?". Según el informe de Niccolini, la pretensión ( dudosa, puesto que "contradice la negación (galileana) de la equivalencia de las hipótesis") de Galileo era persuadir de que, entre los infinitos mundos igualmente posibles que Dios podría crear también se encontraba el modelo geométrico heliocentrista. " No se trata por tanto - explica Marion- más que de hacer reconocer la posibilidad de un modelo matemático de la creación (...) ; ahora bien, Urbano VIII cree reconocer en esta posibilidad una necesidad; ¿se equivoca completamente? O, de la misma forma que Descartes comprendía la independencia de las verdades eternas como una tentativa para "someter ( a Dios) al Estigio y a los Destinos", ¿ no interpretaría Urbano VIII como una necesidad la sumisión del acto creativo divino, primero, al conjunto de los posibles matemáticos y, luego, al más racional de entre ellos, el heliocentrismo ?. Lo que el Cardenal F. Barberini, sobrino del Papa, denunciaba como una empresa para "introducir en el mundo algún dogma fantástico", el tío y pontífice lo entiende de Dios: en el mismo proceso de la creación se introduciría un dogma fantástico, es decir, pasmoso y fantaseado- la presuposición de que Dios actuase de acuerdo con unos posibles independientes de Él, en vez de producirlos por su misma creación, y luego la presuposición de que esos posibles, al menos uno de ellos, se organizarían según la racionalidad matemática.  Más que todos los motivos oficialmente teológicos o personalmente dramáticos, ¿ gobernaría el proceso de 1633 la contradicción entre la omnipotencia de Dios y el modelo matemático del mundo creado ? (8)

Con todo lo dicho tenemos perfilado el contexto polémico real - porque son irrefutables las evidencias históricas de su impronta sobre las ideas del S.XVII- en el que se debe situar la génesis del sistema filosófico cartesiano. 

  • Como hemos visto se trata de un terreno de confrontación en el que intervino con decisiva influencia la posición defendida por el Papa contra las pretensiones de una ciencia que confiaba en poder descubrir el orden matemático del mundo físico mediante el despliegue y el progreso de la investigación de los fenómenos naturales bajo la guía de una metodología adecuada para el descubrimiento y validación de aquellas hipótesis que verdaderamente representasen las leyes de la naturaleza creada por Dios. 
  • Un terreno de confrontación entre dos paradigmas hermenéuticos divergentes y opuestos: el de los partidarios de la tradición de salvar la apariencias y el de los copernicanos herederos del platonismo, creyentes en la estructura matemática constitutiva del mundo real.
  • Pero esta disputa, aparentemente una reviviscencia entre aristotélicos y platónicos, ya no era un debate restringido a la cuestión sobre la validez de las teorías astronómicas, sino que se extendió a la nueva orientación científica surgida en el S.XVII: la ciencia fisicomatemática.
  • Los más grandes entre los profesionales y pensadores de esta última orientación científica, convencidos de la racionalidad matemática constitutiva del mundo natural  así como del alto grado de certeza y evidencia que permitían los procedimientos científicos de validación, se vieron obligados a atribuir la creación del mundo natural a un Dios estrictamente concebido como un Dios matemático. Dios sólo sería libre en relación con las cosas creadas, pero no respecto de los posibles ni, por tanto, las verdades eternas (matemáticas) a las que se encuentra sometido en su creación.
  • La última resistencia contra el matematicismo racionalista dominante en la corriente del pensamiento científico que culmina en Galileo la encontramos en Urbano VIII, quien subraya la contradicción entre la omnipotencia de Dios y el modelo matemático del mundo creado. En el Dios matemático, el Papa parece ver un "Dios obrero forzado por una necesidad", por el contrario, le parece más digno, un Dios omnipotente libre de toda necesidad, de forma más acorde con el mundo jerárquico estamental cuya cima era ocupada por los reyes absolutistas. 
  • Descartes, desde 1630, había reflexionado la cuestión sobre la absoluta dependencia de las verdades eternas ( matemáticas) respecto de Dios. Antes, por tanto, que el proceso de Galileo en 1633. Pero, de acuerdo con Morpurgo-Tagliabue, la obra publicada de Descartes, comenzando con el " Discurso del método" representará el despliegue de la respuesta que Descartes dará a la misma cuestión ( objeción o duda dogmática contra las nuevas orientaciones científicas modernas ) planteada por el Papa Urbano VIII.










(1) " Au contraire nous ne pouvons comprendre la grandeur de Dieu, encore que nous ne la connaissions. Mais cela même que nous la jugeons incompréhensible nous la fait estimer davantage; ainsi qu'un roi a plus de majesté lorsqu'il est moins familièrement connu de ses sujets, pourvu toutefois qu'ils ne pensent pas pour cela être sans roi, et qu'ils le connaissent assez pour n'en point douter. On vous dira que si Dieu avait établi ces vérités, il les pourrait changer comme un roi fait ses lois; à quoi il faut /répondre qu'oui, si sa volonté peut changer..." (  ibidem. Lettre à Mersenne, 15 avril 1630, p. 73)
(2) Sur la théologie  blanche de Descartes, p. 224 " un obrero eficaz de una racionalidad que permanece independiente ( Suárez,Mersenne, Kepler, etc.)"
(3) ibidem, pp.218-219
(4) ibidem, p 221.
(5) ibidem, p. 218. " Que pernicieusement il affirme et avance une certaine égalité (uqualianza) dans la compréhension des choses géométriques entre l'entendement humain et l'entendement divin"
(6) Véase: El caso Galileo: Mito y realidad. Mariano Artigas y William R. Shea. Encuentro, 2009. pp.265-270
(7) op. cit. Jean Luc Marion, p. 218. " Il me répondit... qu'il y avait un point sur lequel il ( sc. Galilée) n'avait pu jusqu'à présent répondre, à savoir que Dieu est tout-puissant, et peut faire toutes choses; s'il est tout-puissant, pourquoi voudrions-nous le soumettre à une nécessité? Je dis que je n'avais pas le savoir requis pour parler en ces matières, mais qu'il me semblait avoir entendu dire ce même Seigneur Galilée, que, d'abord, il ne teneait pas pour vraie l'opinion du mouvement de la Terre, mais que, si Dieu a pu faire le monde de mille manières, on ne saurait non plus nier qu'au moins il l'aurait pu faire aussi de cette manière-là. Mais, s'échauffant, il me répondit qu' une nécessité ne doit pas être imposée au Dieu béni; et moi, le voyant entrer en colère, je n'ai pas voulu me mettre à disputer de ce que je ne connaissais pas et susciter une nouvelle hostilité que eût causé du préjudice au Seigneur Galilée"
(8) ibidem, p. 219. " Il ne s'agit donc que de faire reconnaître la possibilité d'un modèle mathématique de la création ( come Iddio poteva far); or, Urbain VIII croit reconnaître en cette possibilité une nécessité; erre-t-il complètement?Ou, de même que Descartes comprenait l'indépendance des vérités éternelles comme une tentative pour "assujettir (sc. Dieu) au Styx et aux Destinées", Urbain VIII n'interprétarait-il pas comme une nécessité la soumission de l'acte créateur divin d'abord à l'ensemble des possibles mathématiques, et, ensuite, au plus rationnel d'entre eux, l'héliocentrisme? Ce que le cardinal F. Barberini, neveu du pape, dénonçait comme une entreprise pour "introduire dans le monde quelque dogme frantastique", l'oncle et pontife l'entend de Dieu: c'est dans le processus même de la création que s'introduirait un dogme fantastique, c'est-à-dire stupéfiant et imaginé- la présupposition que Dieu agisse d'après des possibles indépendants de lui, au lieu de les produire par sa création même, et ensuite la présupposition que ces possibles, ou du moins l'un d'entre eux, s'organiseraient selon la rationalité mathématique. La contradiction entre la toute-puissance de Dieu et le modèle mathématique du monde créé gouvernerait-elle, bien plus profondément que tous les motifs officiellement théologiques ou personnellement dramatiques, le procès de 1633?"

martes

Jean-Luc Marion y Morpurgo-Tagliabue: El diálogo posible y necesario para comprender el escenario de la Modernidad.

Continuación de " Morpurgo-Tagliabue y la cuestión epistemológica moderna como un campo de batalla"

"La objeción de Urbano VIII es la última resistencia contra el incipiente racionalismo que, partiendo del Cusano, llegó con Galilei a su extremo resultado: extender la "incorruttibilis certitudo" de las matemáticas a la obra de Dios, y de anteponer el libro de la naturaleza "escrito" en lengua matemática a la Palabra de la Revelación". (1)


Aunque deba disculparme por no salir todavía del círculo de las mismas ideas, creo que es necesario a fin de extenderlo más, en la forma de una comprensión más amplia, abarcante y profunda, de eso que Morpurgo-Tagliabue llamaba el "campo de batalla" en el que entraron en relación el Papa Urbano VIII y Descartes y, con él, el pensamiento moderno. No salir tangencial ni violentamente de este movimiento circular nos puede permitir determinar con mayor precisión el contexto ideológico que sirvió de matriz al pensamiento científico moderno, pues se trata de comprender hermenéuticamente el espacio común en el que entraron en confrontación espíritus muy diversos de personajes que compartieron un mismo siglo.

Ahora, el alcance de mi propósito pasa por poner en diálogo a dos filósofos aparentemente sin relación mutua: Morpurgo-Tagliabue y Jean-Luc Marion. Con ambos vamos a poder alcanzar una visión más clara de ese terreno de choque en el que se tuvieron que encontrar, impensadamente para muchos todavía, pero con dramática necesidad, el padre del racionalismo moderno, Descartes, con la última expresión de resistencia y escepticismo contra cualquier sospecha de necesitarismo racionalista o metafísico, incluso en la forma del platonismo matematizante que pueda encontrarse en las posiciones ideológicas de personajes como Kepler y Galileo: " Que el mundo de la naturaleza - afirma Morpurgo-Tagliabue- esté escrito en lenguaje matemático, no podrá ser ya más un axioma platónico... como es todavía para Kepler y Galileo... Deberá ser justificado gnoseológicamente. No refrendado sólo por la confirmación empírica, sino por una fundamentación metafísica. ¿ Qué autoriza a la mente humana a extender su evidencia ( la indubitabilidad de las matemáticas) al mundo físico?" (1)

Morpurgo-Tagliabue explicó definitivamente la razón de ello. " La cuestión ( la duda planteada desde el presupuesto de la omnipotencia de Dios) siempre es la misma ( basada en el viejo argumento que los aristotélicos utilizaron contra las teorías astronómicas y que insistía en que el intelecto no agota las infinitas combinaciones posibles de la naturaleza ) , gnoseológica más que teológica". Es la misma cuestión, antes " fue expuesta de modo dogmático por Urbano VIII", aunque más tarde "lo fue de modo crítico por Descartes". En definitiva, ambos se preguntaron: " ¿ No podría ser la realidad diferente de cómo la razón la juzga?" ( 1)

Para cerciorarnos del gran acierto de Morpurgo-Tagliabue podemos someter su tesis a la piedra de toque que nos ofrece un filósofo tan prestigiado como incuestionablemente experto en la epistemología y la metafísica cartesianas, como lo es Jean-Luc Marion. Su libro " Sur la théologie blanche de Descartes ", nos va a permitir examinar críticamente la validez de las ideas de Morpurgo, tanto como obtener una visión más precisa de ese " terreno di scontro" ( " campo de batalla o terreno de choque") en el que se confrontaron las ideas, aunque no las personalidades, de Descartes y el Papa Urbano VIII.

En numerosas ocasiones he señalado que la clave se encontraba en la vieja disputa entre dos posiciones beligerantes en torno a la validez de las concepciones astronómicas: la tradición aristotélica de salvar la apariencias y la posición realista asociada con una orientación más pitagórico-platónica o matematizante. Entre los ss. XVI-XVII este conflicto de interpretaciones se produjo como un choque entre la cosmología aristotélico-ptolemaica y la teología escolástica, por una parte, y las nuevas ideas cosmológicas defendidas por los copernicanos. Los defensores de la cosmovisión aristotélico-ptolemaica recurrían precisamente a la omnipotencia divina para extender la duda contra las pretensiones de la naciente racionalidad científica, sus orientaciones metodológicas y el progreso de las ideas. Frente a las dudas y limitaciones impuestas dogmáticamente desde la teología, Descartes pudo ver claramente la necesidad de una búsqueda radical de los fundamentos del saber científico.

Ahora bien, en este espacio de confrontación podría destacarse la figura de un personaje de transición, estrechamente vinculado en lo personal con Descartes, pero que no llegó a apartarse completamente de la vieja tradición aristotélico-escolástica, pese a impulsar indudablemente la renovación del espíritu científico moderno. Se trataba del P. Marin Mersenne. La investigación de Jean-Luc Marion encuentra en él a un instigador polémico de la doctrina cartesiana sobre la creación de las verdades eternas. Marion trata de develar la cuestión planteada por Mersenne a Descartes y a la que contestó éste con la teoría de la creación de las verdades eternas, en las tres famosas cartas de la primavera de 1630; teoría que comenzaba con la tesis siguiente: "que las verdades matemáticas, que usted denomina eternas, han sido establecidas por Dios y de Él dependen enteramente" (2), y que llevaba a esta otra tan sorprendente: " que las verdades matemáticas, plenamente comprensibles, no vuelven por ello a Dios comprensible, sino que le suponen al contrario  "el ser infinito e incomprensible" y " la potencia incomprensible" (3).

" La problemática de la creación o de la independencia de las verdades eternas le viene a Descartes de Mersenne", afirma Marion. (4). El frontal rechazo cartesiano de la tesis suareciana de la independencia lógica de las verdades eternas y , por oposición, la afirmación de la creación y absoluta dependencia respecto de Dios , lleva a Marion a preguntarse " ¿ habría sido ( Descartes) el único de sus interlocutores en contestar a la opción teológica que sostenía la apologética concordista de Mersenne?" (5). Porque, en efecto, "si Mersenne fue el amigo de Descartes, nada prueba que lo haya sido de su pensamiento" ( 6)

Marion llega a resumir la posición representada por Mersenne en torno a las verdades matemáticas: " Así, los posibles, como verdades lógicamente necesarias, mantienen una doble relación con Dios: valen no sólo como eternos, sino también como independientes de Dios; sin embargo, y sin contradicción, precisamente porque constituyen su único objeto digno, son "necesariamente" el objeto de la atención, por tanto del entendimiento divino, hasta el punto de llegar a ser Dios mismo, ipse Deus" (7). Jean-Luc Marion también inserta a Mersenne dentro de una tendencia, muy viva  y extendida en el tiempo de la revolución científica, que llevó " a pensar en Dios como un Dios matemático" (8); todo lo dicho juega un papel clave en la apologética desplegada por el mínimo contra el libertinismo y el racionalismo naturalista, pues " las matemáticas tienen aquí un estatuto de verdades absolutas, fundadas en Dios"(9). Pretendía Mersenne convencer de que de las verdades matemáticas se sigue necesariamente no sólo la certeza de la existencia de Dios, sino el conocimiento esencial de Dios.

Y es, en parte, a esto a lo que constesta Descartes, oponiéndo su doctrina de la creación de las verdades eternas. En primer lugar, porque niega la tesis de la independencia, a modo de coeternidad, de las verdades matemáticas respecto de Dios y su potencia ( es decir, lo posible y, por ende, las verdades necesarias, " ne résulte donc pas de la puissance divine, mais la précède et détermine" ); Descartes contradirá a Mersenne afirmando que todas las verdades matemáticas, al igual que todas las criaturas, dependen enteramente de Dios. Pero, en segundo lugar, Descartes también negará que " la inteligencia de los posibles sea Dios mismo, en tanto que Él considera todos los inteligibles" ( 10), " puesto que Dios es una causa cuya potencia sobrepasa los límites del entendimiento humano..., (una) potencia incomprensible"(11) Es decir, el infinito incomprensible no encuentra limitación alguna, ni siquiera en lo intrínsecamente contradictorio o ininteligible para la mente finita. Por último, en tercer lugar, Descartes pretende extender la libertad divina más allá de lo que estaría dispuesto a aceptar Mersenne: mientras que Dios puede crear todas las cosas eligiendo muy libremente entre infinitas posibilidades, sin embargo " queda sometido a la definición independiente de los posibles, que se imponen por tanto a Dios" (12). Por el contrario, para Descartes, Dios no se limita a proyectar los posibles en la creación del mundo, sino que Él también crea libremente las verdades matemáticas y lógicas que escoge como fundamento de aquél.

Pero he señalado que lo precedente es sólo una parte de la contestación dada por Descartes a Mersenne. Porque, por otro lado, la refutación cartesiana sería de alcance más radical y profundo, de acuerdo con la opinión de Marion: " Sin embargo, queda una insuficiencia en esta conclusión - concluye Marion-. Mersenne depende finalmente tanto de los teólogos ( Suarez y Bérulle) como de los teóricos de las matemáticas...En consecuencia, sería necesario examinar si Mersenne no constituye sólo el indicio...de una tendencia más ampliamente extendida (y) entre los más grandes a pensar en Dios como un Dios matemático. En este caso, para Mersenne, Descartes recusaría una epistemología y una teología completas, las cuales no garantizarían un fundamento absoluto y divino a las verdades matemáticas sino sometiendo a Dios a una univocidad total" (13)

Por un lado, Mersenne sería una muestra de la tendencia señalada, pero también un intelectual que no logró ni quiso desprenderse totalmente de los prejuicios aristotélicos que le llevaban a un pragmatismo y relativismo instrumentalista y positivista en la física. Asumo el riesgo de interpretar a Marion, pues opino que esta actitud del mínimo ante las teorías físicas no sólo atañe a los modelos astronómicos sino que sería extensiva también a las nuevas orientaciones mecanicistas dentro de la física.

Aunque Marion no sea explícito sobre ello, también parece inscribir la figura de Mersenne dentro del contexto de las discusiones entre los partidarios de considerar a la astronomía como un terreno de hipótesis meramente ficticias justificables por su utilidad para "salvar las apariencias" y los defensores de una nueva orientación científica, proclives a considerar las nuevas hipótesis astronómicas como hipótesis evaluables y validables mediante el despliegue de investigaciones guiadas por una metodología científica. En efecto, pues, con la salvedad de Mersenne, los partidarios de esa "tendencia ampliamente extendida a pensar en Dios como un Dios matemático", sobre todo, los más señeros pensadores, mantuvieron una actitud no relativista, sino realista ante la validez de las nuevas ideas astronómicas.  Pero Marion va más allá, y acierta en ello, permitiéndonos definir el contexto que Morpurgo veía como el "terreno di scontro" entre Urbano VIII y Descartes: la polémica y el desacuerdo entre relativistas y realistas se había extendido más allá de la clásica discusión sobre la validez u objetividad de las teorías astronómicas: en el siglo de Mersenne y de Descartes, se cuestionaba también a la nueva física. En este sentido, Mersenne es " l'indice d'une tendance plus largement répandue et chez de plus grands à penser Dieu comme un Dieu mathématicien", pero también lo es de "une épistémologie et une théologie" que Descartes recusó y trató de superar como obstáculos al despliegue de la ciencia moderna. Una epistemología y una teología de las que se derivaba, a causa de "contingence qu'implique l'empiricité de la physique" ( 14) , la conclusión de la invencible " relativité et la précarité de totues les théories physiques"(15). Opinión no exclusiva de Mersenne antes de 1630, sino también razón de peso por la que se opuso Urbano VIII a Galileo. Volviendo a la cita de Morpurgo-Tagliabue, con la que encabecé este capítulo,  " Urbano VIII es la última resistencia contra el incipiente racionalismo...llegó con Galilei a su extremo resultado: extender la "incorruttibilis certitudo" de las matemáticas a la obra de Dios".

Por cierto, como traté de demostrar en un capítulo anterior, debería examinarse con más atención cómo modificó Mersenne el planteamiento de su relativismo físico a la luz de las "Questions théologiques", puesto que en esa obra, con el fin de complacer tanto a Roma como a los teólogos de París, Mersenne presentó sus objeciones al copernicanismo apoyándose no en otra razón sino en la misma objeción escéptica del Papa Urbano VIII, a partir de la afirmación de la omnipotencia divina.

Considero, pues, que el estudio de Jean-Luc Marion aporta elementos sumamente importantes para precisar el contexto dentro del cual la duda del Papa Urbano y la duda cartesiana se hallan clarísimamente relacionadas.

CONTINUARÁ













(1) Citas tomadas de " Il processi di Galileo e l'epistemologia". Guido Morpurgo-Tagliabue. Edizioni di Comunità, Milano 1963. pp. 97-100. La traducción ha sido realizada por mí. 

(2) "Que les vérités mathématiques, lesquelles vous nommez éternelles, ont été établies de Dieu et en dépendent entièrement". El texto es citado por Jean-Luc Marion en el libro citado, " Sur la théologie blanche de Descartes".PUF, 1981.p.174. Y pertenece a la carta del 15 de abril de 1630, que puede encontrarse en la edición de las "Oeuvres complètes VIII. Correspondence 1", de Armoghate. Edt. Gallimard, 2013 p.73

(3) Sur la théologie blanche de Descartes, p.166

(4) ibidem, p. 163. " La problématique de la création ou de l'indépendance des vérites éternelles provient à Descartes de Mersenne"
(5) ibidem, pp.172-173
(6) ibidem, p.166
(7) ibidem, p176. " Ainsi, les possibles, comme vérités logiquement nécessaires, soutiennent un double rapport avec Dieu: ils valent non seulement comme éternels, mais bien comme indépendants de Dieu; pourtant, et sans contradiction, précisément parce qu'ils en constituent le seul objet digne, ils sont "nécessairement" l'objet de l'attention, donc de l'enendement divin, au point de devenir "Dieu lui-même, ipse Deus".
(8) ibidem, p.177
(9) ibidem, p. 173
(10) ibidem, p. 175
(11) ibidem, p.175. " ...puisque Dieu est une cause dont la puissance surpasse les bornes de l'entendement humain, et que la nécessité de ces vérités n'excèden point notre connaissance, ... elles sont quelque chose de moindre, et de sujet à cette puissance incompréhensible".
(12) ibidem, p.177. "... reste soumis à la définition indépendante, parce que logique, des possibles, qui s'imposent donc à Dieu"
(13) ibidem, pp.177-178
(14) (15) ibidem, p.173.