Mi muro y opiniones de autoridades

viernes

Una perspectiva sobre la relación entre la fe y la razón. El humanismo integral de S. Pedro Poveda.




Matías es un señor que al menos cuatro veces a la semana practica algún deporte. Matías también quiere ser un ciudadano bien informado y, cada mañana se pone al día leyendo el periódico; aunque gracias a los medios de comunicación se surte de temas de interés para conversar con los compañeros y los amigos, también es muy habitual que algunas noticias le provoquen malhumor o le den motivos para quejarse sobre lo mal que va el mundo... Matías es un tipo entrañable, muy hogareño y amante de la familia. Matías gusta de dar paseos al caer la tarde y, cuando se encuentra con los amigos, a veces se toma con ellos un refrigerio en alguna terraza popular de su ciudad. Pero Matías es Doctor y catedrático en la Universidad, y tiene en su currículum vitae una docena de publicaciones en importantes revistas internacionales.

Matías hace su vida como cualquier otra persona normal, con la ayuda de todo lo que ha aprendido de la experiencia y de la práctica. La universidad le ha preparado para una profesión, pero la escuela de la vida le ha inculcado desde la cuna una serie de costumbres, creencias y valores. Igual a Matías, todas las personas vamos acumulando una enorme cantidad de ideas a lo largo de nuestras vidas con el fin de acoplarnos o solventar lo más felizmente posible las circunstancias que nos van afectando en este complejo mundo.

El caso de Matías podría servirnos para ilustrar algunas geniales ideas de Aristóteles y de su maestro Platón. 

En primer lugar, Aristóteles nos diría que Matías no es un matemático que es hombre, sino un hombre que ha llegado a ser matemático ( y otras cosas más, obviamente). Aristóteles diría que Matías es, por esencia, un hombre ( es decir, un animal racional y social) y que es matemático "por accidente", es decir: en el caso de Matías, por un aprendizaje cultural. Aristóteles nos diría que la esencia humana de Matías ( la forma sustancial) contiene la base ( la potencialidad) para que Matías pueda llegar a ser hoy ( actualmente) lo que es. 

En Platón ( que fue el maestro de Aristóteles) podemos encontrar una perspectiva que podría enriquecer esta idea aristotélica de que la gente es, antes que cualquier otra cosa añadida, no más que un ser humano individual. Si Matías es un hombre concreto que, además de pensar y enseñar demostraciones matemáticas, es un ser humano ordinario, un ser de carne y hueso donde alienta también una interioridad consciente y pasional, entonces no todo en la vida de Matías se basa en la ciencia ni en la certeza absolutas. Ciertamente, por su conocimiento, Matías tiene que librar una durísima y violenta batalla interior para que su vida la gobierne la razón y no los impulsos pasionales... Pero Matías, como cualquier otro hombre, es un ser que conoce dos tipos de pensamiento: los pensamientos sobre cosas que puede demostrar racionalmente y aquellos otros que son creencias que ayudan a Matias a vivir con seguiridad, simplemente porque él, igual que todos sus conciudadanos, los ha asumido a través de la experiencia propia, la costumbre o la tradición.  Por eso, cuando Matías bebe un refresco o juzga o valora sobre cosas de la vida, lo hace desde la persuasión de una creencia u opinión común ( una ideología, la costumbre de creer que ese líquido naranja contenido en la botella etiquetada es un refresco, la confianza en sus amigos...), pero no desde la certeza científica que puede obtener en una demostración matemática. Platón nos diría que hay que distinguir dos niveles en el pensamiento de los seres humanos: la doxa u opinión y la episteme o saber racional. Las opiniones son subjetivas o relativas y se basan en la persuasión influida por nuestra experiencia, pero la ciencia es un conocimiento objetivo y universal porque se basa en la verdad captada por la razón. 

Pues, bien, hasta la aparición del cristianismo, griegos y romanos no tenían una clasificación mejor para los saberes humanos: Por la educación, los seres humanos debían salir de la ignorancia y la creencia ( doxa) para aumentar su saber racional ( episteme).

Pero con el cristianismo hizo aparición en la escena de la filosofía una nueva distinción de orden trascendental: el conocimiento natural y el conocimiento sobrenatural. Dentro del orden natural se incluyen todas las verdades accesibles a las capacidades naturales del ser humano; por tanto, los saberes científicos como la muy diversa gama de ideologías y creencias humanas que podemos tener, individual o colectivamente, los humanos, quedarían incluidos dentro de este orden. Pero, por encima de todo esto, el hombre ha recibido, como gratuito don, la revelación de Dios y esto crea un nuevo orden : el orden sobrenatural, al que pertenecen los artículos de la fe cristiana y la teología. Pero, por colmo de esperanza, nada tenía que temer la humanidad: lo inferior estaba ordenado hacia lo superior, lo creado encontraba su origen y su fin en un Creador, la historia era el tiempo de gestación de una nueva  y perfecta forma de relación completamente reconciliada de la humanidad con su Creador...

Desde el momento en que la expansión de la Buena Nueva encontró en la filosofía un poderoso medio para darse a comprender dentro del Imperio Romano ( y entrar en diálogo con el sector más culto de la sociedad), el cristianismo sintió la necesidad de la filosofía para sintetizar armoniosamente y sin contradicción la cultura humana con la teología cristiana. El cristianismo, pues, se fue erigiendo en una fuerza cada vez más importante en Occidente gracias a que encontró en la filosofía un pilar de apoyo, un imprescindible medio para formalizar, interpretar, comunicar y defender la fe. La filosofía también sirvió como indispensable ayuda para dar claridad y rigor a la definición de los contenidos de fe católica así como para defender la unidad de la Iglesia frente a las amenazas de los gnosticismos y las herejías. 

A lo largo de toda la Edad Media, el gran problema filosófico de la cristiandad será el problema de la relación entre la fe y la razón, entre la religión y el saber racional, entre la teología y la filosofía. Hoy en día puede que cambie la terminología y se hable de la relación entre cultura y fe, pero el problema y los planteamientos que hacemos los cristianos hoy son la herencia de aquellos teólogos-filósofos del S.XIII-XIV que trataron de valerse del pensamiento filosófico en defensa de su visión cristiana del mundo.

Pero esta afirmación es sólo una verdad a medias sin complementarla con otra verdad patente: de tiempo en tiempo, la Iglesia ha contado con personas excepcionales que han continuado la gran tarea de mantener vivo el diálogo entre la fe y el mundo de la razón y la cultura. Ellos han creído que el humanismo educativo es el propulsor del verdadero desarrollo integral, y que educar en humanismo pasa por armonizar espiritalidad y fe con educación y cultura. Ellos han encarnado en sus vidas y con su pensamiento ese encuentro fructífero y necesario, renovador y refrescante para el verdadero humanismo integral ; han insistido en la necesidad de la educación, el fomento de la cultura y del pensamiento más avanzado, de la ciencia y de las humanidades, como factores decisivos para dignificar y cambiar nuestro mundo, pero lo hicieron desde la más vívida y profunda adhesión a la persona y mensaje de Jesús. Como adelantado en el "aggiornamento" del mensaje cristiano para todos los hombres y culturas de nuestro tiempo, por su visión renovadora que será más tarde el espíritu mismo del Vaticano II, encontramos la figura de S. Pedro Poveda y su obra educativa y transformadora a través de la Institución Teresiana. S. Pedro Poveda tuvo la agudeza para nuestro tiempo de enseñarnos que  la relación entre la fe y la razón no es meramente un problema teórico de ideas, sino algo que dialoga, se armoniza y da frutos en el corazón y la vida real de las personas de cada tiempo. La relación entre fe y razón tiene que hacerse vida y no quedar encerrada en un debate teórico, porque ni la fe ni la razón son ideas abstractas, sino que se aúnan en el ser y en la vida de cada cristiano.  Por este diálogo encarnado entre las cosas de Dios y las cosas humanas, el hombre concreto está llamado a ser fermento de pujanza, cambio, desarrollo y crecimiento humanos y sociales verdaderamente decisivos desde el punto de vista de un proyecto de mundo mejor.

véase el artículo de Marisa Rodríguez


En la parte superior de esta entrada aparece un vídeo que recoge una conferencia dada por el filósofo y sacerdote Pablo Domínguez sobre el problema de la relación entre la fe y la razón. Hizo una brillante, clara y convincente aclaración sobre este vital problema filosófico que sigue siendo central para el cristianismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario