Mi muro y opiniones de autoridades

domingo

¿ Por qué no deberíamos olvidar a Kant?

Ya hemos podido enterarnos de algunos aspectos clave sobre nuestra sociedad actual:


  •  la estrecha relación entre poder y saber ( idea central del pensamiento moderno y que fue el concepto central de los análisis de Foucault ); 
  • la devaluación como "inútiles" de los saberes humanísticos ( y, por tanto, de la filosofía) en la era de predominio científico-técnico ( véase la entrada sobre la Dialéctica de la Ilustración, aunque es una idea que vamos a reencontrar en la teoría crítica de la sociedad de Habermas, que es la entrada siguiente que he colocado); 
  •  las barbaries inusitadas que son posibles incluso en los tiempos de máxima expansión de la especialización científico-técnica ( y que ocupó parte del pensamiento de H. Arendt y de Horkheimer); 
  • de la transformación del interés científico-técnico ( que debería servir para la previsión y control sobre la naturaleza) en un interés de control sobre la conducta humana y la organización social ( que debería basarse en otro tipo de interés, el interés comunicativo de buen entendimiento); algo que aparece en las sociedades más avanzadas como consecuencia del superdesarrollo tecnológico sostenido y financiado desde las instituciones políticas y económicas ( véase también la entrada sobre Habermas); 
  • la colonización del mundo de la vida ( Habermas se refiere a este concepto para designar elementos de una sociedad como el mundo de la cultura, la sociedad civil - familia, escuelas, etc- y los sujetos) por los sistemas de acción técnica ( la economía y las administraciones públicas). Este fenómeno lleva por ejemplo a convertir la cultura en una industria ( bajo el control económico) o subsidiada por la administración ( bajo el control político); o bien a planificar el sistema educativo desde criterios o valores utilitaristas, economicistas o político-administrativos sin contar con el diálogo social, etc.  En definitiva, como denuncia Habermas, la desvitalización o decadencia de la vitalidad democrática en las sociedades actuales. Y, por eso, una creciente desmoralización, desafecto y pesimismo ante la "res publica".
  •  la transformación de las sociedades disciplinarias en las nuevas sociedades de control...


¿ Significa esto que deberíamos condenar como errado todo el pensamiento que nació con la Ilustración?. ¿ Que hay que echarle todas las culpas a ese proyecto impulsor de la racionalidad ? ¿ Tendrán razón Nietzsche y Foucault en sus invectivas contra la racionalidad creada por la civilización occidental?  No. El programa de la Ilustración era claro: ayudar con la razón a construir un mundo a la altura de la dignidad de la humanidad. En el fondo, el espíritu ilustrado se nutría de los grandes ideales sembrados por el cristianismo, o si se prefiere, por el humanismo-verdad nacido con Jesús de Nazaret.

Dentro de este movimiento ilustrado fulgura un pensamiento de Kant que nunca deberíamos olvidar. Es como el remedio para evitar cualquier desviación de las creaciones humanas respecto de los fines últimos que les dotan de sentido. Ya que el sentido de los saberes especializados trasciende los límites de cada ciencia particular ( no es, por ejemplo, competencia de ninguna ciencia particular determinar a qué fines últimos debería servir) , es preciso que exista un área de reflexión racional destinada a cumplir una función directiva en relación con una cuestión fundamental para nuestra existencia: ¿ qué proyecto de humanidad y de mundo queremos crear con el conocimiento-poder que nos da la ciencia?.

Kant tenía muy clara la importantísima función de la reflexión filosófica cuando decía que: " ( la filosofía) es la reflexión sobre la relación de nuestros conocimientos con los fines esenciales de la razón". Y la razón, el espíritu humano, esencialmente, está destinada hacia lo verdadero, lo bueno, lo justo y lo bello - como viene repitiéndose en la historia de la filosofía desde Platón. Pero, en Kant, tiene una versión muy sugestiva, capital: los intereses supremos de la razón convergen en el sujeto racional, es decir, en el hombre, que es un fin en sí. Que el ser humano sea fin en sí viene a significar que el valor de lo humano es, por encima de todos los demás, su dignidad, no su posible utilidad. El hombre tiene dignidad y no precio. El ser humano es sujeto, no objeto, no cosa. Y de aquí la categórica exigencia ética que la filosofía puede formular en forma de principio universal: "Obra de modo que trates a la humanidad, tanto en tu propia persona como en la de los demás, siempre como fin y no meramente como medio

No olvidemos, pues, a Kant.

Por esta razón, dejo a Habermas para el final de esta serie de entradas sobre las teorías críticas sobre la crisis de la sociedad contemporánea. Se trata de la entrada que sigue a esta ( por debajo)

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