Mi muro y opiniones de autoridades

miércoles

XIX MATERIALES PARA REVISAR Y APRENDER CON PAIDEIA DE JAEGER, POR JOAQUÍN MEABE

Joaquín E. Meabe
Seminario sobre Paideia de Werner Jaeger
Corrientes - Argentina - 2017
Materiales de estudio
para revisar y aprender con Paideia
de Werner W. Jaeger 19



La antipaideia de Platón y la crítica
de Debra Nails a Werner Jaeger
De la perplejidad a la paradoja anatréptika. 1


Debra Nails, en ese entonces profesora en el Mary Washington College, presentó en el Congreso de Filosofía de Boston de 19982 una aguda crítica de la imagen platónica ofrecida por Werner Jaeger en Paideia, que tanto por la inteligencia del planteo como por la notoria relación que tiene la actividad educativa en la obra del filósofo de la Academia, ofrece particular interés de cara a las investigaciones relacionadas con la dialéctica y con los desempeños argumentativos de tipo filosófico y pragmático. Pero antes de considerar las críticas de Debra Nails3 vamos a reexaminar primero someramente la Paideia de Jaeger4 para acceder al dispositivo intelectual que informa su composición y que le imprime a la misma ese carácter de conjunto en el que se integran sus distintos elementos teóricos.

La obra, Jaeger se edifica en torno al desarrollo histórico de la educación y en esa línea ofrece un detallado examen sus sucesivas reelaboraciones desde sus inicios en la era de Homero y hasta el fin de la época clásica. Esa educación que la obra tematiza no está, desde luego, referida a los procesos de adiestramiento ni a los dispositivos disciplinarios que ordenan la vida de los individuos desde su temprana edad.

Por el contrario la educación entendida como modalidad específica de la paideia griega se considera en la obra como una actividad orientada a formar intelectualmente a los individuos con la finalidad de hacerlos aptos para desarrollar y conservar el acervo heredado y los valores inherentes a esa misma formación.

La paideia griega resulta entonces una educación para la cultura y esta última solo se entiende como el conjunto de altos ideales que regulan el desarrollo y la conservación de los elementos morales e intelectuales más relevantes de la propia comunidad, aquello que lo torna idiosincrático y que se conserva a lo largo del tiempo sirviendo como ejemplo para las nuevas generaciones.

Dicha paideia comprende toda la herencia del conglomerado social y, sobre todo, el componente de ideas y normas que lo informan. Su preservación aparece, asimismo, como parte de su acervo y semejante tarea marca la pauta que le da un sentido superior y una dirección bella, virtuosa y estricta a la propia vida.

Todo esto de alguna manera está enraizado en la condición humana; pero Jaeger destaca el singular fenómeno histórico de la paideia griega que marca un punto de inflexión en la cultura de los griegos de la antigüedad clásica, lo que implica un genuino acto fundacional de esta actividad consciente y deliberada que luego va a marcar el ritmo a todo la ulterior Civilización de Occidente hasta nuestros días.

Y para afirmar este elevado sentido de la idea de cultura, del todo diferente a estándares actuariales, antropológicos o clasificatorios, encabeza su obra con una cita de Menandro en la que se afirma enfáticamente que la educación es el mejor refugio de los mortales.5 Por cierto, este singular acervo no se restringe a lo intelectual.

Todo un conjunto de actividades y tratos interactivos, tanto morales como físicos e, incluso, estético se colacionan en su seno bajo la forma de valores y prácticas integradas de la vida comunitaria. Por eso, agrega Jaeger, para contextualizar el tema, una cita de Frínico: Filólogo es el amante de los  el que se ocupa activamente de todo tipo de educación.6 Y en ese lógos se incluye para nuestro autor la unidad originaria de aquel acervo en el cual la música y la gimnasia comparten con la literatura y la filosofía - que todavía no distingue ciencia, técnica y especulación metafísica- una función protéptica orientada a elevar la condición humana y a sostener y custodiar todo lo que resulta de esa misma dirección superior.

Considerado de este modo la obra de Jaeger resulta evidentemente de provecho y, también, de gran utilidad para abordar el estudio del mundo clásico. Por el contrario, toda otra lectura que se desentienda o que rechace la plataforma que sirve de soporte y de justificación a la obra deberá afrontar la penosa tarea de desmantelamiento de los valores que el autor utiliza en la selección y en el análisis de los registros históricos y literarios. Por cierto, esas otras modalidades son, desde ya factibles y, seguramente, válidas como ejercicio interpretativo, cuya legitimación podemos admitir más allá de todos los prejuicios que proceden de las opciones que llevan al crítico a colocarse en una especie de verada opuesta a la del autor.7 Ahora bien, difícilmente se llegue a aprovechar sus más inteligentes lecciones si se somete el estudio del texto al mero inventario heurístico orientado al puro desglose de información erudita o a la exclusiva crítica en la que se homologan presupuestos antagónicos para el examen de la plataforma histórica. Por su parte el artículo de Debra Nails, por su parte, no aborda el tratado de Jaeger en su conjunto sino que se limita a levantar un cargo puntual en contra del autor: que Platón no ha sido el filósofo de la paideia que el gran erudito alemán popularizara en su monumental obra acerca de la educación y de los ideales de la cultura griega en la época clásica. Dice Nails en ese sentido que:

Jaeger declara en su masiva Paideia que tanto la civilización, la cultura y la tradición como la literatura y la educación son meros aspectos de lo que los griegos designaban con la palabra Paideia, y que esos cinco significados no alcanzan para definir la materia que refiere el concepto griego a menos que utilicemos juntos todos aquellos términos. Por mi parte, defenderé, a pesar de Jaeger, que la única contribución de Platón no era una perfección de humanismo sofístico, ni una reencarnación del espíritu religioso de educación griega más temprana, de Homero a los trágicos, sino que, en su contexto filosófico, sostuvo un rechazo absoluto de la autoridad de esas instituciones que los griegos identificaron con la paideia. Sin acudir al escepticismo y sin fatigar la lógica, Platón puso de manifiesto en cada premisa y en cada conclusión de su sistema la tendencia a la discusión y refutación de todos los argumentos sin subterfugios y dogmatismos. 8

Y como para que no queden duda acerca de sus puntos vista Debra Nails agrega que:

para Platón, la educación era más fundamental que la tradición y la literatura; y tanto la civilización como la cultura dependerían de la educación; serían adquiridos, se apreciarían, y se criticarían. Por cierto, la educación y filosofía estaban entonces íntimamente unidas y tanto la práctica de su tiempo como la del nuestro, la muestra como una transacción escolar más que como un sistema en construcción. De hecho, si fuera el autor del sistema con arreglo al cual aprendemos filosofía como un juego coherente de axiomas interrelacionados y mutuas implicaciones, entonces Platón habría sido un filósofo profundamente incomprensible. Ahora bien, para las urdiembres de Platón semejante variedad de declaraciones, diferentes e incompatibles, sobre tantos temas luego de más de dos mil años de estudio solo han producido algo así como un estándar de su sistema muy parecido al que, por ejemplo, se encuentra entre aristotélicos o marxistas. Y justamente por todo eso me volveré a los diálogos y a los métodos allí contenidos; y defenderé, en ese sentido, un modelo para la conducta actual de la filosofía que es normalmente sospechoso, describiendo lo que, en mi opinión, subyace a esa misión educativa de la filosófica platónica y a los aspectos principales del método dialéctico, con arreglo a una descripción de los desideratums que informan la práctica filosófica de esa misma paideia.9

La autora desarrolla estos presupuestos en relación con el substrato filosófico de Platón, con la dialéctica socrática oral y con lo que ella denomina la profunda antipaideia del filósofo.

Semejante perspectiva, a su entender, consiste en un decidido rechazo de todo aquello que proviene de la autoridad o de la tradición y sobre todo en una tendencia, que denomina doble apertura (double openendedness),10 que en palabras de Nails le habría permitido a Platón evitar la voz del autor autoritario impidiendo a cualquiera que se adhiriera servilmente a aquello que podría haberse tomado como la doctrina dominante. Y, como remate sostiene la autora que

si algo queda de las indicaciones de Platón sobre la investigación filosófica no es otra cosa que un dispositivo de pautas para la actividad de los filósofos sujetas a las siguientes seis reglas, que se derivan en un todo del corpus platónico y que decididamente lo apartan de la conducta de retóricos y sofistas: Primero: Observe el principio de la caridad. No cuestionar injustamente, le hace decir a Sócrates en el Teeteto, y agrega que es irrazonable exigir a otro que se preocupe de la virtud moral y luego ser injusto en la discusión donde se esperó señalar un fracaso y mostrar la diferencia o la ventaja en un debate y en una conversación dialéctica. En el debate uno se permite jugar con el antagonista y tirarlo encima de otro de cualquier manera; pero en la dialéctica uno debe ser serio y debe ayudar a los interlocutores a usar sus pies señalándole los pasos en falso que da o mostrándole el resultado esperado. En una conversación realmente dialéctica, derrotar al antagonista no es sino derrotarse a sí mismo, y para el propio dialectico eso no puede, entonces, suceder. Segundo: Evite los falsarios. Antes de enredarse en aporías, Sócrates se agita y se fortalece en torno a la posición de sus interlocutores. Tercero: Exponga su flanco, o someta a una prueba de fuego lo que es más débil en su propia posición, con la esperanza de que los otros lo mejoren. Incluso cuando todos están deseosos reconocerle a Sócrates el valor de sus conclusiones, es él quien a menudo llama atención por las debilidades de sus propios argumentos que otros han pasado por alto. Una simple victoria no es en absoluto una victoria. Cuarto: Sea sincero. Aunque Sócrates a veces es culpable en los diálogos de romper esta regla, él insiste en numerosas ocasiones que uno debe probar a través del dialéctica las creencias que realmente interesan y no las hipótesis que no llevan a ningún lado. Y en esto encaja bien la noción de que las conversaciones dialécticas más exitosas son aquéllas estrictamente personales. Quinto: Observe la argumentación del interlocutor. Derivando de la conducta oral de filosofía, esta regla también se aplica a la palabra escrita: uno debe hacer un esfuerzo para asegurar, al interlocutor de una conversación dialéctica, que está siguiendo fielmente cada paso y cada matiz de su argumento. Sexto: Sostenga la impronta del desafío. Ni el corpus platónico, ni algo en ese conjunto, prejuzgan. La única base apropiada por formular conclusiones en una conversación dialéctica es la persuasión por el argumento, la evidencia y las razones legítimas. Y esto, de nuevo, muestra el antagonismo entre la paideia esencialmente conservadora de Jaeger, y la dialéctica esencialmente dinámica de Platón.11

A diferencia de la imagen conservadora que, en opinión de la autora, ofrecería Jaeger, ella diseña una figura de Platón del todo opuesta a la clásica imagen del filósofo de la paideia, que se asemeja bastante a la de un filósofo crítico de la era postmoderna. En general el nuevo posicionamiento respecto de Platón que propone Debra Nails impresiona como una impetuosa ráfaga de aire fresco que ayuda a sacudir esa massive Paideia. Pero cuando descendemos a los detalles apenas encontramos una leve brisa que no alcanza a sacudir la opinión de Jaeger. Frente a la afirmación muy firme de Debra Nails de que defenderé, a pesar de Jaeger, que la única contribución de Platón no era una perfección de humanismo sofístico, ni una reencarnación del espíritu religioso de educación griega más temprana, de Homero a los trágicos, sino que, en su contexto filosófico, sostuvo un rechazo absoluto (utter rejection) de la autoridad de esas instituciones que los griegos identificaron con la paideia, encontramos en Jaeger una suerte de anticipo que, al parecer, la crítica de la antipaideia ha pasado por alto.

En ese texto notable que, sin duda sirve muy bien para confrontar la opinión defendida por Debra Nails dice Jaeger que podríamos decir, parafraseando la afirmación de Kant, que la intuición mítica sin el elemento formador del logos es todavía ¨ciega¨, y la conceptuación lógica sin el núcleo viviente de la originaria ¨intuición mítica¨ resulta ¨vacía¨. 12

Desde este punto de vista - agrega Jaeger - debemos considerar la historia de la filosofía griega como el proceso se progresiva racionalización de la concepción religiosa del mundo implícita en los mitos. Si lo imaginamos como una serie de círculos concéntricos que van desde la exterioridad de la periferia hasta la interioridad del centro, veremos que el proceso mediante el cual el pensamiento racional toma posesión del mundo, se desarrolla en forma de una penetración progresiva que va desde las esferas exteriores a las más profundas e íntimas hasta alcanzar con Platón y Sócrates, el punto central, es decir, el alma. A partir de ese punto se desarrolló un movimiento inverso hasta el final de la filosofía antigua, en el neoplatonismo. El mito platónico del alma ha tenido precisamente la fuerza de resistir el proceso de racionalización integral del ser y aun de penetrar de nuevo y dominar progresivamente, desde el centro, el cosmos racionalizado. Allí se inserta la posibilidad de su aceptación por la religión cristiana que halla en ello, por decirlo, un lecho preparado.13

Queda, de todos modos un remanente de desacuerdo e incertidumbre en torno al eventual apartamiento de Platón de la tradición que le precede y en ese terreno la diferencia entre Jaeger y Debra Nails es más una variación en el modo antes que una oposición radical como imagina la autora. Tanto la penetración progresiva de Jaeger como el rechazo absoluto (utter rejection) de Debra Nails son modos que ponen de manifiesto una diferencia en el influjo asumido por Platón. Y también aquí tenemos a volver a Jaeger para establecer el marco en el debemos juzgar lo que denominamos variación en el modo y que remite a la diferencia entre los dos niveles colocados en contrapunto en República (el estado y el alma de individuo), y la consecuente oposición que de ello se sigue entre el estado histórico y el estado ideal, que para Jaeger abre la puerta a la cuestión que denomina la reforma de la antigua paideia 14 y que descubre, a su vez, un doble problema: el de la formación del cuerpo y el de la educación del alma.

Colocados en este marco de detalle el rechazo absoluto (utter rejection) de Debra Nails en Platón no va más que en dirección a la reforma de la antigua paideia.

En esa precisa dirección se desarrolla, en Platón, el problema de la formación del alma, que es lo que Jaeger describe bajo el título de crítica de la cultura “música” 15, y que debe entenderse en el más amplio sentido de la palabra griega 16que comprende, además de lo que involucra a sonidos, tonos y ritmos, la palabra hablada e, incluso, el logos en su más amplia extensión significativa.

En ese contexto reforma de la antigua paideia se presenta en Platón como una crítica de la poesía, que Jaeger describe como una especie de severo acotamiento, en orden a la función moral desorientadora que los registros particulares de Homero y Hesíodo muestran acerca de los dioses arbitrarios, celosos y vengadores que la tradición pedagógica de los griegos habían tomado como modelo. Y aquí sí encontramos en Platón un rechazo absoluto (utter rejection) de la antigua paideia. De esta manera nuestra variación de modo se ha aclarado y también se ha puesto en evidencia el inquietante equívoco generalizante de la antipaideia.

De nuevo el propio Jaeger aclara con detalle las incertidumbres originadas en el planteo de Debra Nails. Dice Jaeger: Platón coloca simbólicamente la imagen de lo ¨humano¨ o de lo ¨semejante a lo humano¨, como el auténtico contenido y el auténtico sentido del verdadero estado, en el vestíbulo de la paideia de los ¨regentes¨. La cultura humana es imposible sin una imagen ideal del hombre. La ¨propia formación¨ a la que se reduce en realidad, por el momento la paideia filosófica adquiere su sentido social más alto al referirla al estado ideal, cuyo camino prepara. Platón no concibe esta relación a ¨modo de un como sí¨, de una mera ficción, sino que también en este punto dice expresamente que el estado ideal es un estado posible, aunque de difícil realización. De este modo, salvaguarda el concepto de ¨porvenir¨ , para el que se forma el filósofo, contra el peligro de que se deslice hacia lo imaginario y da a la ¨ vida teórica ¨, con la posibilidad de tomar en todo momento cuerpo en la práctica, una tensión maravillosa de que carece la ciencia fundamentalmente ¨pura¨. Esta posición intermedia que ocupa entre la investigación pura desligada de todo fin práctico-ético y la cultura meramente práctica, política, de los sofistas, hace que el humanismo platónico sea en realidad superior a ambas.17

Examinado con serenidad más bien parece que Debra Nails, al defender un modelo para la conducta actual de la filosofía que es normalmente sospechoso, describiendo lo que, en mi opinión, subyace a esa misión educativa de la filosófica platónica y a los aspectos principales del método dialéctico, con arreglo a una descripción de los desiderátums que informan la práctica filosófica de esa misma paideia, ha equivocado de contendiente porque no es justamente Jaeger y tampoco su massive Paideia el destinatario de su vigorosa y valiente posición.

Debra Nails se refiere a la paideia esencialmente conservadora de Jaeger (Jaeger's essentially conservative paideia) lo que, antes que a la massive Paideia involucra, al menos en el pliego de cargos de la autora, a esa bien conocida tendencia decididamente reaccionaria que adjudica a Platón una supuesta responsabilidad en el desarrollo del totalitarismo moderno sostenida en el tan denso como desafortunado panfleto difamatorio de Karl Popper de 1945 titulado The open society and his enemies.18

Las seis reglas, que se derivan en un todo del corpus platónico (six rules, derived from the Platonic corpus) que han sido expuestas de manera brillante por Debra Nails son más apropiadas para usar en el examen de la obra de Karl R. Popper o, quizá también, en esa otra insatisfactoria reformulación de todo el asunto en términos oposición entre cultura oral y cultura escrita, que presenta Eric A. Havelock en Preface to Plato.19

También hay muchos otros destinatarios a quienes les, cabe más que a Jaeger, los cargos anticonservadores de Debra Nails.

Casi toda la erudición platónica de la segunda mitad del siglo XX ha elegido un camino de sobrecarga erudita, esoterismo ideológico y desdén hacia la filosofía de la paideia que se aparta por completo de las seis reglas de Debra Nails. En la perspectiva de esos paradigmas la filosofía de la paideia parece, más bien, el retoño tardío de una etapa rezagada en la inteligencia de la obra de Platón, que no presenta demasiada relevancia y que apenas si podría servir, a lo sumo, de orientación panorámica y complementaria del nuevo contexto de los estudios platónicos. Pero tan estrecha caracterización no solo resultaría decididamente inapropiada frente a la envergadura de la vigorosa empresa teórica representada por Paideia sino que ese mismo proceder, en todo caso, deviene, para utilizar las palabras del propio Reale, per cosi dire ¨metastorica¨, ossia in funzione di quei canoni che oggi riteniamo validi in senso assoluto. 20

De por sí el abordaje a la obra de Jaeger, a decir verdad, implica un contexto de debate y un juicio de valor en beneficio de la orientación que considera a la obra de Platón en su conjunto como una filosofía escrita, programática, básicamente transmisible y siempre reproducible en términos universales.

Desde ya, todo eso se conecta, en la perspectiva de Jaeger, con una filosofía de la paideia en el más amplio sentido del término. Y de esto se sigue una práctica destinada al control provechoso de la vida humana, aunque restringida en orden al ideal educativo preocupado por la formación del ciudadano superior apto y del hombre sabio que, en esta línea de interpretación, rescata pero no privilegia de modo estricto la filosofía política, tal como lo entiende por ejemplo Ernst Cassirer, que, al decir de Gómez Robledo en su Platón, expiró como quien dice (si tomamos El mito del Estado) combatiendo contra Jaeger en puntos cardinales de la personalidad y la obra de Platón.21

Así y todo siempre será necesaria una justificación de la opción teórica y de las consecuencias, que semejante opción genera, cuando el marco del debate se modifica en la forma que hoy se presenta el contencioso que involucra al conjunto de la obra del filósofo de la Academia.

En el cuadro de las actuales expectativas con las que se abre la nueva era global del tercer milenio la filosofía de la paideia ya no tiene el lugar relevante que imaginaba Jaeger como lo más destacado de su contribución para una reafirmación de los valores tributarios de la cultura humanística que los intelectuales y eruditos levantaron como bandera en la lucha contra la barbarie racista y totalitaria que, en la primera mitad del siglo XX, arrastró sin piedad a la sociedad europea a un infierno de degradación, terror y destrucción en una escala inimaginable para la ideología optimista del racionalismo moderno.22

La contraparte en la que se reversa el horizonte de la nueva sociedad global ya no alimenta los sueños bajo la forma de la utopía y el compromiso con el futuro que, en general, se asume como una mera magnitud extensiva23 del inabarcable presente, de lo que pareciera seguirse una interminable acumulación de tractos indiferenciados que se limitan a colacionar la desilusión y la reserva adaptativa bajo modalidades adscritivas, localistas y comunales que acompañan, conforme a ideologías de sesgo comunitarista, pari pasu al nuevo orden global que materializa las expectativas en un espacio de pura virtualidad y, por qué no decirlo, en un territorio telemático e hipertextual.

En semejante horizonte el hombre de la sociedad global en la que ya hemos ingresado - o, al menos, donde se encuentra instalado el hombre del Occidente central, mercantil, industrial y disciplinado en el estado de derecho - tendría que haber conquistado su propia universalidad racional, consumando así la herencia de los siglos ilustrados que anunciaron el entierro la servidumbre y el fin de las privaciones materiales.

Sin embargo, los indicios y los registros del nuevo orden no resultan demasiado alentadores y sería aburrido enumerar los detalles de la brecha que separa las expectativas de los resultados, porque lo que aquí nos interesa no va más allá de las consideraciones en torno al hombre que aún podría ser materia de la filosofía de la paideia en el sentido imaginado por la utopía educativa de Platón.

Ese hombre o, mejor dichos, esos hombres, que hoy parecen parte de un fenomenal engranaje adaptativo que los virtualiza y los somete dentro de un sistema uniforme de ordenación y distribución de las necesidades y de sus consecuentes alternativas de satisfacción, no siempre cumplidas aunque posibles en el programa de las ideologías establecidas, marchan o vienen levantando curiosas vallas adscritivas que, a veces, adquieren la forma y el contenido de la violencia absoluta e intransitiva propia de la secta, en cuyos lindes no existe, o no se visualiza, posibilidad alguna de tolerancia o de trato interactivo pacífico y convivencial.

Globalistas y comunitaristas imaginan o creen que en su actual antagonismo se resume todo el potencial humano; pero, como lo demuestra por la vía del absurdo aquella famosa fábula de los Tres Filósofos de Ambroce Bierce24, entre la inteligencia sometida a la conveniencia adaptativa - que sería el caso de los globalistas - y la voluntad estrecha, caprichosa o desesperada de los comunitaristas y de todos aquellos que no imaginan otra oposición distinta de la que tiene lugar en la permanente lucha contra la corriente dominante, siempre emerge un espacio intermedio de serenidad y sabiduría que ante todo se interroga por la naturaleza del actual antagonista.

Y como bien dice Ambroce Bierce, the thing is to know the nature of your antagonist.25 Así, en la actual puja, resulta fácil descubrir la enorme brecha que se abre entre ambos y el fenomenal descenso humano que recíprocamente se ofrece de una y otra parte bajo modalidades diversas aunque isomorfas: segregación y rencor adscriptivo en el que ha quedado fuera del orden global, de un lado, y servidumbre funcional en el otro lado del conjunto uniformado que marcha al ritmo hipercontrolado de la jaula telemática que sirve de medio y pauta para medir la satisfacción de todas las necesidades.

Por cierto, en una matriz como esta casi podríamos decir que solo hay bestias y dioses, pero que no hay hombres (o pareciera no haber), de lo que se sigue que, al igual que con el que se asemeja al caradrio del que se habla en el Gorgias 26 cabe la enorme tarea de llevar adelante una acción. Esto solo resultaría posible a partir de una filosofía de la paideia, que ofrezca, a cada uno de aquellos individuos que conservan los signos visibles del género en el conjunto, la singular posibilidad de ser un hombre superior a su propia animalidad y a su pura función evacuativa, o de caradrio, sin el fatal riesgo de reproducir esa otra bestialidad de déspota que impone de manera implacable su voluntad y su supremacía al modo de los dioses de la épica homérica que, al igual que las bestias subhumanas equivalentes de los caradrios, están permanentemente radiadas de la república ideal que el filósofo de la Academia propone como paradigma de su singular utopía educativa.

La filosofía de la paideia aparece entonces como el mejor vehículo para descubrir en todo momento la naturaleza del antagonista de Bierce y en este horizonte lo que se agrega para ampliar el contexto de Jaeger no revoca el tratamiento de conjunto que este propone como clave de la inteligencia de la obra del filósofo de la Academia.

Quizá en algunos detalles la discusión erudita imponga una reasignación de los elementos que el autor despliega en su obra, pero eso es por completo diferente al abandono de la filosofía de la paideia.

Sin duda hace falta una crítica de detalle en muchos puntos de la agenda de Jaeger pero, en ese contexto, lo más denso y problemático como toda la cuestión relativa al derecho y a la justicia del más fuerte no va precisamente en dirección a la antipáideia de Debra Nails o, al menos, no va en dirección a esa massive Paideia de Jaeger porque sus seis interesantes reglas ponen más bien en entredicho el platonismo hiper-erudito que desvincula la obra del fundador de la Academia de la filosofía de la paideia y lo asocia a una inasible metafísica de los principios insinuados en una esotéricas doctrinas no escritas.

Ahora bien, si nos atenemos a desarrollo argumental de Jaeger, lo que no puede dejar de admitirse es la coherencia de la censura platónica y su pertinencia en relación a los fundamentos filosóficos de su programa educativo orientado, en esa misma línea, a formar normativamente al individuo en la verdad.

Si Homero permitía que se lo invoque y servía de autoridad, por lo que decía en un verso cualquiera que se citaba como pauta o indicativo de lo había o no que hacer, poca duda cabe de que daba lugar a una transformación de la palabra del poeta en una especie de directiva o norma que, por la misma variabilidad de contenidos a los que llevaba, no podría sino resultar un elemento o material impropio para educar al joven en normas objetivas y superiores destinadas a saber dilucidar lo que es verdadero o correcto en cada caso y lo que en esa misma situación se muestra como su apariencia.

Por eso dice Jaeger que el aspecto de la poesía cambia, desde el punto de vista de Platón, según se analice su valor como norma de conducta o como conocimiento de la verdad. 27 En el primer caso la censura es relativa y en el segundo es absoluta. Así y todo, conviene agregar, tal como sostiene nuestro autor, que el interés de Platón no recae precisamente sobre el problema de como pueda organizarse una oficina de censura con el mayor éxito práctico posible, puesto que en el estado platónico, la reforma del arte poético por la filosofía tiene un alcance puramente espiritual y solo es política en la medida en que toda finalidad espiritual entraña en último resultado una fuerza de formación política.28

Aceptable o no, este punto vista refleja, mejor que las críticas apresuradas de los modernos panfletistas antiplatónicos y antipolíticos29, el genuino pensamiento de Platón.

Por cierto, más allá del antagonismo que se insinúa en este novedoso punto de vista de Nails, es evidente que su reexamen de las pautas que informan la actividad dialéctica de Platón y, en especial, sus seis reglas deducidas a partir de la inspección de los diálogos conducirán a una nueva, provechosa y, por cierto, desprejuiciada lectura de la principal obra filosófica de nuestra cultura occidental. Y, desde ya, poco importa la diferencia de perspectiva porque frente a una obra de la envergadura de Paideia siempre se impone el uso provechoso sea cual fuere la diferencia de puntos de vista.30













Bibliografía básica


Jaeger, W. 1985: Paideia. Los ideales de la Cultura Griega.
Trad. cast. de J. Xirau y Wenceslao Roces.
México ed. FCE, 1985 (1933¹).
Meabe, J. E. 1999a: Introducción al estudio de Paideia de
Werner Jaeger.
Corrientes, ITGD, 1999.
1999b: Paideia filosófica y educación jurídica.
Corrientes, CCT,
Eudene, V. I, pp.141-44, 1999.
Nails, D. 2000: Plato's Antipaideia: Perplexity for the Guided.
Trad. cast. de J.E. Meabe: La antipaideia de
Platón: perplejidad para el discípulo.
Corrientes, ITGD, 2000
(Documento de circulación interna del ITGD).

(Texto revisado el 2 de julio de 2017)
1 Organizado inicialmente para servir de apoyo en las clases destinadas a los participantes del Seminario de Filosofía Práctica Clásica del Instituto de Teoría General del Derecho (ITGD) que ha funcionado en la órbita de la Facultad de Derecho de la UNNE de Corrientes, los textos que aquí se vuelven a discutir en estos drafts originariamente se elaboraron entre los años 1986 y 1998 y se leyeron en cuatro sesiones consecutivas durante las dos últimas semanas de abril y las dos primeras de mayo de 1998 y se ha utilizado como material complementario para el estudio de Paideia que se ha llevado a cabo en dicho Seminario en el primer semestre del mismo año y luego en años sucesivos y hasta la actualidad. Tal como se expuso fue editado con un tiraje muy limitado en 1998 (Corrientes, ITGD, 1998 [edición no comercial]) y así se reeditó el año 2000 (Corrientes, ITGD, 2000 [edición no comercial]). Ese mismo año 2002 traduje y comenté la ponencia de Debra Nail Plato's Antipaideia: Perplexity for the Guided presenta por la autora en el Congreso de Filosofía de Boston de 1998, traducción que se distribuyó como material de lectura ese mismo año 2000 con una circulación restringida para los miembros del Seminario sobre Paideia en el ITGD (La antipaideia de Patón: perplejidad para el discípulo, trad. cast. de J.E. Meabe, Corrientes, ITGD, 2000). Con posterioridad todo el material se incluyó en una edición comercial en 2012 que también ha tenido una circulación limitada (vid J. E. Meabe: Introducción a Paideia de Werner Jaeger. Una guía para el conocimiento de sus principales temas – cuatro Lecciones, Corrientes, Moglia ediciones, 2012). En esa última edición se agregaron numerosas notas a pie de página y se actualizaron algunas referencias sin alterar para nada el texto de 1998 y se agregó un apéndice con el examen del trabajo de Debra Nails. Estos drafts están destinados a una futura reedición ampliada de la obra. Aquí se reexamina la opinión presentada en el Congreso de Filosofía de Boston de 1998 por Debra Nails, en su trabajo titulado Plato's Antipaideia: Perplexity for the Guided, (vid Proceedings of the 20th World Congress of Philosophy (1998), http://www.bu.edu/wcp/Papers/Anci/AnciNail.htm). Para el significado y el uso de antréptika vid Joaquín E. Meabe: Anatréptika. Un recorrido por la parte maldita de la filosofía (Corrientes, Moglia editores, 2010).
2 Cf.: La cuestión, debido a la radicalidad y al detalle de los cargos de Debra Nails en la edición de mi libro sobre Paideia de 2012 su examen fue remitido al apéndice y como complemento informativo externo a libro de Jaeger. Aquí voy a cambiar el orden y antes de las conclusiones revisadas prefiero agregar como capítulo final este reexamen de Jaeger que hoy puede analizarse desde una perspectiva diferente a la de hace diez y siete años cuando el texto fue elaborado y leído en el Seminario sobre Paideia en el ITGD.
3 Anoto aquí unas breves noticias sobre la autora para tener un contexto adecuado de referencia. En 1998 Debra Nails, que estudió en la Louisiana State University (B.A. en 1973 y M.A. en 1975) en ese momento era profesora asociada en el Department of Classics, Philosophy, and Religion del Mary Washington College de Fredericksburg, Virginia. Pero cuando presentó su ponencia sobre La antipaideia de Platón ya llevaba varios años en el terreno de los estudios clásicos desde su inicial función de Lecturer en el Department of Philosophy and Religion, en la Emporia State University entre 1979 y 1980. De allí pasó luego a la Boston University como Research Fellow en el Center for the Philosophy and History of Science (1980-1983), y después fue luego Visiting Lectureren 1983 en el Department of Philosophy de la Witwatersrand University de Johannesburgo, Sudáfrica, donde desempeño varias tareas entre 1983 y 1992 y se doctoró en 1993. Luego, tras su periplo sudafricano de más de 10 años regresó a EEUU en 1994 y pasó a formar parte del Mary Washington College, donde permaneció hasta el año 2000. Con posterioridad a ese año y hasta la fecha ha trabajado en el Department of Philosophy de la Michigan State University que la nombró en 2016 Profesora Emérita en Filosofía. Sus publicaciones son numerosas entre las que se destacan sus importantes libros The People of Plato: A Prosopography of Plato and Other Socratics (Indianapolis and Cambridge, Hackett Publishing, 2002) y Agora, Academy, and the Conduct of Philosophy. Philosophical Studies Series 63 (Dordrecht, Kluwer Academic Publishers, 1995). El primero de ellos fue además traducido al rumano (Oamenii lui Platon. O prosopografie a lui Platon si a altor socratici, traducere de Cezar Octavian Tabarcea, editie ingrijita de Catalin Partenie si Paul Balogh, Bucarest, ed. Humanitas, 2008). Como editora ha contribuido a la publicación de varios libros (Second Sailing: Alternative Perspectives on Plato, Helsinki, Scientiarum Fennica, 2015; The Bloomsbury Companion to Plato, London, Bloomsbury, 2015; Plato's Symposium: Issues in Interpretation and Reception, Cambridge, Harvard University Press, 2006; Naturalistic Epistemology: A Symposium of Two Decades, Boston: Reidel, 1987; y Spinoza and the Sciences. Boston, Reidel, 1986), y tiene más de cuarenta artículos y un número aún mayor de conferencias. En https://michiganstate.academia.edu/DebraNails, su página de Academia edu, se pueden leer siete artículos seleccionas por la autora para ese sitio web.
4 Cf., Jaeger, 1985. Aquí se repite de manera ampliada el texto que originariamente se leyó la reunión del ITGD y que se publicó en una separata de circulación restringida como documento interno de uso exclusivo para los miembros del Seminario sobre Paideia dictado en el ITGD el año 2000.
5 . Repito aquí la ver nota 57 de la página 28 de la edición de 2012 de mi libro: “La cita figura como subtítulo de la obra y procede de las Sentencias singulares que forman el  En la edición de Augusto Meineke y Richard Bentley Menander (of Athens), Philemon, Berolini, Sumptibus Augusti Mylii, 1823, figura en la pág. 325 tal como la da Jaeger. No obstante en la misma obra y en el número 64 del Suplementum se agrega (pág. 339) una variante que reemplaza  (refugio) por  (estima) lo que da una segunda versión de la sentencia quizá menos fuerte en su impronta:  (la educación es lo que más estiman los mortales). En la época en la que publica Jaeger la primera edición de Paideia, en 1934 donde se vive una suerte de medianoche de la historia conforme a la aguda caracterización benjaminiana de Reyes Mate, era sin duda más importante resaltar el valor de refugio de la educación antes que su mera estima. Jaeger, tal como surge de la portada de la obra, ha preferido colocar esa silenciosa basa como una prevenida advertencia si nos atenemos a la ausencia de referencias y detalles. Para la inteligente interpretación que hace el estudioso español de las Tesis de Filosofía de la historia de Walter Benjamin y que aquí utilizamos para hacer inteligible la esperanzada expectativa de Jaeger vid: Reyes Mate: Medianoche en la historia. Comentarios al concepto de Historia de Walter Benjamin, Madrid, ed. Trotta, 2006”. Esta nota ha sido ahora objeto de 2 borradores en Academia edu https://www.academia.edu/s/6bb8c020c4/joaquin-e-meabe-materiales-de-estudio-para-revisar-y-aprender-con-paideia-de-werner-w-jaeger1pdf?source=work (draf 1);
6 (Paideia, 2 [Introducción]). Repito aquí la ver nota 58 de las página 29 y 30 de la edición de 2012 de mi libro: “Allí, a propósito de esta definición, agrega Jaeger: Los antiguos tenían la convicción de que la educación y la cultura no constituyen un arte formal o una teoría abstracta, distintos de la estructura histórica objetiva de la vida espiritual de una nación. Esos valores tomaban cuerpo, según ellos, en la literatura, que es la expresión real de toda cultura superior. Así es como debemos interpretar la definición del hombre culto que encontramos en Frínico. Jaeger toma la cita de Frínico de la edición de William Gunion Rutherford: The new Phrynichus: being a revised text of the Ecloga of the grammarian Phrynichus, con introducción y comentarios del editor, Londres, Macmillan and Co., 1881, pág. 483. William Gunion Rutherford (1853-1907), por su parte, ha sido un eminente clasicista escocés educado en el Balliol College de Oxford. Orientado primero hacia la medicina muy pronto dejó de lado la ciencia para dedicarse a los estudios clásicos. En el University College de Oxford se desempeñó como miembro del cuerpo docente y de su junta rectora. Como erudito editó las fabulas de Brabius (Brabius, Volumen 1 de Scriptores fabularum Graeci, Londres, Macmillan and Co., 1883) y , sobre todo, se dedicó a Aristófanes, de quien editó los escolios del Codex Ravennas (vid: Scholia Aristophanica: being such comments adscript to the text of Aristophanes as have been preserved in the Codex Ravennas, vols. 1-3: Londres, Macmillan and Co., 1896). También se ocupó intensamente del estudio del griego Atico del que procede su edición de Frínico así como de la edición de los primeros cuatro libros de la Historia de Tucídides (Vid: Thoukydidou tetarte: the fourth book of Thucydides, a revision of the text illustrating the principal causes of corruption in the manuscripts of this author by William Gunion Rutherford M.A. LL.D., Londres and New York, Macmillan and Co., 1889). Tradujo asimismo las Epistolas de San Pablo a los Romanos, a los Tesalonienses y a los Corintios (Vid: St. Paul's Epistles to the Thessalonians and to the Corinthians : a new translation, Londres, Macmillan and Co., 1908; St. Paul's epistle to the Romans : a new translation with a brief analysis, Londres and New York, Macmillan and Co., 1914) y publicó un extenso compendio de sermones (The key of knowledge: sermons preached in Abbey to Westminster boys, Londres and New York, Macmillan and Co., 1901) además de otros libros acerca del griego, el latín y el inglés. ”. Esta nota ha sido asimismo objeto de un borrador ampliatorio publicado en Academia edu en el que se profundiza el examen: https://www.academia.edu/s/c1e9e5204c/3-joaquin-e-meabe-materiales-de-estudio-para-revisar- y-aprender-con-paideia-de-werner-w-jaeger- 3 -frinico-el-sentido-de-la-palabra-paideia-y-la-agenda-de-nuestra-lectura-pdf?source=work. Ver también los drafts mencionados supra en la nota 5.
7 Como ocurre, por ejemplo, con Momigliano y Finley. Para la opinión de Momigliano vid A. Momigliano: Terzo contributo alla storia degli studi classici e del mondo antico, Volumen 1, Roma, Edizioni di Storia e letteratura, 1966, pag. 300. Moses I. Finley en una reseña de esta obra publicada en History and Theory, vol. 7, 1968, págs. 355-367 y luego incorporada a su libro The use and the abuse of history, Londres, ed. Chatto & Windus, 1975 (vid: M. I. Finley: Uso y abuso de la historia trad. cast. de Antonio Perez-Ramos, Barcelona, ed. Crítica, 1977, pág. 119), cita con ostensible aprobación el dictum de Momigliano que sostiene que sostiene que la corriente antijurídica, a la que yo atribuyo efectos a largo plazo, es la que en el campo de la historia helena representa la Paideia de Werner Jaeger y, en un plano inferior el libro Der Hellenische Mensch de Max Pohlenz. En todas estas obras las situaciones concretas, las relaciones económico-jurídicas, las instituciones vienen dejadas a un lado. Así Jaeger habla de la paideia pero la historia de la educación en la Antigüedad ha estado escrita por otro historiador, por el francés H.I Marrou y que constituye, para esa más reciente época de los estudios clásicos, una suerte de nuevo desiderata con arreglo al cual se ha edificado un estándar descalificatorio de Paideia de marcado sesgo ideológico. Nuestro punto de vista, crítico en varios aspectos relacionados, en especial, con la notable incomprensión por parte de Jaeger de todo lo relativo al derecho y la justicia del más fuerte, en modo alguno participa de aquellos equívocos, anclados en una simplificación ideológica que hoy, en plena era del estado homogéneo universal, se muestran completamente inconsistentes y, a veces, hasta desorientadores. Esta nota repite la nota 54 incluida en la página 23 del libro sobre Paideia editado en 2102.
8 Jaeger declares in his massive Paideia that civilization, culture, tradition, literature, and education are all merely aspects of what the Greeks meant by their term `paideia', and that these five "cannot take in the same field as the Greek concept unless we employ them all together." I will argue, pace Jaeger, that Plato's unique contribution was no perfection of sophistic humanism, no "reincarnation of the religious spirit of earlier Greek education, from Homer to the tragedians," but with its philosophical context properly restored an utter rejection of the authority of those institutions at the basis of what Greeks understood paideia to be. Without resorting to skepticism, Plato problematized the ordinary; without straining logic, he declared every premise and every conclusion radically open to further discussion and refutation and all this not only without dogmatism, but against dogma
9 For Plato, education was more fundamental than tradition or literature or civilization or culture, for education determined how all the others were to be acquired, appreciated, and criticized. Indeed, education and philosophy were, as they are now, intimately linked. The practice of philosophy in Plato's time as in ours, the business of philosophy, was teaching far more than it was system-building. In fact, if Plato was the author of a system of philosophy, by which we are to understand a coherent set of interrelated axioms and their mutual implications, then Plato was a profoundly unsuccessful philosopher. For Plato makes such a variety of different and incompatible statements about so many topics that more than two thousand years of scholarship has thus far failed to produce anything like the consensus about his so-called system that one finds among Aristotelians, for example, or even Marxists. It is for this reason that I shall turn from the content of the dialogues to the method or methods exhibited there. In those, I will argue, we have a better model for the contemporary conduct of philosophy than is usually suspected. I will first describe what I take to have been behind Plato's philosophical educational mission, then the principal aspects of the dialectical method itself, following with a description of some of the ways in which Plato's philosophical methodological desiderata continue to inform the best philosophical practice to this day, and concluding with a return to paideia.
10 A feature that enabled Plato to avoid the authoritative author's voice, thereby preventing anyone from slavishly adhering to what they might otherwise have taken to be doctrines of the master. Some features of double openendedness are familiar, some so unfamiliar as to be controversial, but all share the characteristic of tentativeness, provisionality: there is no premise, no conclusion, no technique in all the corpus that is insulated from challenge.
11 In fact, if something of Plato's advice about philosophical investigation were formulated as a set of guidelines for would-be philosophers to observe, the following six rules, derived from the Platonic corpus, and setting philosophical conversation apart from the conduct exhibited by debaters (sophists) and rhetoricians, might be included. First: Observe the principle of charity. "Don't question unfairly," suggests Socrates in the Theaetetus, "it is most unreasonable for a person who claims to care about moral virtue to be always unfair in discussion, by which I mean failure to distinguish between scoring points in a debate and having a dialectical conversation. In the former, one's allowed to play with an opponent and throw him over any way one can, but in dialectic one must be serious and help a colleague to his feet again, pointing out to him only the false steps that are his own, or a result of the company he used to keep." In a real dialectical conversation, to defeat one's opponent is to defeat oneself, for the dialectic itself cannot then occur. Second: Avoid straw men. Before declaring aporia, Socrates is at pains to develop the strongest version he can of his respondent's position. Third: Expose your flank, or draw fire to what is weakest in your own position in the hope of having it improved by others. Even when all present are willing to grant Socrates whatever conclusions he has reached, it is he who often calls attention to the weaknesses in his own arguments that others have overlooked. A merely apparent victory is no victory at all. Fourth: Be sincere. Although Socrates is sometimes guilty in the dialogues of causing others to break this rule, he nevertheless emphasizes on a number of occasions that one ought to test through the dialectic those beliefs that one actually holds, not mere hypotheses in which one has no stake. And this fits well the notion that the most successful dialectical conversations are those that are personal. Fifth: Observe the interlocutor requirement. Deriving from the oral conduct of philosophy, this rule applies to the written word as well: one must make an effort to ensure that one's partner in a dialectical conversation is following every step and every nuance of the argument. Sixth: Challenge authority. Neither the Platonic corpus, nor anything in that corpus, is above critique. The only appropriate basis for drawing conclusions in a dialectical conversation is persuasion by argument, evidence, sound reasons. And that again suggests the antipathy between Jaeger's essentially conservative paideia, and Plato's essentially dynamic dialectic.
12 Vid: Paideia, El pensamiento filosófico y el cosmos, 151-180 (I, 9).
13 Vid: Paideia, El pensamiento filosófico y el cosmos, 151-180 (I, 9).
14 Vid: Paideia, 600-603 (III, 9, I).
15 Vid: Paideia, 603-624 (III, 9, I).
16 Vid Liddell-Scott-Jones: Greek English Lexicon, Oxford, Oxford at the Clarendon Press, 1966: 1.149-1149; y, en especial, para Platón vid Edouard des Places: Platon, Oeuvres Complètes. Tome XIV, Lexique de la langue philosophique et religieuse de Platom, 2e. Partie, Paris, Societe d´edition Les Belles Lettres, 1970: 363.
17 Vid: Paideia, 675-676 (III, 9, I).
18 Vid: Karl Popper The Open Society and Its Enemies: The spell of Plato. New York, Routledge, 2003. La edición original es de 1945. Para una crítica de detalle de ese libro vid: Ronald Bartlett Levinson: In defense of Plato, Cambridge, Massachusets, Harvard University Press, 1953.
19 Vid: Eric A. Havelock, Preface to Plato Cambridge, Massachusets, Harvard University Press, 1982 (la edición original es de 1963).
20 Giovanni Reale en In che cosa consiste in nuovo paradigma storico-ermeneutico nella interpretazione di Platone, Méthexis, VI, 1993, págs. 139).
21 A. Gómez Robledo: Platón, México, ed. FCE, ³1993, pág. 9 (¹1974).
22 Para el cambio de frente de sesgo ideológico operado en la generación siguiente a la de Jaeger, vid: nota 54. Tampoco es ajeno a este cambio de frente el ataque ideológico a la obra de Platón de autores como Karl Popper cuyo panfletismo en Open society parece muy eficaz en el terreno de las simplificaciones. Desde ya, el panfletismo antiplatónico de Popper, que procede una sesgada visión ideológica acerca del contenido de la obra filosófica del fundador de la Academia, no implica ninguna desaprobación ni prejuicio respecto del resto de su obra que siempre debería considerarse con cuidadoso detalle. Popper es un pensador inteligente y preocupado que, entre otras cosas, ha dedicado muchas páginas y mucho esfuerzo en el estudio de los filósofos presocráticos (vid: K. R. Popper: El mundo de Parménides, Barcelona, trad. cast. de C. Solís, ed. Paidós, 1999) y esto es algo que no debe pasarse por alto con ligereza. No obstante, conviene siempre tener presente y separar en Popper las opiniones en las que predomina la ofuscación ideológica y el resto de sus contribuciones a la filosofía y a la teoría del conocimiento científico cuyo influjo ha sido notable en la segunda mitad del siglo XX.
23 Para una acotada crítica de esta nueva plataforma de conformismo adaptativo vid: Atreverse a saber, incluido en Joaquín E. Meabe: Anatréptika. Un recorrido por la parte maldita de la filosofía (Corrientes, Moglia editores, 2010, págs. 127-132).
24 El texto completo de la fábula es el siguiente: A Bear, a Fox, and an Opossum were attacked by an inundation. Death loves a coward, said the Bear, and went forward to fight the flood. What a fool! said the Fox. I know a trick worth two of that. And he slipped into a hollow stump. There are malevolent forces, said the Opossum, which the wise will neither confront nor avoid. The thing is to know the nature of your antagonist. So saying the Opossum lay down and pretended to be dead. Vid: A. Bierce: Fantastic Fables, New York, London, G. P. Putnam's sons, 1899, pags. 107-108. Hay varias ediciones recientes (vid: The Collected Fables of Ambrose Bierce, editadas por S. T. Joshi, Columbus, OH, Ohio State University Press, 2000; y también A. Bierce: Fantastic Fables, San Diego, CA, ICON Group International Inc, 2008).
25 Para pensar apropiadamente la cosa (the thing) de Bierce habría que colocar el término en línea con (tàs prágmatá) antes de pensar en el genérico y abstracto res que heredamos de la lengua latina y de la teología medieval. En ese horizonte denotativo prágmata comprende tanto las sensaciones () como las opiniones (). Para algunos de esos detalles ver, en mi libro citado en la nota 236, el capítulo 15 titulado Pirrón y Wittgenstein: Dos modalidades antagónicas de afasia filosófica.
26 Vid: Platón, Gorgias, 494b
27 Vid: Paideia, 607 (III, 9, I).
28 Vid: Paideia, 608 (III, 9, I).
29 Una excepción en ese sentido es Giorgio Colli a fines de la década del treinta del pasado siglo XX (vid Giogio Colli: Platón político, edición de Enrique Colli, traducción del italiano de Jordí Raventos, Barcelona, ediciones Siruela, 2008: 131. El trabajo se Colli (1917-1979) fue elaborado entre 1937 y 1939 (vid Colli, 2008: 14) y forma parte de su tesis doctoral que comprende Filosofi sovrumani y Lo sviluppo del pensiero político di Platone. La tesis fue defendida el 11 de julio de 1939 y de la que solo publicara en un primer momento, en 1939, Lo sviluppo del pensiero político di Platone en la Nuova rivista storica, XXIII, fasc. III, Sociedad anónima editrice Dante Alighieri, Genova-Roma-Napoles-Città di Castello, 1939. Todo el trabajo de Colli recién fue reeditada, 68 años después, en 2007 (G. Colli, Platone político, Milán, Adelphi Edizioni, 2007), por su hijo Enrique Colli. La otra excepción es Cornelius Castoriadis en la década de los noventa del pasado siglo XX (vid Cornelius Castoriadis: Sur "Le Politique" de Platon, París, ed. Seueil, 1999).
30 En la sección Drafts de mi página en Academia edu (https://unne.academia.edu/JoaquinMeabe/Drafts) he incluido 18 notas en las que se desagrega la revisión de mi libro sobre Paideia mencionado supra en la nota 1. Entre los motivos de esta revisión destinada a una nueva edición del libro figura en un lugar sobresaliente la necesidad llamar la atención sobre la filosofía de la paideia que, con toda seguridad, se ofrece como un insuperable modelo de educación pública orientado a formar ciudadanos decentes, responsables y conscientes de las consecuencias éticas de sus acciones. Una época que convive con una moral de doble estándar y que de continuo práctica el doble rasero, de acuerdo con la oportunidad y la conveniencia de la persona o del momento, necesita un profundo correctivo pedagógico como el que ofrece la filosofía de la paideia que no es otra que la de una educación orientada hacia una práctica der la conducta apropiada.

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