Opiniones críticas sobre mis investigaciones sobre “El caballo
de Troya de Descartes”
Del Profesor Dr. D. Joaquín E. Meabe ( Argentina)
Antonio: has encontrado una pista que hay que seguir para develar el
contexto de Descartes. El error de los intérpretes de Descartes,
incluido Spinoza, es su desatención al contexto, al escenario de los
tratos de Descartes, a las relaciones cruzadas en el ámbito
religioso. Descartes secularizado es un Descartes castrado. NO
OLVIDES ESO. NO OLVIDES TU CONJETURA, NO OLVIDES TU LIBRO.
…………………..
El trabajo de Antonio en torno a
Descartes es estupendo y su libro “El caballo de troya de
Descartes” con su hipótesis del Deus deceptor coloca todo el tema
en un nuevo horizonte de debate. Recomiendo, pues, la lectura de ese
libro que para mi es solo el comienzo de un nuevo recorrido en torno
a Descartes y al nuevo pensamiento que arranca con la ruptura
cartesiana. Por cierto, hay mucha hojarasca en ese camino en el que a
veces se pierden Liebniz y Spinoza; y que ya, a mediados del siglo
XVIII se agudiza generando una bifurcación (el noúmeno kantiano y
el mundo de los fenómenos de la “Kritik der reinen Vernunft”)
que a partir de Kant se transforma en una metafísica formalista de
la ciencia que lleva a una encrucijada de la que no ha podido salir
el idealismo filosófico. Desde ya, todo un desafío para el
inteligente planteo de Antonio que festejo como UNA GENUINA IDEA
FILOSÓFICA
……………………..
Ese es uno de los problemas de las
publicaciones latinoamericanas de filosofía, algo que afecta incluso
a las ediciones españolas. En eso estamos muy atrasados. Por eso es
muy bueno recomendar a Antonio Hidalgo que haga una de dos: o lo pone
en Amazon o libera el pdf para su lectura. Guardado en el cajón del
editor no sirve para nada. Insisto: es un libro muy bueno pero le
falta distribución y discusión. Por eso es bueno el llamado de
atención para Antonio y para su editor.
.....................................................
Antonio:
Si tu quieres puedo hablar con mis
editores en Argentina. Las cuarenta está en todo el mundo y es una
editorial muy prestigiosa por el rigor en la selección de lo que
publica. En Argentina es la editorial top en materia de filosofía
... Sería bueno que amplíes el libro. De todos modos ya el primer
intento vale. Te agradeceré si puedes mandarme una copia en papel
porque aquí (en Argentina) no va a llegar.
…………………………………..
Tu libro es pequeño en formato
pero muy grande en importancia y tu hipótesis es de una importancia
extraordinaria. Es el producto de una genuina y necesaria pregunta
acerca del factor fundante de la duda cartesiana. Si no se determina
el substrato de la hipótesis del genio maligno resulta imposible
entender el idealismo egocéntrico cartesiano y la nueva secularidad
que crea a Dios en la conciencia a partir de la colación de las
ideas de Galileo y de la nueva física. El enorme problema del
idealismo secular cartesiano es el de la necesidad de determinar ese
rol de la razón equiparada a Dios y deificada como factor fundante
de la vida intelectual. Es curioso que los expertos aún no se hayan
preguntado acerca de la necesidad cartesiana de Dios y de la función
del deus deceptor. El genio maligno atraviesa todo el racionalismo de
los siglos XVII a XX y a pesar de los embates de Kierkegaard y
Nietzsche y sobrevive en Marx al igual que en el atomismo lógico, en
Carnap, en Russell, en Wittgenstein y en todo una variedad de
naturalismos, materialismos, behaviorismos, conductismos,
estructuralismos y otras capillas menores. Todo eso viene de esa
época crucial en la que Descartes descubre a Galileo y precede a las
Meditaciones. Todavia estamos en el escenario en que Descartes ha
tratado de dirimir sus diferencias con Galileo. De allí viene, entre
otras cosas y entre otros ejercicios abstractos, el noúmeno kantiano
que no encuentra anclaje en el mundo real y tampoco justificación
suficiente en la argumentación abstracta de la “Kritik der reinen
Vernunft”. La trama que forma el núcleo duro del problema va en
dirección a tus averiguaciones. Espero poder mandarte pronto el
libro de Gilson que debe ser discutido e incluso rebatido en parte
porque la conexión medieval es solo una de las huellas del problema.
La otra esta en la relación de Descartes y Galileo. Tengo grandes
expectativas con tu trabajo y creo que vas a ofrecer una respuesta
que lleva esperando mas de tres siglos. Para parafrasear a Jacques
Maritain bien se puede decir que el sueño de descartes es la
pesadilla del racionalismo y esa pesadilla no es más que la
continuidad de la hipótesis del genio maligno que conduce al
laberinto en el que se han perdido Kant y gran parte de epistemología
ulterior. Es preciso volver al escenario de confrontación de
Descartes con Galileo y a ese momento crucial previo a las
Meditaciones. Solo cuando tengamos el contexto de la hipótesis del
Genio Maligno tendremos el hilo de Ariadna para salir de laberinto
racionalista que enfrenta a ese mismo racionalismo con el empirismo,
debate que ha quedado en stand by por los científicos (por lo
general agnósticos) que creen (curiosa dependencia vicaria de
Descartes y de la hipótesis del Genio Maligno) que de ese modo se
alivia (se desentiende de su teologia materialista de base
cartesiana) en su práctica. Hace falta volver a ese paso previo o de
lo contrario continuar en el laberinto entreteniéndose con juegos de
lógica.
Un gran abrazo y debes seguir en
tus averiguaciones.
La Profesora Dra. Amelia Valcárcel (España)
Debo decirle que me ha costado encontrar un hueco para poder ver su
trabajo con la debida atención y que, una vez visto, me ha resultado
informado y francamente interesante.
El Profesor Dr. Hermes Benítez ( Canadá-Chile)
Estimado don Antonio,
He leído con sumo interés y atención su libro titulado El caballo
de Troya de Descartes, y me ha parecido excelente, bien pensado, bien
organizado y bien argumentado. Creo que Ud. ha logrado desarrollar y
defender, adecuadamente, una tesis original acerca de la función que
la doctrina Cartesiana del "genio maligno" desempeñaría
al interior de su obra, en lo referente a la problemática de las
relaciones entre ciencia y religión, que el filósofo francés
habría concebido al ser motivado por al enfrentamiento entre Galileo
y la Iglesia católica, a propósito de la teoría copernicana.
Como Ud. habrá podido darse cuenta al leer el ensayo sobre Galileo y
la Iglesia que le envié, y en lo que a Ud. se refiere, como yo he
podido advertirlo leyendo el resumen de su libro contenido en su
Blog, Ud. y yo tenemos opiniones divergentes acerca de la conducta de
la Iglesia hacia Galileo en los más de tres siglos y medio que han
transcurrido desde 1615. Mi posición es altamente crítica de la
Iglesia, la suya justifica en una considerable medida la conducta de
aquella institución eclesiástica hacia el científico toscano. Sin
embargo, me quedó la impresión, luego de leer el texto de su Blog,
y compararlo con los planteamientos de su libro, que en este último
pareciera encontrarse Ud. algo más cerca de mi posición crítica de
la Iglesia. Después de todo, mediante aquel argumento
filosófico-teológico, Descartes ha quebrado una lanza por la
independencia y la autonomía de la ciencia respecto de la teología
y de la tutela intelectual de la Iglesia católica.
No cabe duda que tanto Ud. como yo juzgamos la conducta de la Iglesia
hacia Galileo a partir de compromisos o supuestos metafísicos
opuestos, porque es muy posible que Ud. justifique la posición de la
Iglesia hacia Galileo porque es (muy probablemente) católico,
mientras que yo la crítico y rechazo porque soy ateo. Pero, claro
está, lo importante, y lo que hace posible la confrontación de
ideas y puntos de vista, es que cada cual sea capaz de argumentar y
defender su posición frente a la cuestión que nos ocupa con las
mejores armas filosóficas e históricas de que disponga. Por cierto,
su tesis sobre el significado profundo del argumento cartesiano que
gira en torno a la figura hipotética del genio maligno, me parece
válida, ya sea que lo ponga a Ud. más cerca de mi posición critica
de la Iglesia, o no.
El Dr. M. Lerner, experto en la modernidad comentó sobre mis
tesis sobre Mersenne
Concernant le texte des Questions théologiques, il me semble que la
reprise indirecte de l'argument d'Urbain VIII pourrait bien être
conforme à l'idée personnelle du théologien Mersenne touchant à
la doctrine de la puissance absolue de Dieu, et à l'idée du
philosophe qu'il est aussi concernant le statut de l'hypothèse en
astronomie.
Que cet argument soit utilisé particulièrement pour "plaire"
aux autorités romaines ne me paraît pas évident. Bien plus
significatif à ce propos, et potentiellement de nature à être
apprécié à Rome, est le fait que Mersenne donne dès 1634, un an
après le procès de Galilée, une traduction française de la
sentence et de l'abjuration, rendant ainsi de notoriété publique en
France une condamnation qui ne sera diffusée par la voie de
l'impression en Italie qu'en 1644 par Giorgio Polacco, puis par
Riccioli en 1651.
Je ne sais pas si j'ai répondu à votre question de façon
satisfaisante. Je vous souhaite en tout cas un bon succès pour vos
travaux.
Pero el Dr. Lerner finalmente, tuvo que reconocer la evidencia de
mis argumentos
Cher Monsieur,
Vous avez raison: en relisant mon étude "La réception de la
condamnation de Galilée en France au XVIIe siècle" publiée
dans Largo campo di filosofare, La Orotava, 2002, p. 513-547, je
m'aperçois que j'ai évoqué ce point, à savoir la deuxième
version des Questions expressément composées par Mersenne à
l'intention de Rome.
Bon succès pour votre travail.
Desde Italia, el gran experto Prof. Dr. Luca Bianchi
L'argomento che lei tratta è molto interessante, e l'ipotesi che
l'obiezione di Urbano VIII a Galileo sia stata discussa - in modo non
esplicito - da molti autori del 600 è più che plausibile: forse
conoscerà il vecchio ma bel libro di G. Morpurgo Tagliabue che
sosteneva proprio che Descartes cerca di rispondere all'obiezione di
Urbano VIII.
Desde Barcelona, el Dr. Miguel A. Granada
No puedo sino felicitarle por su
trabajo,que a juzgar por su descripción e independientemente de la
confirmación con la documentación disponible, parece sólido, muy
bien informado y altamente interesante.
Me alegra saber que Luca Bianchi,
que de la "angélica doctrina" sabe mucho, da alas a su
investigación. G. Morpurgo Tagliabue pubicó en 1963 un libro
importante titulado I processi di Galileo e l'epistemologia, Edizioni
di Comunità, Milán. He de confesar que no lo conozco.
Sobre mis tesis sobre Mersenne, la Dra. Natacha Fabbri, del Museo
Galileo
Je trouve votre interprétation à la fois exacte et complète. J’ai
d’ailleurs proposé une lecture assez proche de la vôtre dans le
troisième chapitre de mon livre «De l’utilité de l’harmonie.
Filosofia, scienza e musica in Mersenne, Descartes et Galileo»
(Pisa, Edizioni della Normale, 2008).
Desde Roma, el Dr. Carlo Borghero
Ho letto con interesse il saggio su Descartes che Lei ha avuto la
cortesia di mandarmi. Lei affronta un tema molto dibattuto dalla
letteratura cartesiana in tutte le sue articolazioni (il dubbio
metodico e iperbolico, la "potentia Dei absoluta", il
volontarismo teologico, il debito di Descartes per Suarez, il
fondamento metafisico della fisica, il confronto del meccanicismo
cartesiano con la fisica sperimentale galileiana ecc.), mostrando di
saper leggere in profondità i testi cartesiani. La sua ipotesi di un
uso da parte di Descartes del volontarismo teologico (e del "Deus
deceptor" e del "malin génie") come di una sorta di
cavallo di Troia per contrastare gli argomenti scolastici usati
dall'Inquisizione contro Galilei e la scienza moderna, e garantire
l'autonomia e l'universalità di questa, è suggestiva, anche se sarà
difficile pervenire a un livello di maggiore approfondimento degli
aspetti storici dato lo stato della documentazione di cui disponiamo,
che sembra condannarci a mere congetture seppure plausibili
Del Prof. Ramón García ( Universidad Nebrija) recibí una
crítica filosofico-literaria
Estimado Antonio, Llevo mucho tiempo queriendo leer tu texto y por
fin ... he tenido oportunidad. La verdad es que es un trabajo
excelente. Está muy bien escrito, pues es claro y conciso. Creo que
puede ser leído incluso por legos de la filosofía, pues, sin llegar
a ser divulgativo, tiene mucha frescura. Me lo he leído casi de un
tirón, pues me ha atrapado. Creo que tienes que tratar de
publicarlo, porque merece la pena sacar a relucir la nueva lectura
que haces de la duda metódica de Descartes, en pro de la ciencia
moderna. Algo que efectivamente le ha costado llegar a pensar en
algunas partes de sus meditaciones que hace teología en lugar de
filosofía. Ahora quedaría justificada su intención; especialmente
en su relación con lo acontecido con Galileo. Te voy a hacer una
pequeña retroalimentación.
1. En cuanto a la forma, no sé si es el defecto al pasarlo al PDF,
pero casi todos los signos de puntuación del estilo paréntesis,
signos de interrogación, etc. aparecen separados de las palabras.
Ej. (Descartes dijo… ) en lugar de (Descartes dijo…). Esos
espacios no deberían aparecer. Por lo demás, en cuanto a forma está
genial.
2. En el apartado de la duda metódica y la lectura que hace
Suárez.Hacia el final de esta parte expones tu hipótesis con
referencia al rodeo deductivo de Descartes que explicas de manera
profunda al final. Creo que merece la pena explicar, aunque sea con
una frase, a qué haces referencia cuando mencionas el rodeo
deductivo. De esta forma, el que no lo conozca se haga una idea. O
como me pasó a mí, que lo recordemos. No hace falta profundizar,
sólo mencionar qué es.
3. Me pareció muy interesante cómo desgranas la crítica que hace
Descartes sobre Galileo. Si lo he entendido bien, critica a éste
último por su empirismo. O sea, por no buscar los axiomas
inamovibles que brinda el conocimiento apriorístico. Sin embargo,
echo en falta saber si esta crítica es justificada. Todo parece
indicar que sí. Que Galileo es más empirista que racionalista (si
es que alguna vez se planteó este dilema), pero ¿existe algún tipo
de evidencia que pueda darle la razón a Descartes? ¿Qué opinas tú
al respecto? Me gustaría, aunque fuese en una nota al pie, saber tú
qué opinas.
4. Antes de la polémica escolástica sobre la omnipotencia de Dios
entras de lleno hablando de Pedro Damian y Pedro Lombardo. Seguro que
debe ser ignorancia mía y que el que lee tu libro debería saberlo.
Yo a veces peco de ingenuo explicando aspectos que para algunos
lectores son obvios. Pero creo ayudaría esclarecer al comienzo
quiénes son y su relevancia para tu investigación. Creo que ganaría
en claridad, en lugar de pecar de ingenuo.
5. Me encantó el apartado que relaciona la omnipotencia de Dios y
cómo la idea del Dios que puede hacer lo verdadero falso, en
realidad justifica el instrumentalismo y se opone a la búsqueda de
la verdadera naturaleza del universo. O sea, la oposición de las
indagaciones científicas, pues ¿de qué sirve estudiar algo que en
realidad Dios puede, por capricho, hacerlo de otra forma? Buscar la
esencia de la naturaleza sólo tiene sentido si ésta es inamovible.
6. Por último, y en esto no me voy a meter mucho porque es espinoso.
En la página 47 se sigue muy bien el argumento que propones de la
posición de Descartes a la “angélica doctrina” como una
estrategia para poder justificar la construcción del mundo. Si lo he
entendido bien, la idea de perfección de Dios y por ello de su
bondad (pero también de su existencia; pues esto también se
justifica con su perfección según el argumento de San Anselmo de
Canterbury) no ayuda para saber que no puede engañarnos en el
conocimiento más claro y distinto (la extensión, figura, etc.). Muy
bien hasta aquí, lo que no termino de ver es por qué los
escolásticos no cayeron en este argumento. Sobre todo porque
reflexionaron mucho sobre él. ¿Realmente estaban en contra del
conocimiento científico? ¿O se les pasó? En cualquier caso, es
cierto que con ello Descartes se adelanta a posibles críticas en
este sentido, lo cual has sacado a relucir muy bien. Me ha gustado
mucho de verdad.
Prof. Gilberto Cunha
Galileu, Descartes e Eu
Sexta-Feira, 08/05/2015 às 07:18, por Gilberto Cunha
Antes que pareça demasiada a pretensão do colunista e algum leitor
possa concluir que o escriba, ao se imiscuir entre dois gigantes do
pensamento filosófico universal, perdeu o senso do ridículo (ou o
juízo), apresso-me em esclarecer. Qualquer alusão ao título dessa
coluna deve ser entendida com base no conteúdo de um e-mail que
recebi, na véspera do Natal passado, desde Córdoba/Espanha, enviado
pelo professor Antonio Hidalgo Pedraza, perguntando se eu era o autor
do livro “Galileu é meu pesadelo”. Com a resposta afirmativa,
foi esclarecida a intenção do professor Hidaldo, que era enviar o
livro que ele havia recém publicado na Espanha, “El Caballo de
Troya de Descartes: La Duda Metódica y el Secreto del Genio
Maligno”, para eu apreciar a tese, nem sempre perceptível ou
assumida por muita gente, que ele defendia na obra, tratando da
influência de Galileu sobre Descartes, no que tange à relação
entre a dúvida metódica e as figuras de um Deus enganador ou de um
Gênio maligno.
Foi a dúvida metódica cartesiana, ao questionar o pensamento
escolástico-aristotélico, que nos conduziu à filosofia do sujeito
pensante (ego cogito). E foi por duvidar dos cálculos dos geógrafos
helenistas e medievais que Colombo pode achar a América, por
exemplo. Assim, quer seja na ciência, no mundo dos negócios ou no
dia a dia de qualquer um de nós, temos que duvidar dos limites das
certezas humanas estabelecidas (ou que herdamos pela educação que
recebemos) para que possamos aventurar-nos em busca do novo (que não
é necessariamente melhor do que já temos). Essa foi, na minha
visão, a grande contribuição deixada por René Descartes, ao nos
ensinar a por em dúvida/cheque a visão de mundo herdada do passado.
Pela dúvida metódica de Descartes, há que se começar duvidando de
tudo, na mais radical crítica que podemos submeter a nossa razão.
René Descartes não era muito adepto do reconhecimento das
contribuições e influências de outros autores sobre a sua obra,
nem dos pensadores do passado e nem dos seus contemporâneos. Não
foi diferente com Galileu, cuja condenação pela Inquisição
(1633), até pela proximidade que Descartes tinha com os jesuítas, e
cujas obras “Diálogos sobre os dois grandes sistemas” (1632) e
“Duas novas ciências” (1638), ainda que ele tivesse negado que
conhecia, há evidências em documentos e correspondência,
levantadas pelo professor Hidalgo, que demostram o contrário. Sim,
afirma taxativamente o professor Hidalgo, Descartes conhecia a
condenação pelos tribunais da Inquisição e não ignorava a obra
de Galileu. Então, por que o homem que se esmerou em “andar
mascarado pela vida” sempre negou isso?
Não foi sem razão que Descartes, prudentemente, tratou de evitar
qualquer enfrentamento com as autoridades eclesiásticas. A tese do
professor Hidalgo é que René Descartes usou uma tática equivalente
ao famoso “cavalo de Troia” para questionar o princípio, então
dominante e defendido pela Igreja, da onipotência infinita de Deus,
e assim poder construir um conhecimento estritamente científico do
mundo, que pelo racionalismo cartesiano significa um conhecimento
baseado em verdades inquestionáveis e demonstráveis. Afinal, como
afrontar um Deus enganador que podia tudo, inclusive fazer que não
houvesse acontecido algo que já havia acontecido no tempo ou que
algo verdadeiro se transformasse em falso?
Então eis que, o verdadeiro Cavalo de Troia de Descartes, deixado
como “presente aos inquisidores”, para evitar equívocos de fé,
driblando os escolásticos, foi a substituição, no final do
desenvolvimento do processo da dúvida metódica, da figura de um
Deus enganador pela figura de um Gênio maligno. Afinal, a pretensão
de Descartes foi escapar da submissão da razão aos condicionantes
ideológicos da tradição medieval, que deram causa à condenação
de Galileu Galilei.
Prof. Dr. José Biedma en quintadelmochuelo.blogspot.com.es
Caballo de Troya de Descartes
Antonio Hidalgo
Pedraza ha escrito un interesante ensayo sobre Descartes: El Caballo
de Troya de Descartes (2015). Nuestro joven autor se
apunta a una hermenéutica de la escucha orientada mejor a
desvelar los posibles sentidos del ser, que a la tan manida -y à
la page- “hermenéutica de la sospecha” que reduce lo
superior a lo inferior para dar cuenta de su sinsentido. Me gustaría
señalar que ha sido precisamente un miembro de la hermenéutica
de la escucha, Paul Ricoeur, quien ha establecido esta
distinción, convertida ya hoy en filosofema historicista.
Cada vez se ve mejor
que el adanismo de Descartes fue puro “postureo”. Además de las
influencias de autores menos escolásticos, algunos hispánicos como
Gómez Pereira o Francisco Sánchez el Escéptico, y según prueban
las investigaciones históricas de Baciero Ruiz, las reflexiones
suarecistas sobre las causas del error (Disputación metafísica
9) inspiraron decisivamente a Descartes. Es seguro que el francés
conocía estupendamente la obra del jesuita granadino. Por otra
parte, Descartes estuvo toda la vida carteándose con jesuitas
cultos.
La condena de Galileo
fue capital en la biografía intelectual de Descartes. Tomó por
ella la decisión de no publicar su Tratado del mundo. Y es
muy probable que decidiera la hipótesis escéptica radical
del famoso “genio maligno”. Aquí es donde Antonio Hidalgo es
original postulando que tal hipótesis sirvió a Descartes para
desmantelar las objeciones metafísicas y teológicas principales
que los doctores de la iglesia habían lanzado contra los ensayos
del físico y astrónomo italiano.
Descartes pretendía
resolver definitivamente el debate entre los partidarios de la nueva
física y los de la física aristotélico-ptolemaica. El autor
pretende comprender la estrategia argumentativa de la duda
hiperbólica cartesiana y su superación mediante el rodeo teológico
deductivo, o sea el recurso al Dios perfecto y veraz, en relación a
dicho debate. Descartes pretendía algo que nunca se atrevió
a confesar: refutar las objeciones lógico-teológicas que se
oponían a los defensores de la nueva astronomía y muy
particularmente las que se formularon en el juicio inquisitorial
contra Galileo (1633).
La hipótesis del
genio maligno adquiere todo su sentido si se la considera una
estrategia (un caballo de Troya) para liquidar y superar los límites
que la objeción teológica basada en la omnipotencia divina imponía
a la autonomía del nuevo pensamiento científico y a la validez de
sus descubrimientos. La idea de un Dios omnipotente era por decirlo
así llevada a su absurdo mediante la hipótesis cartesiana del Deus
deceptor, del Dios engañador.
En efecto la nueva
ciencia nunca podría superar el carácter hipotético de sus
opiniones (suppositiones), útiles pero disputables, ni librarse de
las falacias ad auctoritatem, mientras echase por tierra la
suposición teológica de un Dios todopoderoso. Curiosamente, esa
tesis de un Dios que, por citar un ejemplo anacrónico, podría
enterrar fósiles en las montañas para poner a prueba nuestra fe en
el fijismo, acompañaba el método resolutivo-compositivo, cuyos
precursores deben ser buscados en la Escuela de Oxford (s. XIII), en
Grosseteste y Bacon, y en el empirismo nominalista de un Ockam.
Por otra parte, el
modelo heliocéntrico propuesto por Galileo podía ser más
verdadero que el geocéntrico, pero para defenderlo Galileo incurría
a veces en falacias lógicas, como la de la afirmación del
consecuente: “Si el modelo heliocéntrico es cierto, entonces
Venus debe tener fases. Es un hecho comprobado que Venus tiene
realmente fases. Por tanto, el modelo heliocéntrico es cierto”,
(A → B) & B ⇒ A.
De hecho existían
otras propuestas teóricas para explicar los mismos fenómenos o,
como se decía entonces, para “salvar las apariencias”, por
ejemplo la de Tycho Brahe. Puede que Galileo fuese muy consciente de
la existencia de alternativas teóricas, pero consideraba una buena
razón a favor del modelo copernicano su simplicidad matemática.
Justamente aquí era donde las autoridades eclesiásticas –que no
eran ni tan memas ni tan fanáticas como el mito cientifista las
suele presentar al público- podían esgrimir la objeción de que es
completamente injustificable limitar a Dios por razones de orden
subjetivo, como podría ser la utilidad, la belleza o la simplicidad
de un constructo matemático.
Galileo compareció
dos veces ante el tribunal eclesiástico. En 1616 se le instó a
hablar “ex suppositione” sobre el modelo copernicano. La
sentencia del segundo juicio (1633) obligó a Galileo a retractarse
y a vivir retirado en su finca el resto de sus días. La objeción
teológica con la que Urbano VIII (amigo de Galileo) quería limitar
el valor de la hipótesis heliocéntrica era que el infinito poder
de Dios puede hacer que todo suceda como si la Tierra
estuviese en movimiento aun cuando realmente esté inmóvil.
Por su parte, Tycho
Brahe dejaba a la Tierra en el centro del universo y al sol girando
a su alrededor, mientras los restantes planetas orbitarían
alrededor del Sol, modelo que también "salvaba las
apariencias". Y Kepler había explicado las mareas por el
influjo de la Luna, mientras que Galileo se equivocó al desestimar
esta hipótesis kepleriana.
Pero cuando el Papa
apelaba al Dios omnipotente tardomedieval tal vez no se daba cuenta
de que Dios, haciendo uso de su poder ilimitado, podía convertirse
en un Deus deceptor, en un creador engañoso, y este sería
el antecedente del Genio maligno cartesiano. No tanto porque
pueda hacer que lo que sea verdadero se convierta en falso, sino más
bien porque representa un obstáculo insuperable para poder
investigar la verdad, dado que bajo este supuesto la ciencia
difícilmente podría establecer como verdaderas leyes naturales
incontrovertibles. Quedaría expuesta a una duda continua y sujeta
por tanto a los ataques del escepticismo, que era lo que a Descartes
preocupaba sobre manera.
A pesar de que, al
contrario que Huygens, la física de Descartes no formulaba ni
matematizaba sus principios y la suya era una física matemática
sin matemáticas, el filósofo francés bien pudo haber pensado en
una táctica equivalente a la del caballo de Troya, valiéndose del
postulado de la omnipotencia divina para desmontar los reparos de
los teólogos al modelo copernicano defendido por Galileo. Ello lo
conseguirá superando las consecuencias de la hipótesis de un Deus
deceptor al demostrar la existencia de un Ser Perfecto, veraz e
inmutable, conservador de las leyes universales del mundo material y
garante de la veracidad de la razón metódica. Para evitar
equívocos de fe, Descartes al final de una de sus meditaciones
sustituye la denominación de “Dios engañador” por la de “Genio
maligno”.
El autor piensa que
Descartes procede a esta sustitución para resaltar de una forma
contundente que su intención es buscar un motivo puramente
ficticio, imaginativo, sin compromiso ontológico ni ideológico. Se
trata de una idea que ni es clara ni distinta, una idea de la
perfección divina en la que Dios puede hacer verdadero y bueno lo
que quiera haciendo uso de su potencia absoluta, pues no se ve
sujeto a conservar el orden (físico y moral) de sus decretos y, por
tanto, su libertad no puede verse constreñida a ningún orden
necesario, real o posible.
Como explicará Hegel,
la certeza del cogito se debe a que es en el yo donde se
verifica la inextricable unidad entre el pensar y el ser. La duda
metódica y el rodeo teológico-deductivo pueden verse bajo una
nueva luz: un intento deliberado pero prudente por eliminar o
remover los prejuicios escolásticos tradicionales que obstruían el
pensamiento científico moderno. Para ello fue preciso demostrar que
Dios no puede ser engañador, para que devenga el garante
gnoseológico del criterio de evidencia. Y Descartes no parte para
ello de la bondad sino de la misma omnipotencia divina, pues el
engaño, el error, son un defecto, una deficiencia, un no-ser. Luego
no pueden ser resultado de la acción de un ser omnipotente en el
cual toda posible acción hemos de pensarla como lograda y
productora de un efecto real, y no como productora de ausencias de
efectos.
Causar el error es
signo de deficiencia y no de omnipotencia. Para Descartes, la
hipótesis de un Genio maligno es contradictoria con la de un Dios
omnipotente. Cualquier decisión de Dios crea verdad, y por tanto no
puede engañarnos. Dios podría haber creado otra matemática en la
que dos más dos fueran cinco, pero incluso el valor inmutable y
eterno de las verdad matemática de que dos más dos son cuatro
depende de la voluntad divina.
Echando mano del
concepto de Potentia Dei Absoluta, que servía a los teólogos
para condenar las proposiciones realistas de la nueva física
matemática, Descartes supera las limitaciones impuestas al
pensamiento científico para devolverle al conocimiento racional su
certidumbre evidencial y su autonomía. Su rodeo teológico
deductivo era una especie de “regalo envenenado”, para derribar
los muros de contención que impedían el progreso de la libre
investigación.
La hipótesis del
Genio maligno aparece a esta luz como una caricatura o reducción al
absurdo de la del Deus deceptor que era usada como objeción
contra la nueva ciencia.
Publicado por José
Biedma en 13:48
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