Joaquín E. Meabe
Seminario sobre Paideia
de Werner Jaeger
Corrientes - Argentina -
2017
Materiales de estudio
para revisar y aprender con
Paideia
de Werner W. Jaeger 11
La Platón y su obra I. Platón como educador. Werner Jaeger y
la actual
controversia platónica (siglos XX y XXI). Los diálogos
tempranos. 1
Cuando se ingresa a la sección
específicamente dedicada a Platón en Paideia,
que en rigor constituye la dimensión hard
core de la obra de
Jaeger, el lector de este enredado fin de siglo2,
que abre la puerta de un nuevo milenio en el que se anuncia una
fenomenal revolución en las comunicaciones y en los registros del
pensamiento, no puede sino observar con perplejidad el discurso del
autor.
De una parte el asombro se
torna admiración por el minucioso tratamiento de la obra platónica
en orden al desarrollo de su programa educativo y a su ideal de la
paideia filosófica.
Pero, al mismo tiempo, la
sorpresa decae con la misma inusual rapidez con la que emerge una
curiosa sensación de anacronismo de cara a los estudios platónicos
de los últimos setenta y cuatro años contados a partir de Zahl
und Gestalt bei Platon und Aristoteles
de Julis Stenzel3
y del Platons
Selbstbiographie
de Heinrich Gompez4
que se complementa luego con su famosa intervención en el Congreso
de filosofía de Oxford de 1930.5
En ese horizonte se proyecta,
en gran medida, la actual discusión en torno a las tesis de lo que,
a partir de Hans-George Gadamer6,
se ha dado en llamar die
Tübinger Schuele Schadewalts 7
y la igualmente
novedosa caracterización de los tres paradigmas de la interpretación
platónica de Giovani Reale8,
edificado en la línea de la filosofía de la ciencia de Thomas S.
Kuhn9,
que ha dado lugar a un discutible desplazamiento hacia la pura
especulación.
Esta tendencia, muy preocupada
por ajustarse a una estricta ortodoxia platónica, ha desdibujado por
completo la relación del fundador de la Academia con la filosofía
de la paideia y con su legado educativo en beneficio de una suerte de
espectral y esotérica doctrina, que se habría enseñado oralmente y
que estaría destinada iniciados que deberían leer entre líneas las
grandes obras del filósofo.
En esa nueva reformulación la
figura del filósofo educador, preocupado por la preparación
solvente del individuo que debe , necesariamente , afrontar en la
vida ciudadana la responsabilidad en la consecución del bien, como
un resultado de la propia aptitud intelectual de aprehensión de los
elementos o factores intrínsecos o permanentes del mundo real, ha
cedido el paso a otra imagen, decididamente antagónica y básicamente
especulativa, que se interesa más que nada por preservar y
restringir el acceso a los fundamentos de la sabiduría que resulta
intransitiva a la escritura y, en modo alguno, susceptible de una
adaptación política o institucional extensiva.
Frente a esta singular vuelta
de tuerca de la erudición filológica, que disuelve al filósofo de
la paideia
en el metafísico del Prinzipienlhere,
se impone, de cara a la obra que nos ocupa, un examen contextual del
estado de la cuestión platónica que explique y justifique, si no ya
la ventaja del enfoque de Jaeger al menos la pertinencia que resulta
de ella en orden a la protréptica de la vida superior y de la
convivencia ciudadana responsable.
Como el debate no ha
considerado siquiera la posibilidad de atender a esa faz de la
filosofía de la paideia que, en aquel sentido examinado por Jaeger,
siempre tiene una implicancia pragmática y material directa de claro
contenido político y pedagógico, la agenda misma del contencioso en
torno a la doctrina no escrita de Platón inhibe la alternativa que
conduce a la temática de la obra que estamos estudiando.
Además, y en mérito a esa
misma exclusión, se genera asimismo un peculiar efecto de atmósfera
que tiñe de anacronismo todo lo que aparece asociado a las
extensiones políticas y pedagógicas de la cuestión de la paideia;
de lo que se sigue un fortalecimiento de los valores intelectuales o
dianoéticos que tiende a transformar al filósofo de la Academia en
el necesario precursor de Aristóteles dentro de un continuo que se
alimenta de la problemática del arkhé
de los presocráticos.10
En suma Platón deviene y se
transforma en el punto culminante de la filosofía prearistotélica,
resultando así, él mismo, el más acabado y el mejor exponente del
pensador prearistotélico. En la principal línea de debate la
disputa platónica actual, al menos entre 1959 y 1997, se ha
desplazado, con notable intensidad en los debates, a un triple orden
de cuestiones que entierran sin más trámite el aspecto político y
pedagógico de la filosofía de la paideia o lo disuelven en el
interior de la controversia epistemológica y biográfica. El Platón
educador al igual que el Platón político casi no tiene lugar en
este escenario de creciente abstracción.11
La primera cuestión, que es
también la que ha dado origen al contencioso actual y que se remonta
a los estudios de Boeckh12
(1804-1828), Brandis (1815)13
y Trendelenburg (1826)14
relativos a la llamada tradición indirecta, hace a la afirmación
de Aristóteles de una doctrina oral de Platón y al ulterior
tratamiento que lleva adelante el Estagirita en sus obras en relación
al legado platónico.
La segunda cuestión es la que
pone sobre el tapete Harold Cherniss en sus conferencias de Berkeley
de 1942 publicada luego bajo el emblemático título de The
Riddle of the Early Academy
15
en 1945, y en ella se interroga acerca de lo que realmente enseño
Platón en la Academia.
Por último, la tercer
cuestión, que tiene su foco en el Platons
Grundlegund der Metaphysik
de Hans Joachim Krämer16,
comprende el más denso e irresuelto problema de los fundamentos y de
la verdadera filosofía de Platón en orden a la controversia que
deja abierta la Carta
VII en 341c17
respecto a la posibilidad de pronunciarse y dejar por escrito todo lo
relativo a esos mismos fundamentos.
Desde ya, ni al más ingenuo
de los lectores se le va a escapar el hecho de que tanto el diagrama
como la temática de este contencioso, que hoy satura la agenda de
los estudios platónicos18,
no deja ni el más mínimo espacio para la filosofía de la paideia
que Jaeger estudia en su obra. En verdad, dentro de este nuevo
horizonte de controversia Platón queda segregado del conjunto de la
sociedad y transformado en una figura enigmática y esotérica
completamente despolitizado.
De esa manera, el educador
deviene para el actual estado de cuestión un reservado instructor
intelectual o, a lo sumo, un entrenador metacientífico (o
metafísico) que anticipa al estagirita en la línea del Aristóteles
científico, naturalista y cuasianalítico que trata inductivamente
del ser con arreglo a los rudimentos del análisis lógico del
lenguaje.
Ahora bien ¿qué sentido
tiene la filosofía de la paideia en semejante contexto?
¿Puede conservarse o
recuperarse su programa, o, al menos reproducirse la trama teórica
que le es inherente? O, por el contrario ¿no conduce este sesgo
interpretativo a una completa devaluación de la filosofía de la
paideia tal como la postula Jaeger en su libro?
La respuesta a esos
interrogantes no se debería hacer esperar ni un momento ya que, en
esos términos, no hay más que una contestación negativa: en el
horizonte de un Platón prearistotélico, que da lugar a los tres
tipos de cuestiones resumidas más arriba, la filosofía de la
paideia es irrelevante y hasta no pertinente.19
Del mismo modo tanto la
filosofía de la reserva y la prevención de lo no registrado en los
diálogos de manera explícita, de acuerdo a la tradición indirecta
y a los esotéricos autotestimonios,20
no serían sino la antípoda de la filosofía pedagógica de los
diálogos orientada la pragmática efectiva del bien representada por
el filósofo-rey que accede al conocimiento de la realidad por un
imperativo de afirmación ciudadana que debe necesariamente
reproducir tanto en el interior de su alma como en toda la posible
extensión de su vida civil.
No vamos a profundizar aquí
este debate que pone a la obra que estamos estudiando en un cómodo
paréntesis epistemológico.
El lector interesado tiene a
su alcance todo el material en los principales idiomas de la
erudición y cuenta además con una excelente compilación de
estudios de primer nivel en el volumen VI de la Revista Méthexis
21
que informa acerca del estado de la cuestión hasta 1993, y en
particular la inteligente y detallada impugnación teórica de Luc
Brisson22
y la optimista visión del propio Krämer23
cuyo libro citado más arriba solo está disponible en versiones
autorizadas en italiano24
(1982, 1983³), ingles25
(1990) y castellano (1996).26
Queda, en consecuencia,
definido una especie de horizonte contextual mínimo para avanzar en
el estudio de la obra de Jaeger desde la perspectiva histórica de
1998; y, sea cual fuere la posición que se asuma, el bosquejo de la
actual situación de los estudios platónicos, pone sobre aviso al
lector de manera suficiente. Sin embargo, la sensación de
desplazamiento temático no se salva fácilmente, ni siquiera con el
esquema de los tres paradigmas de la investigación platónica
propuesto por Reale, conforme al cual en la cultura de Occidente se
habrían sucedido cuatro matrices disciplinarias que luego reduce a
tres modelos teórico-científicos de interpretaciones:27
a) el que procede del
paradigma consagrado por los discípulos directos de Platón en la
Academia Antigua28;
b) la milenaria interpretación
neoplatónica sesgada hacia lo alegórico y dedicada a la
multiplicación de escolios y noticias29;
c) la acotada concepción
romántica tributaria de Schleiermarcher que privilegia el texto de
las obras y la prosa literaria de los diálogos30;
y
d) finalmente, la que ya en el
siglo XX se desarrollada, en el campo exclusivo de la erudición
filológica e histórica, a partir de la colación filosófica de las
denominadas enseñanzas orales del fundador de la Academia.31
En la perspectiva de esos
paradigmas la filosofía de la paideia parece, más bien, el retoño
tardío de una etapa rezagada en la inteligencia de la obra de
Platón, que no presenta demasiada relevancia y que apenas si podría
servir, a lo sumo, de orientación panorámica y complementaria del
nuevo contexto de los estudios platónicos.
Pero tan estrecha
caracterización no solo resultaría decididamente inapropiada frente
a la envergadura de la vigorosa empresa teórica representada por
Paideia
sino que ese mismo proceder, en todo caso, deviene, para utilizar las
palabras del propio Reale, per
cosi dire ¨metastorica¨, ossia in funzione di quei canoni che oggi
riteniamo validi in senso assoluto.
32
De por sí el abordaje a la
obra de Jaeger, a decir verdad, implica un contexto de debate y un
juicio de valor en beneficio de la orientación que considera a la
obra de Platón en su conjunto como una filosofía escrita,
programática, básicamente transmisible y siempre reproducible en
términos universales.
Desde ya, todo eso se conecta,
en la perspectiva de Jaeger, con una filosofía de la paideia en el
más amplio sentido del término.
Y de esto se sigue una
práctica destinada al control provechoso de la vida humana, aunque
restringida en orden al ideal educativo preocupado por la formación
del ciudadano superior apto y del hombre sabio que, en esta línea de
interpretación, rescata pero no privilegia de modo estricto la
filosofía política, tal como lo entiende por ejemplo Ernst
Cassirer, que, al decir de Gómez Robledo en su Platón,
expiró como quien
dice (si tomamos El
mito
del
Estado)
combatiendo contra Jaeger en puntos cardinales de la personalidad y
la obra de Platón.33
Así y todo siempre será
necesaria una justificación de la opción teórica y de las
consecuencias, que semejante opción genera, cuando el marco del
debate se modifica en la forma que hoy se presenta el contencioso que
involucra al conjunto de la obra del filósofo de la Academia.
En el cuadro de las actuales
expectativas con las que se abre la nueva era global del tercer
milenio la filosofía de la paideia ya no tiene el lugar relevante
que imaginaba Jaeger como lo más destacado de su contribución para
una reafirmación de los valores tributarios de la cultura
humanística que los intelectuales y eruditos levantaron como bandera
en la lucha contra la barbarie racista y totalitaria que en la
primera mitad del siglo XX arrastró a la sociedad europea a un
infierno de degradación, terror y destrucción en una escala
inimaginable para la ideología optimista del racionalismo moderno.34
La contraparte en la que se
reversa el horizonte de la nueva sociedad global ya no alimenta los
sueños bajo la forma de la utopía y el compromiso con el futuro
que, en general, se asume como una mera magnitud extensiva35
del inabarcable presente, de lo que pareciera seguirse una
interminable acumulación de tractos indiferenciados que se limitan a
colacionar la desilusión y la reserva adaptativa bajo modalidades
adscriptivas, localistas y comunales que acompañan, conforme a
ideologías de sesgo comunitarista, pari
pasu
al nuevo orden global que materializa las expectativas en un espacio
de pura virtualidad y, por que no decirlo, en un territorio
telemático e hipertextual.
En semejante horizonte el
hombre de la sociedad global en la que ya hemos ingresado - o, al
menos, donde se encuentra instalado el hombre del Occidente central,
mercantil, industrial y disciplinado en el estado de derecho -
tendría que haber conquistado su propia universalidad racional,
consumando así la herencia de los siglos ilustrados que anunciaron
el entierro la servidumbre y el fin de las privaciones materiales.
Sin embargo, los indicios y los registros del nuevo orden no resultan
demasiado alentadores y sería aburrido enumerar los detalles de la
brecha que separa las expectativas de los resultados, porque lo que
aquí nos interesa no va más allá de las consideraciones en torno
al hombre que aún podría ser materia de la filosofía de la paideia
en el sentido imaginado por la utopía educativa de Platón.
Ese hombre o, mejor dichos,
esos hombres, que hoy parecen parte de un fenomenal engranaje
adaptativo que los virtualiza y los somete dentro de un sistema
uniforme de ordenación y distribución de las necesidades y de sus
consecuentes alternativas de satisfacción, no siempre cumplidas
aunque posibles en el programa de las ideologías establecidas,
marchan o vienen levantando curiosas vallas adscriptivas que, a
veces, adquieren la forma y el contenido de la violencia absoluta e
intransitiva propia de la secta, en cuyos lindes no existe, o no se
visualiza, posibilidad alguna de tolerancia o de trato interactivo
pacífico y convivencial.
Globalistas y comunitaristas
imaginan o creen que en su actual antagonismo se resume todo el
potencial humano ; pero, como lo demuestra por la vía del absurdo
aquella famosa fábula de los Tres
Filósofos
de Ambroce Bierce36,
entre la inteligencia sometida a la conveniencia adaptativa - que
sería el caso de los globalistas - y la voluntad estrecha,
caprichosa o desesperada de los comunitaristas y de todos aquellos
que no imaginan otra oposición distinta de la que tiene lugar en la
permanente lucha contra la corriente dominante, siempre emerge un
espacio intermedio de serenidad y sabiduría que ante todo se
interroga por la naturaleza del actual antagonista.
Así, en la actual puja,
resulta fácil descubrir la enorme brecha que se abre entre ambos y
el fenomenal descenso humano que recíprocamente se ofrece de una y
otra parte bajo modalidades diversas aunque isomorfas: segregación y
rencor adscriptivo en el que ha quedado fuera del orden global, de un
lado, y servidumbre funcional en el otro lado del conjunto uniformado
que marcha al ritmo hipercontrolado de la jaula telemática que sirve
de medio y pauta para medir la satisfacción de todas las
necesidades.
Por cierto, en una matriz como
esta casi podríamos decir que solo hay bestias y dioses, pero que no
hay hombres (o pareciera no haber), de lo que se sigue que, al igual
que con el que se asemeja al caradrio del que se habla en el Gorgias
38
cabe la enorme tarea de llevar adelante una acción. Esto solo
resultaría posible a partir de una filosofía de la paideia, que
ofrezca, a cada uno de aquellos individuos que conservan los signos
visibles del género en el conjunto, la singular posibilidad de ser
un hombre superior a su propia animalidad y a su pura función
evacuativa, o de caradrio, sin el fatal riesgo de reproducir esa otra
bestialidad de déspota que impone de manera implacable su voluntad y
su supremacía al modo de los dioses de la épica homérica que, al
igual que las bestias subhumanas equivalentes de los caradrios, están
permanentemente radiadas de la república ideal que el filósofo de
la Academia propone como paradigma de su singular utopía educativa.
La filosofía de la paideia
aparece entonces como el mejor vehículo para descubrir en todo
momento la naturaleza del antagonista de Bierce y en este horizonte
lo que se agrega para ampliar el contexto de Jaeger no revoca el
tratamiento de conjunto que este propone como clave de la
inteligencia de la obra del filósofo de la Academia.
Quizá en algunos detalles la
discusión erudita imponga una reasignación de los elementos que el
autor despliega en el planteo de arranque que informa esa especia de
capítulo-prólogo sobre Platón
y la posteridad
39
que abre el estudio de la paideia del filósofo de la Academia.
Por eso y para evitar
oscuridades o incongruencias que dificulten la comprensión se
imponía ese largo rodeo antes de explicar el enfoque en el que el
autor resume la conexión histórica que hace de la filosofía de la
paideia un tema actual y relevante.
A diferencia de Reale que
estructura la relación de la obra de Platón con la historia desde
una plataforma de erudición interpretativa, que se desglosa en los
paradigmas descriptos más arriba, el tratamiento de Jaeger considera
sobre todo la colación filosófica que tiene lugar en el continuo de
la historia occidental.40
Jaeger no desmerece ni mucho
menos la tarea de la erudición, porque él mismo es ante todo un
erudito y un filólogo, pero en el diagrama de la colación histórica
de Platón pone el acento en la influencia filosófica que informa la
tradición que enlaza a la antigüedad pagana tributaria del
neoplatonismo (Plotino)41
con el pensamiento de los teólogos cristianos de la edad media (San
Agustín)42
y los místicos, humanistas y científicos del Renacimiento (Gemistos
Plethon, Marsilio Ficino, Galileo). 43
La gran figura del viraje
moderno hacia los textos del filósofo, como no puede ser de otra
manera, es para Jaeger naturalmente Schleiermacher44,
el primero que en el mundo moderno combina la ciencia filológica con
la penetrante mirada del filósofo que busca en la trama interior del
discurso platónico el nexo profundo que enlaza la forma literaria
con el sentido dialógico del de sus contenidos intelectuales siempre
abiertos a las alternativas de la interrogación discursiva.
La posición asignada a
Schleiermacher, a diferencia de la que hoy se pone en estado de
cuestión por obra de Giovanni Reale y también por la Escuela de
Tubinga (Krämer, Gaiser , Szlezak ), no es la de un modelo o
paradigma
sino más bien la de un punto de quiebre45
que conduce a una doble vía de inspección en la que se involucran
de manera recíproca la ciencia de la antigüedad y la erudición
filológica con la lectura estrictamente filosófica y la valoración
protréptica de los textos del fundador de la Academia.
De una parte muestrea nuestro
autor las sucesivas contribuciones que la ciencia de la antigüedad
(Hermann46,
Meyer47)
y la filología (Campbell48,
Lutoslawski49,
Wilamowitz50)
aportan en beneficio del mejor manejo de los textos, sin omitir
también el detalle de errores o desviaciones que alcanza, por
ejemplo, en la Escuela de Marburgo una elevada cota de inconsecuencia
histórica al desplazar la atención de la obra de Platón hacia un
plano metodológico y de consecuencia epistemológicas vinculadas a
la propia filosofía moderna de raíz kantiana.
La idea de una evolución
progresiva y gradual introducida por Hermann le permita asimismo a
Jaeger mostrar las dificultades de datación particular de los
diálogos y la importancia que reviste la observación de Campbell
acerca de estructuras estilísticas que se repiten y que aparecen de
manera desigual o irregular en las Leyes.
Las sucesivas aproximaciones
de la erudición, de acuerdo al registro de Jaeger, no pueden sino
terminar revocando la perspectiva abierta y dialógica de
Schleiermacher, cuya visión se orienta, en los sucesivos pasos de la
filología y la historia del siglo XIX y principios del XX, a la
búsqueda del sistema de Platón apoyado en el estudio de los
llamados diálogos dialécticos (el Parménices,
el Sofista,
el Político).
51
En este marco se lleva
inicialmente a primer plano la teoría de las ideas y, a consecuencia
de ese desplazamiento epistemológico, se va a profundizar el sesgo
lógico y abstracto, que luego - con posterioridad a la obra de
Jaeger - se va a transformar en el horizonte dominante de la segunda
mitad del siglo XX y que, paradójicamente, ya la misma obra de
nuestro autor insinuara, en el panorama introductorio que estamos
aquí examinando, como una posibilidad tendencial.
No obstante, para Jaeger la
cuestión filológica o interpretativa no lleva a ese tipo de
controversia de especialistas que se cierra en la disputa acerca de
la posible verdadera, genuina o desconocida filosofía de Platón,
que solo se le revela al experto y que hoy se privilegia y también
se exagera en orden a las extensiones de sus enseñanzas orales.52
De acuerdo a Jaeger la filología ha cumplido una labor eminente al
rescatar y autentificar muchos de los textos platónicos53
y en especial la famosa Carta
VII,
54pero,
lo que nuestro autor toma como punto de arranque, va justamente en
aquella dirección explícita en la que se coloca a los textos en el
escorzo de la dramática suma de propósitos del filósofo vinculados
a la acción educativa.55
Por eso dice que el
verdadero acento de esta investigación recaerá sobre los objetivos
¨ políticos¨ y el contenido sustancial de la filosofía platónica,
pero el concepto de lo político así concebido, responderá a la
historia de la paideia
en su conjunto y sobre todo a lo que expusimos acerca de Sócrates y
del alcance ¨ político¨ de su actuación. La historia de la
paideia,
considerada como la morfología genética de las relaciones entre el
hombre y la polis,
es el fondo histórico indispensable sobre el que debe proyectarse la
comprensión de la obra platónica.
56
Desde esa plataforma de
estudio prevalece entonces el texto y la acción orientada a la
consecución del bien.57
Todo lo demás se subordinara a esos propósitos, como se muestra
desde el inicio en el examen de los llamados diálogos
menores o
tempranos58,
de impronta estrictamente socrática como la Apología59,
el Critón60,
el Eutifrón61,
el Ion62,
los dos Hipias
63
y el Cármides.64
El nexo temático de estas obras viene dado, según Jaeger65,
por el problema de la areté.
Asimismo anota nuestro autor
que todos estos diálogos presentan ciertos rasgos externos que
seguramente no se le escaparán al lector atento e informado:
extensión reducida, método inductivo, lenguaje coloquial,
espontaneidad, viveza y colorido artístico que tiende a asimilarlos
más que nada a ejercicios poético-literarios.66
A estos rasgos se agrega un
criterio de clasificación según que aparezcan o no alusiones a la
muerte de Sócrates, lo que no tiene para nuestro autor demasiada
relevancia lo mismo que la nota de los datos externos.67
Por el contrario, lo que
importa es la tendencia a involucrar al lector con el tema cuya
resolución queda regularmente pendiente, de lo que se sigue una
decidida intención protréptica que avanza en una dirección
evolutiva no siempre fácil de dilucidar. 68
Pero más importante que los
aspectos formales son para Jaeger los tópicos temáticos que giran
en torno a diferentes virtudes (la valentía, la justicia, la
prudencia, la piedad), cuyo examen se extiende a los diálogos de la
llamada etapa intermedia o de madurez.69
En el tránsito a esa nueva
etapa de madurez Jaeger considera de importancia la cuestión
relativa al carácter del libro primero de la República,
considerado por algunos eruditos como una obra casi independiente
sino el refundido parcial de un diálogo primitivo, cuyo arquetipo
suele identificarse con el título de Trasímaco.70
Nuestro autor no se pronuncia
acerca de esta controversia71
y se limita a anotar que estas insinuaciones hablan bien en beneficio
del nexo orgánico entre los primeros diálogos y la obra ulterior.
Sin embargo, el tratamiento
del asunto no deja de ofrecer reparos aun desde el punto de vista del
autor y de la propia obra que estamos estudiando. Si se considera el
tema de la justicia bajo la faz dialógica y provisional de los
diálogos tempranos tiende a imponerse la evidencia de dos tramas
diferentes en el libro primero de República
que son perfectamente separables: de una parte tenemos la
introducción y el debate de Sócrates y Céfalo72
que tiene toda la forma acabada de un asunto muy similar a la que se
reproduce en los libros siguientes; y, de otra parte, tenemos una
extensa discusión tópica con Polemarco73
y luego la controversia con Trasímaco74
que exhibe una impronta claramente anatréptika como la encontramos,
por ejemplo, en el Hipias
menor.
75
Al pasar por alto el aspecto
central del contencioso acerca del derecho y de la justicia del más
fuerte76,
que se presenta en la segunda parte del libro primero de República,
al tiempo que se salva la idea de un nexo orgánico en la obra de
Platón se evita una inspección de fondo de la orientación
anatréptika de los diálogos tempranos77
y se afirma la idea de una imagen unitaria como la de Paul Shorey78
con el cual coincide nuestro autor. 79
Pero si se puede afirmar la conjetura acerca de la existencia del
arquetipo juvenil al que bien puede denominarse el Trasímaco
primitivo80
, que estaría formado por los asuntos y hasta quizá por una porción
abundante del texto mismo de aquella segunda parte81,
un importante aspecto de la tesis de Jaeger sobre la idea de justicia
en Platón quedaría en entredicho82,
lo que, curiosamente, antes que perjudicar, mejoraría el presupuesto
argumentativo de las opiniones centrales del libro sobre la función
crítica de la filosofía educativa de Platón.83
Tal vez un exceso de idealismo
o de prevención84
le haya llevado a Jaeger a dejar de lado o a apartarse del aspecto
fuertemente anatréptico de los diálogos tempranos y esa prevención
posiblemente se apoye o se solvente en el rechazo a asociar a Platón
con cualquier sesgo destructivo o disolvente.85
Sea como fuere, lo que si se
advierte es una constante insistencia en la labor educadora que se
descubre desde los inicios y que en el libro opera como un hilo
conductor aun en aquellas obras en las que su presencia parece casi
invisible.
Como telón de fondo de los
diálogos literarios considera luego Jaeger el desempeño docente de
Platón y los avatares de su actividad lo mismo que su enseñanza
oral colocada hoy en el foco del debate.86
En este sentido dice nuestro
autor que la
exposición de las doctrinas esenciales de Platón en forma de
diálogos supone varios decenios de trabajo, pero es evidente que su
enseñanza oral no pudo aguardar tres decenios enteros para hablar de
la meta perseguida en sus investigaciones sobre la esencia de la
areté.87
Pero, de esto no deduce
nuestro autor ninguna diferencia de rango o de contenido que
relativice la obra escrita en beneficio de una doctrina oral
abstracta y de principios88,
respecto de la cual los diálogos escritos89
no serían más que instrumentos preparatorios o de entrenamiento90
para acceder al nivel más profundo y exigente, como se insinúa hoy
en los trabajos de la Escuela de Tubinga.91
Anticipándose a las
incertidumbres que después de Jaeger se van a poner de manifiesto en
relación a las doctrinas no escritas del filósofo de la Academia,
nuestro autor señala que en
ninguna parte de sus obras se contiene una exposición completa de la
teoría de las ideas en este sentido, ni siquiera en la época en que
la existencia de esta teoría puede comprobarse por medio de
reiteradas referencias a ella. Aun en los diálogos del periodo
intermedio, esta teoría se expone simplemente a la luz de ejemplos
concretos o se la da por supuesta, o bien se apuntan solo unas
cuantas líneas fundamentales de ella, accesibles aun a la
inteligencia del lector no iniciado. Son pocos los pasajes en que
Platón entra a examinar los problemas más difíciles de la teoría
de las ideas. Por los informes detallados de Aristóteles sobre la
llamada fase matemática de la teoría de las ideas, en la que Platón
intenta explicar las ideas con ayuda de los números, nos enteramos
con asombro de que en la Academia fue desarrollada por él y sus
discípulos una doctrina cuya existencia no nos permiten sospechar
siquiera los diálogos de aquella época, mientras que con ayuda de
Aristóteles estamos en condiciones de descubrir por lo menos algunos
indicios sueltos de su influencia sobre ellos. Sin embargo, aquí
reconocemos la rigurosa línea divisoria entre una discusión
esotérica de la escuela y aquel aspecto de la filosofía platónica
que se mostraba al mundo exterior.92
Así, de este modo y con
extraordinaria prudencia Jaeger coloca el asunto en el plano que
corresponde en relación al desarrollo argumental de su propia
exposición.
Y, desde esas perspectiva
agrega, finalmente, que si
echamos una ojeada de conjunto a esta obra escrita y de ella nos
remontamos a su comienzo, vemos que se halla animada por la idea
fundamental, expuesta bajo la forma del diálogo socrático, que
consiste en ir haciendo que el lector ahonde más y más,
paulatinamente, en la entraña de la filosofía y que se de cuenta
del entrelazamiento de los distintos problemas entre sí. La idea de
semejante empresa,
responde a la
concepción pedagógica de la esencia del método filosófico cuya
imagen nos presenta las obras de Platón, que abogan en pro de ella.93
Seguramente siempre habrá
controversia en torno a Platón y a su legado educativo pero poca
duda cabe de que siempre también va a resultar difícil o quizá
imposible separa al fundador de la Academia de ese mismo legado tan
intensamente defendido por Werner Jaeger.
Ahora bien, sea o no así la
cuestión en los debates actuales en torno a la obra de Platón, los
reparos a Jaeger no solo proceden de la desatención a la temática
de la paideia platónica. Tambien tiende a verse la paideia en el
revés de su trama como una suerte de antipaideia en la que la
crítica asume el rol antes reservado a las directivas de rigurosa
instrucción prescriptiva.
Esto lo ha puesto en evidencia
el trabajo de Debra
Nails del Mary Washington College que presentó en el Congreso de
Filosofía de Boston de 199894
una aguda crítica de la imagen platónica ofrecida por Werner Jaeger
en Paideia,
que tanto por la inteligencia del planteo como por la notoria
relación que tiene la actividad educativa en la obra del filósofo
de la Academia, ofrece particular interés de cara a las
investigaciones relacionadas con la dialéctica y con los desempeños
argumentativos de tipo filosófico y pragmático.
El artículo de Debra Nails,
por su parte, no aborda el tratado de Jaeger en su conjunto sino que
se limita a levantar un cargo puntual en contra del autor: que Platón
no ha sido el filósofo de la paideia que el gran erudito alemán
popularizara en su monumental obra acerca de la educación y de los
ideales de la cultura griega en la época clásica.
A diferencia de la imagen
conservadora que, en opinión de la autora, ofrecería Jaeger, ella
diseña una figura de Platón del todo opuesta a la clásica imagen
del filósofo de la paideia, que se asemeja bastante a la de un
filósofo crítico de la era postmoderna.
Sin embargo, más allá del
antagonismo que se insinúa en este novedoso punto de vista de Nails,
es del todo evidente que su reexamen de las pautas que informan la
actividad dialéctica de Platón y, en especial, sus reglas deducidas
a partir de la inspección directa de los diálogos quizá conduzcan
a una nueva, provechosa y, por cierto, desprejuiciada lectura de la
principal obra filosófica de nuestra cultura occidental. Y, desde
ya, poco importa la diferencia de perspectiva porque frente a una
obra de la envergadura de Paideia
siempre se impone el uso provechoso sea cual fuere la diferencia de
puntos de vista.
(Texto revisado el 26 de
junio de 2017)
1
Organizado inicialmente para servir de apoyo en las clases
destinadas a los participantes del Seminario de Filosofía
Práctica Clásica del Instituto de Teoría General del Derecho
(ITGD) que ha funcionado en la órbita de la Facultad de Derecho de
la UNNE de Corrientes, los textos que aquí se vuelven a discutir en
estos drafts originariamente se leyeron en cuatro sesiones
consecutivas durante las dos últimas semanas de abril y las dos
primeras de mayo de 1998 y se ha utilizado como material
complementario para el estudio de Paideia que se ha
llevado a cabo en dicho Seminario en el primer semestre del
mismo año y luego en años sucesivos y hasta la actualidad. Tal
como se expuso fue editado con un tiraje muy limitado en 1998
(Corrientes, ITGD, 1998 [edición no comercial]) y así se reeditó
el año 2000 (Corrientes, ITGD, 2000 [edición no comercial]). Con
posterioridad se hizo en hiso una edición comercial en 2012 que
también ha tenido una circulación limitada (vid J. E. Meabe:
Introducción a Paideia de Werner Jaeger. Una guía para el
conocimiento de sus principales temas – cuatro Lecciones,
Corrientes, Moglia ediciones, 2012). En esa última edición se
agregaron numerosas notas a pie de página y se actualizaron algunas
referencias sin alterar para nada el texto de 1998. Estos drafts
están destinados a una futura reedición ampliada de la obra. En
adelante las referencias a Paideia remiten a Werner Jaeger: Paideia,
trad. cast. de Joaquín Xirau y Wenceslao Roces, México, ed. FCE,
1985: 458-488. En este draft se incluye un detallado examen de las
controversias platónicas posteriores a la obra de Jaeger y se
analizan también en detalle las actuales orientaciones y el modelo
de antipaideia así como las ideas y teorías relacionadas con las
doctrinas no escritas y el Platón despolitizado y esotérico que se
confronta con el modelo de la paideia.
2
El texto original de este trabajo fue preparado a principios de la
década de los noventa del pasado siglo XX y he preferido conservar
esa referencia que tiene que ver con la especial tradición del
Seminario sobre Paideia
que desde 1998 se lleva a cabo en ITGD.
3
Vid: Julius Stenzel: Zahl und
Gestalt bei Platon und Aristoteles,
Berlín-Leipzig, Teubner, 1924 (reed. Darmstadt,
1962²).
4
Vid: Heinrich Gompez: Platons
Selbstbiographie, Berlín-Leipzig,
Wallter de Gruyter & co., 1928.
5
Vid: Plato´s System of Philosophy
en G. Ryle (editor),
Proceedings
of the Seventh International Congress of Philosophy,
London 1931, pp.426-431. Reimpreso en Philosophical
Studies, Boston, Christopher Pub.
House, 1953, pp. 119-24.
6
Vid: Hans-George Gadamer, editor: Idee
und Zahl: Studien zur platonischen Philosophie,
Abhandlungen der
Heidelberger Akademie der Wissenschaften, Phi- los.-histor. Klasse,
Abh. 2, Heidelberg 1968.
7
Liderada por Hans-Joachin Krämer y fortalecida, dentro de los
medios eruditos, por el decidió apoyo que le ha proporcionado
Ingemar Düring, el gran estudioso sueco que, en el particular
ámbito de los especialistas, aparece como el relevo de Jaeger en lo
que hace a los estudios aristotélicos durante la segunda mitad del
siglo XX.
8
Giovanni Reale: Per una nouva interpretazione di Platone,
Milan, ed. Vita e Pensiero,
1984 [199110].
9
Reale desarrolla su reconstrucción histórica del pensamiento de
Platón con arreglo al modelo postulado por Thomas S. Kuhn en The
structure of scientific revolutions
(Chicago, The University of Chicago Press, 1962).
10
Para una ajustada crítica, desde esta perspectiva, vid, más
adelante, el artículo de Luc Brisson citado en la nota 219.
11
Una excepción en ese sentido es Giorgio Colli a fines de la década
del treinta del pasado siglo XX (vid Giogio Colli: Platón
político, edición de Enrique Colli, traducción del
italiano de Jordí Raventos, Barcelona, ediciones Siruela, 2008:
131. El trabajo se Colli (1917-1979) fue elaborado entre 1937 y 1939
(vid Colli, 2008: 14) y forma parte de su tesis doctoral que
comprende Filosofi sovrumani y Lo sviluppo del
pensiero político di Platone. La tesis fue defendida el 11
de julio de 1939 y de la que solo publicara en un primer momento, en
1939, Lo sviluppo del pensiero político di Platone en
la Nuova rivista storica, XXIII, fasc. III, Sociedad anónima
editrice Dante Alighieri, Genova-Roma-Napoles-Città di Castello,
1939. Todo el trabajo de Colli recién fue reeditada, 68 años
después, en 2007 (G. Colli, Platone político, Milán,
Adelphi Edizioni, 2007), por su hijo Enrique Colli. La otra
excepción es Cornelius Castoriadis en la década de los noventa del
pasado siglo XX (vid Cornelius Castoriadis: Sur "Le
Politique" de Platon, París, ed. Seueil, 1999).
12
Philipp August Böckh
(1785-1867) clasista, filólogo y anticuario germano de enorme
influencia en los estudios platónicos de principios del siglo XIX.
13
Christian August Brandis
(1790-1867), filólogo y especialista en Aristóteles, colaboró con
Inmanuel Bekker en la monumental edición de las obras del
Estagirita. La obra a la que se hace referencia arriba es Von
dem Begriff der Geschichte der Philosophie,
Copenhagen, Gerard Bonnier, 1815.
14
Friedrich
Adolf Trendelenburg (1802-1862) filósofo y
filólogo especialista en Aristóteles y notable editor del De
Anima del Estagirita, fue el que dió inicio a la moderna
controversia de especialista en torno a las doctrinas no escritas de
Platón con su notable y muy erudito estudio de 1826 titulado
Platonis de ideis et numeris doctrina ex
Aristotele illustrata (Lipsiae, Sumtibus Frid. Chr.
Guil. Vogelii, 1826).
15
Vid: Harold Cherniss: The Riddle of
the Early Academy, Berkeley and
Los Angeles, University of California Press, 1945 (reeditado en
1962).
16
Publicado originariamente en traducción italiana: Platone
e i fondamenti della metafisica,
Milán: Vita e Pensiero, 1993. El
original alemán continúa, al parecer, inédito; pero, además de
la edición italiana, está disponible en inglés (Plato
and the fundations of Metaphysics,
traducción de John Catan, Albany, NY, State Universyty of New York
Press, 1990) y castellano (Platón
y los fundamentos de la Metafísica,
versión de Alberto Rosales y Angel J. Capelletti, Caracas, ed.
Monte Avila, 1996).
17
Esa controversia tiene como punto de referencia la famosa afirmación
de 340c en la que dice
(desde
ya, un escrito mío sobre estos asuntos no existe ni existirá
jamás). Esta afirmación de la Carta VII en
realidad repite con alguna precisión lo ya dicho en la Carta
II en 314c. Las posiciones extremas acerca de esta cuestión
están representadas por Cherniss, que niega la autenticidad de las
epístolas y la de Krämer que las utiliza como una de las
principales apoyaturas de las doctrinas no escritas.
18
Esta afirmación que tenía plena validez en la última década del
siglo XX, cuando se leyó en 1998 en el ITGD bajo la forma de
conferencias el texto de cuatro la presente obra, hoy al dejar atrás
la primera década del siglo XXI ya no es más que un asunto
histórico que ha quedado en el pasado. Incluso el intenso debate
acerca de las doctrinas no escritas de Platón es un contencioso
cerrado cuya irresolución es quizá la mejor muestra de la
situación actual en la que se nos presenta la obra de Jaeger como
una de las más fecundas alternativas de cara a un aventajado
aprovechamiento de las enseñanzas de la educación clásica con su
vigoroso nexo entre la conciencia política y la responsabilidad
moral e intelectual orientada a la búsqueda de lo mejor y lo más
bueno.
19
En parte esto es lo que insinúa Düring en monumental tratado sobre
Aristóteles referenciado en la nota 17. Para una sensata
valorización de todo este aspecto del debate vid: W. K. C. Guthrie:
Plato´s Uunwritten´ metaphysics en A History
of Greek Philosophy, volumen V: The later Plato and the Academy,
Cambridge, Cambridge University Press, 1986, pags. 418-442.
20
Una amplia colección de esos autotestimonios en el Platons
Grundlegund der Metaphysik de Krämer referenciado en la
nota 217.
21
Vid: Méthexis, Revista Filosofía Antigua, vol. VI, Bs. As.,
ed. de la Asociación de Filosofía antigua, 1993. Este número
ofrece un completo y muy erudito registro de opiniones hasta 1993.
22
Présupposés et conséquences d´une interprétation
ésotériste de Platon, en Méthexis VI,
11-35.
23
Altes und neues Platonbild, en Méthexis
VI, 95-114.
24
Vid: nota 217.
25
Vid: nota 217.
26
Vid: nota 217.
27
Reale en la síntesis publicada en Méthexis en 1993 (In
che cosa consiste in nuovo paradigma storico-ermeneutico nella
interpretazione di Platone, VI, pags. 135-154), reduce a
tres los paradigmas mencionados en Per una nouva
interpretazione di Platone dejando de lado el paradigmas
consagrado por los discípulos directos, de manera que su matriz
queda reducida a tres: el paradigma neoplatónico, el paradigma
shcleiermacheriano y el nuevo paradigma edificado en torno a las
doctrinas no escritas.
28
Op. cit., págs. 35-44. Reale, en el paradigma consagrado por los
discípulos directos, desagrega las posiciones de Aristóteles
(op.cit., págs. 38-40), Espeusipo (op.cit., págs. 41) y Xenócrates
(op.cit., págs. 41-42).
29
Op. cit., págs. 45-54.
30
Op. cit., págs. 45-69.
31
Op. cit., págs. 70-136.
32
Giovanni Reale en In che cosa consiste in nuovo paradigma
storico-ermeneutico nella interpretazione di Platone,
Méthexis, VI, 1993, págs. 139).
33
A. Gómez Robledo: Platón, México, ed. FCE, ³1993,
pág. 9 (¹1974).
34
Para el cambio de frente de sesgo ideológico operado en la
generación siguiente a la de Jaeger, vid: nota 54. Tampoco es ajeno
a este cambio de frente el ataque ideológico a la obra de Platón
de autores como Karl Popper cuyo panfletismo en Open society
parece muy eficaz en el terreno de las simplificaciones. Desde ya,
el panfletismo antiplatónico de Popper, que procede una sesgada
visión ideológica acerca del contenido de la obra filosófica del
fundador de la Academia, no implica ninguna desaprobación ni
prejuicio respecto del resto de su obra que siempre debería
considerarse con cuidadoso detalle. Popper es un pensador
inteligente y preocupado que, entre otras cosas, ha dedicado muchas
páginas y mucho esfuerzo en el estudio de los filósofos
presocráticos (vid: K. R. Popper: El mundo de Parménides,
Barcelona, trad. cast. de C. Solís, ed. Paidós, 1999) y esto es
algo que no debe pasarse por alto con ligereza. No obstante,
conviene siempre tener presente y separar en Popper las opiniones en
las que predomina la ofuscación ideológica y el resto de sus
contribuciones a la filosofía y a la teoría del conocimiento
científico cuyo influjo ha sido notable en la segunda mitad del
siglo XX.
35
Para una acotada crítica de esta nueva plataforma de conformismo
adaptativo vid: Atreverse a saber, incluido en Joaquín E. Meabe:
Anatréptika. Un recorrido por la parte maldita de la
filosofía (Corrientes, Moglia editores, 2010, págs.
127-132).
36
El texto completo de la fábula es el siguiente: A
Bear, a Fox, and an Opossum were attacked by an inundation. Death
loves a coward, said the Bear,
and went forward to fight the flood. What
a fool! said the Fox. I
know a trick worth two of that.
And he slipped into a hollow stump. There
are malevolent forces, said the
Opossum, which the wise will
neither confront nor avoid. The thing is to know the nature of your
antagonist. So saying the
Opossum lay down and pretended to be dead.
Vid: A. Bierce: Fantastic Fables,
New
York, London, G. P. Putnam's sons,
1899, pags. 107-108. Hay varias ediciones recientes (vid: The
Collected Fables of Ambrose Bierce,
editadas por S.
T. Joshi, Columbus, OH,
Ohio State University Press, 2000; y también
A. Bierce: Fantastic Fables,
San Diego, CA, ICON Group International Inc, 2008).
37
Para pensar apropiadamente la cosa (the thing) de
Bierce habría que colocar el término en línea con
(tàs
prágmatá) antes de pensar en el genérico y abstracto res
que heredamos de la lengua latina y de la teología medieval. En ese
horizonte denotativo prágmata comprende tanto las
sensaciones ()
como las opiniones ().
Para algunos de esos detalles ver, en mi libro citado en la nota
236, el capítulo 15 titulado Pirrón y Wittgenstein:
Dos modalidades antagónicas de afasia filosófica.
38
Vid: Platón, Gorgias,
494b
39
Vid: Paideia,
458-466 (III, 3).
40
Vid: Paideia,
460-462 (III, 3).
41
Vid: Paideia,
458 (III, 3).
42
Vid: Paideia,
458 (III, 3).
43
Vid: Paideia,
459-461 (III, 3).
44
Vid: Paideia,
459 (III, 3).
45
Vid: Paideia,
458-466 (III, 3).
46
Vid: Paideia,
460 (III, 3).
47
Vid: Paideia,
463 (III, 3).
48
Vid: Paideia,
461 (III, 3).
49
Vid: Paideia,
461 (III, 3).
50
Vid: Paideia,
463-464 (III, 3).
51
Vid: Paideia,
461 (III, 3).
52
Acerca del encuadre básico dice Jaeger que toda la obra escrita
de Platón culmina en los dos grandes sistemas educativos que son
República y la Leyes, y
su pensamiento gira constantemente en torno al problema de las
premisas filosóficas de toda educación y tiene conciencia de sí
mismo como la suprema fuerza educadora de hombres (vid:
Paideia, 465 [III, 3]). A pesar de esta precisa
demarcación filosófica, Krämer ha tratado de acercar a Jaeger a
las posiciones de la Escuela de Tubinga y al respecto menciona una
carta en la que se relaciona el pensamiento de Aristóteles con las
doctrinas no escritas y la teoría de los principios que según
Krämer y los que le siguen, forma el núcleo duro del pensamiento
de Platón (vid: Platone e i fondamenti
della metafisica, Milán:
Vita e Pensiero, 1993, pág 228; Plato
and the fundations of Metaphysics,
Albany, NY, State Universyty of New York Press, 1990, pág. 261; y
Platón
y los fundamentos de la Metafísica,
Caracas, ed. Monte Avila, 1996, pág. 213).
Esto fue reconocido por W. Jaeger en
1961 en una carta dirigida a nosotros
dice Krämer (págs. 228, 261 y 213 respectivamente), aunque no
transcribe la misiva, lo que no permite establecer sus implicancias.
Si hace falta otra precisión en este punto también conviene
recordar que, a propósito de una versión previa de República,
que en su Carta séptima Platón no habla de
que haya expuesto ya por escrito esta teoría en ningún otro sitio,
sino que dice simplemente que la ha sostenido, y lo más verosímil
es que las ideas proclamadas en sus diálogos hubiesen sido
expuestas y discutidas repetidas veces en sus enseñanzas orales
antes de darse a conocer por escrito al mundo exterior para informar
a este de lo que eran la filosofía y la educación platónicas
(vid: Paideia, 482 [III, 4]).
53
Vid: Paideia,
462-463 (III, 3).
54
Vid: Paideia,
464 (III, 3).
55
Vid: Paideia,
463 (III, 3).
56
Vid: Paideia,
465 (III, 3).
57
Vid: Paideia,
473 (III, 3).
58
Vid: Paideia,
468 (III, 4).
59
Vid: Paideia,
468, 478 y 487 (III, 4).
60
Vid: Paideia,
468 (III, 4).
61
Vid: Paideia,
468 y 474 (III, 4).
62
Vid: Paideia,
468 (III, 4).
63
Vid: Paideia,
468 (III, 4).
64
Vid: Paideia,
476 (III, 4).
65
Vid: Paideia,
475 (III, 4).
66
Vid: Paideia,
471-475 (III, 4).
67
Vid: Paideia,
467-468 (III, 4).
68
Vid: Paideia,
472 (III, 4).
69
En el capítulo 5 examina del libro tercero Jaeger el Protágoras
(vid: Paideia, 489-510[III, 5]); en el capítulo 6
analiza el Gorgias (vid: Paideia,
511-548 ([III, 6]); en el capítulo 7 el Menón (vid:
Paideia, 549-564 ([III, 7]); y en capítulo 8 el
Banquete (vid: Paideia, 565-589 ([III,
8]). En el capítulo siguiente se examina en detalle esta parte de
la obra.
70
Para una examen amplio de esta cuestión vid: Joaquín E. Meabe y
Salvador Rus Rufino: Justicia, derecho y fuerza,
Madrid, ed. Tecnos, 2001.
71
Vid: Paideia, 475-476 y 481-482 (III, 4).
72
Vid: República 327a-328b y 328c-331d.
73
Vid: República 331e-336a.
74
Vid: República 336b-354c.
75
Acerca de esto hay un examen de detalle en mi obra citada en la nota
236.
76
Acerca de esto vid Joaquín E. Meabe: El derecho y la justicia
del más fuerte, Corrientes, ITGD, 1994 y el libro sobre
Trasímaco que he escrito en colaboración Salvador Rus Rufino
citado en la nota 271.
77
Acerca de esto vid mi obra citada en la nota 236.
78
Vid: Paul Shorey: The Unity of
Plato´s Thought, Chicago, Chicago
University Press, 1903.
79
Vid: Paideia, 487 (III, 4).
80
Acerca de esto hay un examen de detalle en el libro que he escrito
en colaboración Salvador Rus Rufino citado en la nota 271.
81
Vid: República 336b-354c.
82
Acerca de esto vid las obras citadas en las notas 271 y 277.
83
Acerca de esto vid mi libro citado en las nota 277.
84
Acerca de esto se puede ver mi obra citada en la nota 236.
85
Dice, por ejemplo Jaeger, que evidentemente, Platón sentía la
necesidad de penetrar en el conocimiento de lo que era la virtud,
sin detenerse en el resultado de la ignorancia (vid: Paideia,
472 (III, 4), lo que no es completamente exacto o, al menos, no es
aplicable al Hipias menor o a la tercera
parte del Gorgias. Acerca de esto hay un examen de
detalle en mi obra citada en la nota 271. No es este un cargo contra
la obra de Jaeger. Solo nos interesa fijar un contexto al que se
ajusta el dispositivo interpretativo de Paideia.
86
Acerca de esto vid nota 253.
87
Vid: Paideia,
482 (III, 4).
88
Vid: Paideia,
488 (III, 4).
89
Vid: Paideia,
488 (III, 4).
90
Vid: Paideia,
488 (III, 4).
91
Vid: Paideia,
488 (III, 4).
92
Vid: Paideia,
486 (III, 4).
93
Vid: Paideia,
487-488 (III, 4).
94
Vid: Debra Nails, Plato's
Antipaideia: Perplexity for the Guided,
Proceedings of the 20th World Congress of Philosophy (1998),
http://www.bu.edu/wcp/Papers/Anci/AnciNail.htm
1–6.
La cuestión, debido a la radicalidad y el detalle de
los cargos de Debra Nails va a ser objeto de un análisis puntual en
el apéndice de este libro.
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