Joaquín E. Meabe
Seminario sobre Paideia
de Werner Jaeger
Corrientes - Argentina -
2017
Materiales de estudio
para revisar y aprender con
Paideia
de Werner W. Jaeger 10
La comedia y la historia.
1
El panorama del siglo V se
completa para Jaeger con el examen de Aristófanes y Tucídides, a
los que dedica los dos últimos capítulos (5 y 6) de esta segunda
parte.
Nosotros aquí vamos a
tratarlos en un solo párrafo en razón de ambos vienen a ser, casi,
las dos caras de una misma moneda, que no es otra que la que registra
el amargo y severo enjuiciamiento con el que se cierra toda una
época.
Ya desde sus orígenes la
comedia se encuentra asociada a la exageración o deformación
intencionada de la realidad con el propósito satírico de mostrar
aquellas aristas o rasgos del mundo real que se consideran
insatisfactorias o que merecen la censura del observador inteligente.
2
La comedia ática no escapa a este patrón sino que más bien lo
representa con inusual agudeza y penetración3,
como lo pone de manifiesto Jaeger al referirse a la alegría festiva
que revelan los principales elementos de sus puestas en escena
(vestidos fálicos de los actores, máscaras y disfraces de animales
como ranas, avispas y pájaros de los miembros del coro), que con
seguridad se diseñaban imitando el ambiente y las modalidades de las
fiestas rurales dionisíacas.
De la trilogía de los grandes
autores de la Comedia Antigua la posteridad solo ha conservado de
manera extensa y abundante la obra de Aristófanes más no la de
Cratino y Eupolis, lo que obliga a Jaeger a concentrar su atención
en aquel.
En verdad, no cree que tamaña
limitación obedezca a una pura casualidad. Si nos atenemos, como lo
apunta, al hecho de que el propio Platón - que por cierto tenía
suficientes razones para no simpatizar con él -, lo coloca en el
Simposio
como el
representante típico de la comedia sin más.4
El interés por el
comediógrafo, sin embargo, no es meramente contextual puesto que en
sus obras conservadas se revela , a criterio de nuestro autor, una
clara vocación educativa, aunque no por la simple manifestación
directa de propósitos didácticos, como objetara en su momento
Wilamowitz, sino por la extensión y la impronta de sus sátiras y
por el efecto de su fina y despiadada ironía, que desnudaba los
defectos públicos y los vicios particulares en forma intensa y, a
veces, demasiado fuerte.
Jaeger destaca este peculiar
rol pedagógico de la comedia de Aristófanes cuando dice que la
tarea de la comedia se convirtió cada día en el punto de
convergencia de toda crítica pública. No se limitó a los ¨asuntos
políticos¨ en el sentido actual y limitado de la palabra, sino que
abrazó todo el dominio de lo público en el sentido griego
originario, es decir, todos los problemas que en una u otra forma
afectan a la comunidad y
agrega que
censuraba, cuando lo consideraba justo, no solo a los individuos, no
solo esta o aquella actividad política, sino la orientación general
del estado o el carácter del pueblo y sus debilidades
, de lo que resultaba una especie de control para el espíritu del
pueblo que tendía
la mano a la educación, a la filosofía y a la música.5
Este complejo dispositivo de
vínculos subyacentes se manifiesta, principalmente, bajo la
modalidad de la función censora y, acerca de ella, destaca Jaeger la
paradójica seriedad que se oculta tras la irónica alegría de sus
tramas y de sus sátiras.
Para entender adecuadamente la
relación que la comedia agrega a la complicada trama del desarrollo
de la paideia griega Jaeger considera necesario desglosar, en orden
al estudio de las obras de Aristófanes en ese contexto, tres esferas
fundamentales de la vida pública: la educación6,
el arte7
y la política.8
Acerca de la relación entre
la comedia y la política Jaeger anota el furor de la burla y la
fenomenal osadía ante los más diversos personajes, que le había
llevado a Cratino a denominar a Pericles con el emblemático título
de Zeus el de la
cabeza de cebolla.9
Aristófanes en sus obras tempranas participa de esta tendencia que
luego se torna más amplia y sutil.
Pero junto al escarnio de la
política, que se percibe sobre todo en Los
Caballeros10
y, al parecer, en la pieza no conservada Los
Babilonios,11
muestra Aristófanes, para nuestro autor, una importante y específica
crítica de la cultura en Los
Banqueteadores12
y en Las
Nubes.13
La caricatura de Sócrates en
esta última pieza interesa menos a nuestro autor que el
enjuiciamiento que allí se hace del logos,
orientado hacia el intelecto con pocos escrúpulos y abundante
oportunismo.14
El reparo de Aristófanes ante
la nueva educación culmina para Jaeger con un abierto combate en
torno a la tragedia que se testimonia en Las
ranas15,
donde el personaje Dionisos baja al mundo subterráneo para buscar a
Eurípides, al que encuentra dialogando con Esquilo sobre los
verdaderos y falsos poetas y acerca de los temas y las
responsabilidades que el arte afronta de cara a sus espectadores.
La comedia se transforma así
en testimonio y emblema de una época, y cuando la
tragedia ya no
era capaz de tomar la actitud y emplear el lenguaje que osa tomar
aquí la comedia 16
fue esta la que terminó alcanzando, para el autor el punto
culminante de la misión educadora. 17
La otra cara del balance
crítico de la época, expresada en la obra de los grandes
historiadores y sobre todo en Tucídides, tiene un tono austero y
detallado, del todo diferente al que campea alegremente en la
comedia.
Pero, aun estando en el otro
extremo del registro, participa del mismo páthos
y se orienta en una dirección abonada por las mismas expectativas y
un similar sentimiento de reparo e insatisfacción ante el
espectáculo de incertidumbre, decepción y pesimismo que ofrece la
ciudad en su controvertida vida política y, más aun, en el
escenario ampliado y tremendo de la guerra.
Jaeger casi no se detiene en
Herodoto18
- hoy considerado el padre de la historia - , ni en los demás
cronistas y logógrafos, porque su interés apunta en dirección a
Tucídides, al que considera no solo como un historiador sino también
como un pensador político y un observador riguroso de los
desempeños y las flaquezas humanas.
Y, en este sentido su
propósito, en oposición a las adornadas relaciones de los poetas
sobre los tiempos pasados, es ofrecer la verdad de un modo simple e
imparcial.
Esta idea
- agrega nuestro autor - no
nace de la conciencia política, sino de la conciencia científica
que alentaba en las investigaciones naturalistas de los jonios. Pero
la hazaña liberadora de Tucídides consiste precisamente en la
transposición de esta actitud espiritual de la naturaleza intemporal
a la esfera de las luchas políticas.19
Tucídides viene a ser, de
este modo, el genuino fundador de la historia política y el
constructor del primer modelo de explicación causal de los eventos
humanos, que ya no se podrán ver, en adelante, como meros sucesos
desconectados de la trama que los genera. Lo necesario y lo
permanente en la vida social sobresalen en el conjunto con una
peculiar impronta que el historiador destaca para asociar con el
destino que, conforme al peculiar determinismo de su punto de vista,
no puede sino repetirse inexorablemente en condiciones similares
porque la naturaleza del hombre es siempre la misma.20
Dice Jaeger, en relación a
esto, que la
peculiaridad del pensamiento de Tucídides sobre el estado, en
contraposición a la concepción religiosa de Solón y las filosofías
del estado de los sofistas o de platón, es que no hay en él ninguna
doctrina abstracta, ninguna fabula
docet.21
Hay que tomar con mucho
cuidado esta última afirmación, en la que prevalece el filólogo y
el historiador de la cultura sobre el filósofo y el crítico. Ya
hemos destacado esta limitación en su valoración de la sofística,
estimable en todo sentido aunque pobre en su fundamentación teórica.
Con Tucídides le ocurre a
Jaeger algo parecido. Prevalece la impresión del registro asociado
al juicio puntual, donde se manifiesta el escrúpulo del observador
que no se permite agregar ninguna impresión subjetiva al testimonio
de los hechos.
Pero esta es solo una parte de
Tucídides, que sirve de indicativo riguroso para cualquier
elaboración que tome en cuenta la reconstrucción del pasado. Hasta
aquí el historiador sobresale y se destaca como modelo indiscutido
de la disciplina.
Sin embargo, allí no se agota
ni mucho menos la enseñanza de Tucídides, que por cierto no
persigue ni pretende sostener una posición y mucho menos una
justificación de su específica visión teórica, como anota
acertadamente Jaeger. Pero de todo esto no se sigue la ausencia de
doctrinas
abstractas22
como se ve con
singular amplitud y cuidado detalle en el famoso Diálogo
entre los Atenienses y los Melios23,
que eleva a un nivel teórico desconocido hasta entonces la
controversia en torno al derecho y a la justicia del más fuerte.
Jaeger queda aquí, en verdad,
encerrado en el interior de la temática política de Tucídides,
cuyos asuntos desbordan su propia capacidad teórica y filosófica,
sesgando su análisis al plano de los conflictos de poder y a todo
aquello que hace a las formas de resquebrajamiento y derrumbe de los
cuerpos políticos, en una línea sin duda importante porque anticipa
la temática de Maquiavelo y Hobbes.
El problema del poder y el
drama de la guerra se tornan, en consecuencia, tópicos, de manera
tal que solo se ven bajo las manifestaciones contingentes de las
controversias de mando y sujeción o de articulación y uso de la
fuerza, sin profundizar en el fenómeno del dominio y en sus
extensiones normativas magistralmente expuestas en el ya citado
Diálogo entre los
Atenienses y los Melios,
que nuestro autor solo considera en el acotado plano de la llamada
política del poder.
La ceguera teórica de nuestro
autor en punto a Tucídides no es, sin embargo, un caso aislado y
procede, más allá de cualquier duda, de su concepción iluminista
del derecho que, como ya lo anotamos, le lleva a hacer una alabanza
de la tradición helénica en torno al racionalismo de la ley,
decididamente parcial porque omite todo lo relativo a la ley y a la
justicia del más fuerte.
Esa vertiente de la ley - que
en términos teóricos es el más genuino y original descubrimiento
de la cultura griega -, cuyos testimonios se acumulan desde los más
antiguos registros de la cólera de Aquiles24
y del contencioso de Ulises con el Cíclope25
hasta el arbitrario juicio contra Sócrates26,
marca y condiciona para los helenos de manera indeleble todos los
tratos divinos27
y humanos28,
por lo que no deja de sorprender la omisión programática del asunto
por parte de un estudioso informado e inteligente.
A pesar de tan singular
desatención debe, no obstante, anotarse a favor de Jaeger la
extraordinaria percepción de conjunto que permite fácilmente
incorporar, sin demasiada violencia, el tema y la controversia
teórica en torno al derecho y la justicia del más fuerte, lo que en
otros autores de parecido nivel, como Gomperz, Wilamowitz, Apelt,
Vinogradof, Usener, Robin, Ritter, Gernet, Friedländer, Gigante,
Marrou o Jones, resulta casi imposible. Por cierto, el tema de la
paideia
es aquí, como en las otras partes de la obra, la clave para esa
crucial compatibilización.
(Texto revisado el 26 de
junio de 2017)
1
Organizado inicialmente para servir de apoyo en las clases
destinadas a los participantes del Seminario de Filosofía
Práctica Clásica del Instituto de Teoría General del Derecho
(ITGD) que ha funcionado en la órbita de la Facultad de Derecho de
la UNNE de Corrientes, los textos que aquí se vuelven a discutir en
estos drafts originariamente se leyeron en cuatro sesiones
consecutivas durante las dos últimas semanas de abril y las dos
primeras de mayo de 1998 y se ha utilizado como material
complementario para el estudio de Paideia que se ha
llevado a cabo en dicho Seminario en el primer semestre del
mismo año y luego en años sucesivos y hasta la actualidad. Tal
como se expuso fue editado con un tiraje muy limitado en 1998
(Corrientes, ITGD, 1998 [edición no comercial]) y así se reeditó
el año 2000 (Corrientes, ITGD, 2000 [edición no comercial]). Con
posterioridad se hizo en hiso una edición comercial en 2012 que
también ha tenido una circulación limitada (vid J. E. Meabe:
Introducción a Paideia de Werner Jaeger. Una guía para el
conocimiento de sus principales temas – cuatro Lecciones,
Corrientes, Moglia ediciones, 2012). En esa última edición se
agregaron numerosas notas a pie de página y se actualizaron algunas
referencias sin alterar para nada el texto de 1998. Estos drafts
están destinados a una futura reedición ampliada de la obra. En
adelante las referencias remiten a los capítulos V y VI de la
segunda parte de Paideia. Vid Werner Jaeger: Paideia,
trad. cast. de Joaquín Xirau y Wenceslao Roces, México, ed. FCE,
1985: 325-369. Las cuestiones relativas al derecho y la justicia del
más fuerte en Tucídides son examinadas en detalle en mi libro El
Derecho y la Justicia del Más Fuerte,
Corrientes, ITGD, 1994.
2
Dice Jaeger: Ninguna
exposición de la cultura en el último tercio del siglo V puede
pasar por alto un fenómeno tan alejado de nosotros como atractivo:
la comedia ática. Verdad es que los antiguos la denominaron “espejo
de la vida”, en la eterna naturaleza humana y en sus debilidades.
Pero la comedia es al mismo tiempo la más completa pintura
histórica de su tiempo. Ningún género de arte o de literatura
puede, en este sentido, serle
comparada. Si tratamos de estudiar las actividades y afanes
exteriores de los atenienses, no podemos aprender menos de las
pinturas de los vasos. Pero las maravillosas representaciones de
este género, cuya abigarrada galería de estampas puede
considerarse como la epopeya de la existencia burguesa, no alcanza
a expresar la vibración de los movimientos espirituales que brotan
de las más prominentes creaciones de la antigua comedia que se han
conservado hasta nosotros (vid
Jaeger, 1985: 325).
3
Vid Jaeger: Uno de los valores inapreciables consiste en
presentarnos conjuntamente el estado, las ideas filosóficas y las
creaciones poéticas, en la corriente viva de aquellos movimientos
(vid Jaeger, 1985: 325).
4
Vid: Paideia,
326 (II, 5).
5
Vid: Paideia,
330 (II, 5).
6
Dice Jaerger: la comedia, en el momento
culminante de su evolución adquirió, inspirándose en la tragedia,
clara conciencia de su alta misión educadora (vid:
Paideia,
328; II, 5).
7
Vid: Paideia,
329 (II, 5).
8
Vid: Paideia,
330 (II, 5).
9
Vid: Paideia,
332 (II, 5).
10
Vid: Paideia,
329 y 333 (II, 5).
11
Vid: Paideia,
332 (II, 5).
12
Vid: Paideia,
335-336 (II, 5).
13
Vid: Paideia,
336-340 (II, 5).
14
Vid: Paideia,
336 (II, 5).
15
Vid: Paideia,
341 (II, 5).
16
Al referirse a la comedia ática como relevo de la tragedia dice
Jaeger: Su actitud vital es todavía
vida pública y lo que se mueve en ella, mientras que la tragedia ha
abandonado desde largo tiempo sus profundos problemas y se ha
refugiado en la intimidad humana. Pero jamás el destino espiritual
de la totalidad había conmovido tan profundamente al público,
jamás se había sentido tan vigorosamente su trascendencia política
como en el momento del dolor por la pérdida de la tragedia. Cuando
la comedia, en aquellos instantes, mostró una vez más la íntima
conexión de la polis
con el destino espiritual y la responsabilidad del espíritu creador
frente a la totalidad del pueblo, alcanzó el punto culminante de su
misión educadora (Paideia,
344; II, 5).
17
Vid: Paideia,
344 (II, 5).
18
Vid: Paideia,
345-346 (II, 6).
19
Vid: Paideia,
350 (II, 6).
20
Vid: Paideia,
350 (II, 6). La opinión de Tucídides en Hist.,
I, 22.
21
Vid: Paideia, 352 (II, 6).
22
Dice Jaeger acerca de Tucídides que: La necesidad política es
aprehendida en el mismo acaecer concreto. Esto solo era posible por
el carácter especial del asunto que trataba; en él se manifiesta
con fuerza excepcional la relación entre las manifestaciones de la
realidad política y las causas que la han producido (Paideia,
352[II, 6]).
23
Vid: Tucídides, Hist.
V. 84-116.
24
Vid: Ilíada:
I, 7-305.
25
Vid: Odisea:
XI, 112-276.
26
Vid: Platón, Ap.
19b-d; 24b-26b; 34b-35d; Jenofonte, Mem.: I, 1, 1-2; I, 2, 1-9 y I,
2, 49-52.
27
Vid: Hesíodo: Teogonía, 11-203; Apolodoro,
Biblioteca, Y.1-6.
28
Vid: Gorgias, Encomio de
Helena, 6; Trasímaco, 85B1 y 85B8;
Platón, Rep.336b-354c y Gorgias:
481b-522e.
No hay comentarios:
Publicar un comentario